Qué decirle al mundo

Por Isabel Hion:

De Words are my matter: Writings about life and books, de Ursula K. Le Guin, rescaté una oración que quisiera recrear para esta ocasión: el oficio de la escritura ha pasado a ser algo de tinte político; es necesario que los escritores de hoy en día luchen por el derecho y la libertad de escribir de las futuras generaciones. Suena a algo orwelliano, explicar el por qué está de más, sobre todo en países donde sabemos que la libertad de prensa es un animal mítico. El oficio de la escritura ha pasado de ser un mero lujo con el cual entretener al lector, y se ha convertido cada vez con mayor fuerza en un escaparate para comunicar ideas, para expandir la mente, por saber qué hay más allá de lo que conocemos, permitirnos sentir.

¿Qué le decimos al mundo? Aún existen esos seres que, desde un ego probablemente desubicado, deciden aconsejar o casi obligar a los escritores potenciales, sobre qué es bueno escribir, de qué manera hacerlo y por qué. Si no, mejor ni siquiera intentarlo. Me pregunto cuántas personas que conocí cuando tenía 21 años, y que en nuestra adolescencia jurábamos seríamos el parteaguas literario, sepultaron sus deseos por escribir y los limitaron a un trabajo infeliz, a talleres literarios donde semana a semana alguien soba sus heridas.

¿Vale la pena escribir en un mundo que se cae a pedazos? ¿Cómo encaramos al mundo y hablamos de él sin que el oficio de escribir deje de parecer un lujo? Si nos ponemos a pensar en todo por lo que tuvo que pasar George Orwell por decirnos qué estaba pasando, cuál era el mundo que él vivía y que él visualizaba sería realidad en unos cuanto años, podemos pensar que sí importa escribir. No lo hacemos sólo para satisfacer nuestro ego. Se escribe también porque sabemos que el mundo necesita saber qué piensan los demás, qué sienten en otro lado del mundo, qué está sucediendo, cómo podemos expandir nuestras limitaciones mentales para dar pie a pensar un poco mejor, con un poco más de lucidez, con mayor entendimiento de lo que significa realmente pensar, debatir, comprender.

El mundo necesita esas voces pobres de ego desubicado para que recordemos cuánto nos hace falta ir hacia adelante, jamás hacia atrás, y que esa forma de ver la escritura cada vez está más caduca y obsoleta. Creo que el mundo ya no necesita ese perfil de escritores e intelectuales que le apostaron a una vida de puro pensamiento y cero corazón. El mundo se derrumba cada vez más, de manera más silenciosa, y las personas decidimos todos los días continuar desde nuestra trinchera, o bien, voltear alrededor y hacer algo, porque todos somos parte del mismo mundo y del mismo tiempo. El mundo necesita que la gente escriba, que la gente hable y se comunique, porque el mundo necesita que la gente se entienda entre sí de una vez por todas. Nos urge entendernos. Nos urge dejar de ver el mundo desde nuestras verdades, desde nuestra educación cada vez más marchita. ¿Qué le decimos al mundo? Dile lo que sea, pero ya no desde el odio, ni de la intolerancia disfrazada de progresismo. ¿Qué es la escritura? Puedes verla como un lujo, como un don con el que naciste para que el mundo se dé cuenta de tu magnificencia y de tu enorme talento. O bien, podrías decidir decir algo. Cualquier cosa, si es que eso permite que alguien en alguna parte del planeta se sienta menos solo, menos incomprendido, menos confundido: más libre, más entero.