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El Alma de los Hombres – Juristas UNAM

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El Alma de los Hombres

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Por Óscar E. Gastélum:

 

“Even from the abyss of horror in which we try to feel our way today, half-blind, our hearts distraught and shattered, I look up again and again to the ancient constellations that shone on my childhood, comforting myself with the inherited confidence that, some day, this relapse will appear only an interval in the eternal rhythm of progress onward and upward.”

― Stefan Zweig

A menos de dos semanas de que Andrés Manuel López Obrador tomó posesión cómo presidente de lo que queda de México, el país está sumido en el caos y la incertidumbre. Los tenedores de bonos de lo que iba a ser nuestro nuevo aeropuerto revolotean como zopilotes alrededor de las finanzas públicas (y ese es apenas el primero de los problemas que tendremos que enfrentar gracias a la cancelación del NAICM); el poder judicial se tambalea ante una andanada de ataques y descalificaciones groseras orquestadas por un demagogo que, obstinado en transformarse en un autócrata sin contrapesos, atiza el resentimiento de la plebe y lo encauza en contra de uno de los tres poderes de la Unión; los propagandistas del régimen siguen escupiendo mentiras, veneno, hiel y lambisconería rastrera, al tiempo que reciben jugosos huesos como premio por sus abyectos servicios; diariamente contemplamos con impotencia el desmantelamiento irresponsable y sistemático del Estado mexicano; los inversionistas huyen con millones y millones de dólares de un país que súbitamente se volvió inestable y riesgoso; los burócratas de todos los niveles sucumben al desánimo ante el maltrato al que los están sometiendo; la violencia no cesa frente a las ocurrencias y los disparates de las nuevas autoridades, ni ante los chanclazos de las madrecitas. Y un interminable etcétera de errores imperdonables y peligrosos despropósitos se van acumulando con el paso de los días.

Como si todo esto fuera poco, cada mañana, muy tempranito, el demagogo se para frente a un puñado de desdichados reporteros y, enfundado en un traje arrugado y horroroso, baña a la nación en un viscoso vómito de mentiras, necedades y desvaríos que, de ser pronunciados por un ciudadano común, lo llevarían inevitablemente al manicomio. La situación es tan opresiva e irrespirable que mucha gente empieza a presentar signos de estrés postraumático y agotamiento emocional, algo insólito para un sexenio tan ridículamente joven. Y no, ese ejército de gente harta y asqueada ante la nueva realidad nacional no está compuesto por corruptos y sinvergüenzas aterrados ante una revuelta justiciera que amenaza con destruir sus privilegios y transformar el país para bien (de hecho ellos no podrían estar más tranquilos), sino por ciudadanos ejemplares que alguna vez soñaron con vivir en una patria más justa, libre, segura y moderna. Y que quisieran seguir construyendo un país plenamente democrático, un Estado de derecho con instituciones sólidas, capaces de combatir la corrupción y la impunidad, con servicios públicos de primera categoría que ayuden a cerrar la brecha entre ricos y pobres, y con un justo equilibrio entre libertad e igualdad de oportunidades. Gente que alucinaba la ineptitud, la pusilanimidad y la corrupción impúdica de Peña Nieto, pero que sabe muy bien que la autocracia que están construyendo el demagogo y su secta será muchísimo peor que lo que hemos vivido en este par de décadas de imperfecta e incipiente democracia.

Pero eso es precisamente lo que quiere el demagogo: desanimarnos y envenenarnos. Sepultarnos bajo un pesado alud de imbecilidad, locuras y mentiras. Atosigarnos con fealdad e insultos constantes a nuestra inteligencia. Agotarnos mentalmente. Convencernos de que su movimiento es una aplanadora invencible y de que cualquier tipo de resistencia es inútil. Volver la atmósfera irrespirable para que salgamos huyendo rumbo al exilio o nos refugiemos en la pasividad, la indiferencia, el cinismo y la apatía. Por eso hay que estar preparados y defendernos de sus tácticas. Pues no estamos frente a un mal gobierno común y corriente, como tantos que hemos padecido y sobrevivido en el pasado, sino ante un régimen potencialmente maligno, que podría precipitarnos al abismo y provocar una catástrofe de dimensiones apocalípticas. Es por ello que ni el apaciguamiento ni el colaboracionismo son opciones honorables o viables frente a un personaje como López Obrador. ¿Cómo podemos entonces enfrentarlo eficazmente? Para empezar, tenemos que impedir que el demagogo monopolice nuestra atención y nuestro tiempo. Debemos recordar constantemente que a pesar de los pesares la vida sigue siendo hermosa y digna de ser vivida, y buscar refugio en nuestros seres queridos y en nuestras pasiones: el arte, los viajes, el amor, la belleza, el deporte y todo lo que le dé sentido a nuestra existencia, y que las destructivas pezuñas del demagogo no puedan tocar. Esos respiros cotidianos son indispensables para cargar pilas y seguir combatiendo sin cuartel a este repelente y peligroso régimen.

