Por: Bvlxp
El mundo tiene el suficiente potencial de romperte el corazón a cada instante como para encima estar de mirón en todas las atrocidades que Internet nos pone a la mano y de las que de otro modo no nos enteraríamos y tendríamos una vida, quizá, más llevadera. Caminar por la calle e interactuar con nuestros semejantes es riesgo suficiente como para encima estar viendo a unas señoras ricas maltratar a policías desde el peor clasismo mexicano, o a un energúmeno golpear hasta la saciedad al portero de su edificio vaya usted a saber por qué, o ver a seres enajenados y enloquecidos de placer maltratando animales. Me los puedo ahorrar; el mundo es lo suficientemente horrible de por sí.
Así que no me animo a ver el video de la nueva protagonista de la infamia en Internet: la famosa #LadyChiles. No necesito ver el video para enterarme de qué va: el reflejo de la peor mentalidad de la clase media-alta que considera al personal a su servicio indigno de respeto alguno, guiada por un sentido de merecimiento acerca de sus ínfimos méritos. El sentido de merecimiento en este caso llega al grado tal que la señora decidió compartir el video en Facebook segurísima de que no encontraría sino apoyo ante tal atraco. Felizmente, lo que la señora encontró fue escarnio e indignación en la mayor parte. Algo de la sociedad mexicana aún no se pudre por completo.
Así que el video de la señora de los chiles nos muestra a una ama de casa mexicana dispuesta a humillarse humillando a otro por lo que ella entiende es robo. Vale subrayar que lo ridículo y lo atroz del asunto es que estamos discutiendo por comida, lo cual hace cualquier consideración del tema mucho más indigna. La trabajadora doméstica probablemente quería compartir con su familia el platillo que ella misma había preparado. ¿Es en serio que a esto hemos llegado?
Conviene rescatar lo que hay detrás del video para que no todo se quede en una anécdota infame más: nuestra relación con el personal doméstico. Es común que en México se piense que el personal doméstico no tiene derechos y que es suficiente proveerle de casa y alimentación, además de un salario. Nada más lejano de la verdad. Conforme México ha transitado más lejos del autoritarismo y del paternalismo priísta del siglo pasado, el gremio de los trabajadores domésticos ha empezado a ejercer con más ahínco los derechos que la Ley Federal del Trabajo le otorga: derecho a la seguridad social; derecho a un descanso de por lo menos día y medio a la semana; derecho a un descanso diario ininterrumpido de nueve horas y a un descanso de tres horas entre las actividades de la mañana y las de la tarde; a ser tratado con respeto y consideración, y no ser maltratado de obra o palabra; a contar con una habitación cómoda e higiénica, así como con alimentación sana y suficiente; a que el patrón coopere para recibir instrucción; a seguir recibiendo su salario hasta por un mes en caso de padecer una enfermedad no relacionada con el trabajo, y a recibir asistencia médica, entre otros.
Asimismo, en virtud de la naturaleza especial de los servicios que prestan los trabajadores domésticos, hay derechos que la ley no les otorga como sí lo hace con otros: el derecho a que el patrón aporte a su cuenta del Instituto del Fondo Nacional de Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT); a participar del reparto de utilidades; a ser reinstalado en caso de despido injustificado.
Nuestra relación con el personal doméstico navega entre lo comodino y lo infame y es heredera de un servilismo histórico que no hemos podido erradicar del todo. Tomemos episodios tan comunes como el de #LadyChiles, como una oportunidad a salir de nuestro pasmo y de nuestro abuso con aquellos que se encuentran en una posición desventajosa: o empezamos a hacernos cargo de nuestra propia dignidad, de nuestra vergüenza y de nuestro apoltronamiento, o seamos consecuentes y empecemos a hacernos cargo de nuestra propia mugre y prescindamos de un servicio que realmente no podemos ni queremos pagar.