Ricardo Anaya, Presidente

Por Bvlxp:

Soy un votante atípico en el escenario electoral mexicano, uno para el que no hay un candidato que lo represente completamente. Soy un votante liberal en toda la línea: en lo social, en lo político y en lo económico (tanto como se puede ser en un país con la desigualdad y las carencias de México). Como votante, por ejemplo, quisiera un candidato que propusiera que la gasolina cueste lo que vale, sin subsidios para los ricos y que refleje los costos ambientales; un candidato que se pronuncie de forma clara en el sentido de que el gobierno no está para regular la moral y por tanto estuviera claramente y sin reservas por la libertad y la igualdad en el tema del aborto, del matrimonio igualitario y la adopción por parejas del mismo sexo; un candidato que tenga una política exterior progresista, abierta al mundo, que busque un papel preponderante para México en las relaciones internacionales y que abandone definitivamente la Doctrina Estrada, tras la cual se apertrechó tantas décadas la dictadura perfecta del PRI; un candidato que se pronuncie por un régimen fiscal que termine con todos los privilegios que hoy se otorgan a las clientelas políticas, que le cobre más y bien al rico y que golpee menos a la clase media; un candidato que se pronuncie por una policía fuerte con autoridad moral y que prometa no dar guarida ni al delincuente organizado, ni al delincuente común, ni al delincuente político.

Por todo esto, soy un votante desamparado; quiero todo eso (y más) pero sé que nadie me lo va a ofrecer en el México de hoy. Como no puedo tener el candidato que quiero, al menos quiero un Presidente que ayude a que México camine en esa dirección aunque yo no alcance a ver su consolidación; un Presidente que siga empujando a México por el camino institucional de la democracia liberal y el Estado de Derecho, por la ruta de la apertura y la modernidad, que prepare a un México que por fin se haga cargo de su destino y deje atrás los traumas y las taras que lo han mantenido anclado al pasado y enamorado de su propio atraso y corrupción. El único hombre hoy que puede encaminar a México en ese rumbo es, sin duda, Ricardo Anaya.

Ricardo Anaya es la persona que puede ofrecerle a México, más que un cambio de caudillo, seguir construyendo la democracia. Mucho se burla la gente de la frialdad de Anaya extrañando los dotes de un redentor. Ricardo Anaya ofrece encabezar un régimen democrático, no ser un salvador. Anaya ofrece seguir consolidando un México de instituciones, no un México de un solo hombre. Basta recordar que uno de los Presidentes más reconocidos en la época moderna no era un caudillo embravecido en la plaza pública, sino un hombre sobrio y cerebral que supo abrir la participación política, ser leal con la democracia y sacar a México del derrumbe económico. Como Ernesto Zedillo, Anaya tiene las características para ser un líder mesurado, hábil y determinado.

Ricardo Anaya representa a los votantes que, como yo, no aspiramos al México de un solo hombre, al México de las soluciones mágicas; a votantes que nos acordamos perfectamente de cómo era el México al que Andrés Manuel López Obrador nos quiere regresar, que vivimos demasiado tiempo atenidos a la voluntad del Señorpresidente y que no queremos volver a las épocas en que el voluntarismo presidencial era la respuesta a todas las preguntas. Anaya es el candidato que asegura la libertad más amplia y la construcción de la verdadera ciudadanía basada en la participación pública, un líder colaborativo y no ensimismado como Andrés Manuel López Obrador que cree ser la solución encarnada a todos los problemas de México y que desconfía de todo lo que no emane de su santa voluntad. Ricardo Anaya es un hombre de ley e instituciones, y la libertad y certidumbre que éstas representan. Ricardo Anaya no encabezaría un gobierno autoritario que entrega como limosna a los gobernados los despojos de la gracia de un tirano. Aspiro, como muchísimos mexicanos, a un México que se construya entre todos y creo que Ricardo Anaya puede contribuir decisivamente a esa idea de México.

Ricardo Anaya es un político que ha sabido conjuntar una coalición amplia de corrientes políticas que tienen ideas y posturas diversas y ha sabido encabezar esa coalición de los distintos. Lo que los opinadores profesionales ven como una tara del Frente por México, yo lo veo como un signo innegable del pluralismo que le hace falta al país y del que pueden salir soluciones que representen a una amplia porción de la sociedad. El Frente por México puede dar vuelo a una amplia agenda representada por lo mejor de la derecha liberal y de la auténtica izquierda progresista. El Frente por México busca ser la evidencia de que negociar es mejor que imponer, que las sociedades verdaderamente incluyentes se forman de manera horizontal y que sólo el cambio que se construye entre todos puede ser un cambio duradero. Del otro lado, Morena sólo ofrece un verticalismo autoritario, un fanatismo que excluye a todo el que no sea un converso del líder incuestionable y la cerrazón de una visión única del país que habría de imponerse a rajatabla.

Ricardo Anaya ha sido ridiculizado por hablar constantemente del futuro y de la innovación tecnológica. Esto puede ser carne de cañón para memes y burlas de quienes no ven más allá de sus narices y quienes prefieren mantener el privilegio digital para sólo unos cuántos. Por mi parte, estoy encantado de que Ricardo Anaya sea un Presidente joven consciente de los retos sociales que se aproximan a toda velocidad de la mano de la automatización y que entiende que los verdaderos pobres del siglo XXI serán los excluidos de la era digital e informática, y que pretende utilizar los beneficios de la tecnología para tener un gobierno más abierto, trasparente y menos corrupto. En el contraste entre un Ricardo Anaya que constantemente habla del futuro con un Andrés Manuel López Obrador que no cesa de hablar del pasado, la decisión debiera ser sencilla.

Desde luego, Ricardo Anaya no es un político ni una persona perfecta. Sus votantes lo sabemos. La imperfección de Ricardo Anaya es uno de sus rasgos más democráticos frente a López Obrador cuyos seguidores ven como una deidad. La imperfección llama al cuestionamiento propio de las democracias, la deificación engendra incuestionabilidad propia de las dictaduras. La decisión no parece difícil: entre un hombre que promete un cambio colaborativo con visión de futuro y la de un hombre que se quedó atrás y que quiere que todos compartamos su nostalgia del pasado como la única era que entiende.

Por todo esto y más, creo que Ricardo Anaya ofrece la opción que México necesita en este momento y cuenta con mi voto para Presidente de la República.