En segundo lugar, tengamos bien presente que lo que estamos defendiendo son valores y principios sagrados e invaluables, lo mejor de nuestra civilización. Pues lo que está en juego es nada más y nada menos que la continuidad del proyecto ilustrado, hoy amenazado por la reacción y el obscurantismo de la postverdad. Nuestro deber es reivindicar la razón, la decencia, la democracia, la libertad, la verdad, el imperio de la ley, la dignidad humana, la belleza, la excelencia, el humor y la sabiduría. Y soñar con un futuro mejor, no con un pasado idealizado e irrepetible. Cuando nos sintamos desmotivados o alicaídos, pensemos en el infierno que debe ser trabajar como propagandista de López Obrador, tener que salir diariamente a justificar lo injustificable y tratar de defender, con las armas de la razón, a un ser irracional que medra con el caos y la mentira. Imaginemos lo que deben sentir quienes sacrificaron su reputación y su honor en el altar de un demagogo narcisista y cavernario. No puedo ni siquiera imaginar semejante tortura.

Y por último, tenemos que divertirnos defendiendo nuestras convicciones y luchando contra este régimen fascistoide. Sí, lo que está en juego es el futuro de nuestro país y del mundo moderno, pero lúdico no es sinónimo de frívolo ni antónimo de serio. Y es que la resistencia contra el demagogo y su secta será fresca, transgresora, irónica, divertida, juvenil e irreverente o no será. Nuestros rivales tienen por delante la pesadillesca tarea de defender a un anciano mitómano, reaccionario y todopoderoso. Nosotros tenemos la razón y la verdad de nuestro lado y todo el arsenal de la rebeldía a nuestra disposición. Ellos son los nuevos voceros del sistema, tan grises, mendaces, corrompidos y vomitivamente lambiscones como los viejos. Mientras que nosotros irradiamos el seductor y glamoroso halo de la subversión.

Sí, hoy por hoy la imbecilidad maligna y destructiva del demagogo, que está organizando una ceremonia new age para pedirle permiso a la “madre tierra” de destruirla y que acaba de pagarle sus favores electorales a Elba Esther Gordillo poniendo el futuro de millones de niños en sus garras, luce tan invencible que tiene hundida en una profunda depresión a mucha gente noble y decente. Es comprensible, pero no podemos olvidar que el mundo moderno ya ha atravesado por crisis tan o más peligrosas que esta. Imaginemos, por ejemplo, el nivel de desesperanza que sentía un ciudadano con nuestros valores a principios de 1933, cuando la civilización, cercada por dos monstruos totalitarios, parecía condenada a ser devorada por las tinieblas. Sin embargo, el mundo democrático y moderno no solamente sobrevivió a aquel infierno, sino que emergió fortalecido de la pesadilla. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para que ese triunfo de la luz sobre la obscuridad se repita en nuestros días. Pues como dijo el inmortal Thomas Paine:

«Estos son los tiempos que ponen a prueba el alma de los hombres. El soldado de verano y el patriota de tiempos tranquilos se abstendrán de prestar servicios a su país; pero el que puede resistir ahora merece el amor y agradecimiento de hombres y mujeres. La tiranía, como el infierno, no es fácil de vencer; pero tenemos este consuelo: que cuanto más duro es el conflicto, tanto más glorioso es el triunfo. Lo que nos cuesta poco, lo estimamos también en poco: es sólo lo que nos cuesta lo que da a cada cosa su valor».

Ojalá que estemos a la altura de las circunstancias. Feliz Navidad y que en 2019 veamos el principio del fin de esta tenebrosa era de barbarie y locura global…