Por Oscar Gastélum:

We, the People, recognize that we have responsibilities as well as rights; that our destinies are bound together; that a freedom which only asks what’s in it for me, a freedom without a commitment to others, a freedom without love or charity or duty or patriotism, is unworthy of our founding ideals, and those who died in their defense.

* Barack Obama

Mucho se ha escrito en los últimos días, con incredulidad y legítimo horror, sobre Donald J. Trump, el sociópata narcisista y delirante que en unos cuantos meses podría convertirse en presidente de EEUU. Pero a pesar de que esa obsesión está plenamente justificada, pues no podemos subestimar la peligrosidad inédita y el potencial destructivo del personaje, me gustaría hacer una pausa para reconocer y celebrar el excepcional carácter y el invaluable legado de Barack Obama, el hombre que ha ocupado la oficina oval durante los últimos ocho años.

Lo primero que me gustaría resaltar es el hecho de que Obama es una versión insuperable del líder democrático moderno: Un hombre brillante, culto, cosmopolita, sofisticado y educado en las mejores universidades del mundo, pero que no se ha desentendido de las necesidades de los menos favorecidos. Un líder que abriga una preocupación genuina por el bienestar de sus ciudadanos, que posee un carisma apabullante pero sabiamente dosificado, y que usa sus extraordinarias dotes oratorias para inspirar y motivar a sus gobernados, apelando a sus mejores pasiones e instintos.

Un perfil que contrasta dramáticamente con el de muchos liderzuelos contemporáneos. Sobra decir que no hay nada más alejado del temperamento y la muy humana grandeza de Obama que la ignorancia supina de un Peña Nieto o un Bush Junior, o el grotesco primitivismo de Maduro, o el narcisismo arrogante y pendenciero de Putin o Trump, para no hablar de los ridículos y bochornosos despliegues de machismo caricaturesco que caracterizan tanto al déspota ruso como al charlatán neoyorquino, dos vejetes impotentes que exhiben sus profundas inseguridades sexuales a través de sus inverosímiles poses de machos alfa.

Pero sin duda alguna la virtud más valiosa de Obama ha sido su capacidad y eficiencia como gobernante de la nación más poderosa del mundo. Pues no podemos olvidar que Obama recibió un país hundido en la peor crisis económica desde la Gran Depresión, con una tasa de desempleo superior al 10%, un déficit escalofriante y una economía en ruinas. Por si fuera poco, EEUU estaba empantanado en dos onerosas guerras en Medio Oriente y gracias a esto su imagen ante el mundo era desastrosa.

Parece increíble que tan solo ocho años después la economía norteamericana esté transformada en una locomotora imparable. Porque Obama no se conformó con evitar una segunda Gran Depresión, sino que presidió sobre la era de crecimiento económico más larga de la historia, 74 meses consecutivos, cortó la tasa de desempleo a menos de 5%, redujo el déficit a niveles históricos, produjo un boom inédito en Wall Street y rescató a la industria automovilística norteamericana de una muerte inminente y potencialmente catastrófica.

Respecto a las guerras que heredó de la administración Bush, Obama cumplió su promesa de retirarse de Irak y trató de rescatar el desastre en que se había convertido la guerra en Afganistán, gracias en parte a que su predecesor la descuidó en los últimos años de su mandato. Además, Obama cambió radicalmente la estrategia en la guerra contra el terrorismo y en lugar de invadir y ocupar países enteros se concentró en atacar blancos terroristas específicos con drones, táctica que ha resultado muchísimo más eficaz y menos onerosa en pérdidas humanas y en dólares, a pesar de que muchos pacifistas trasnochados la han criticado, mofándose del Premio Nobel de la Paz que Obama recibió al inicio de su gobierno.

Por si todo esto fuera poco, Obama logró lo que todas las administraciones demócratas, desde los tiempos de Lyndon Johnson, habían intentado infructuosamente una y otra vez: Concretar una reforma de salud integral que protegiera a 40 millones de norteamericanos que carecían de un seguro médico público o privado, elevando la cobertura nacional a más del 90% de la población. Es imposible exagerar la importancia descomunal de “Obamacare”, pues los historiadores del futuro seguramente considerarán esa legislación como el éxito más importante del primer presidente afroamericano y la usarán como piedra de toque para aquilatar su valioso legado.

Por último, no podemos olvidar que Obama fue el presidente que autorizó la temeraria y heroica misión que desembocó en la muerte de Osama bin Laden, debilitó a Al Qaeda hasta transformarla en la pálida sobra de lo que alguna vez fue, evitó que Irán desarrollara armas nucleares negociando un tratado trascendental, tundió a ISIS y lo dejó al borde de la derrota, presidió sobre la legalización a nivel nacional del matrimonio igualitario e impulsó los derechos de la comunidad LGTB como nadie antes, restableció relaciones diplomáticas con Cuba (eliminando la principal excusa con la que el régimen castrista ha justificado su descomunal fracaso), regularizó la situación de los Dreamers y lideró los esfuerzos globales para combatir el cambio climático que desembocaron en el histórico Acuerdo de París.

No creo exagerar al afirmar que Obama ha sido el presidente norteamericano, no sólo demócrata, más exitoso de las últimas décadas, y que hemos sido muy afortunados al tenerlo como líder de la democracia más antigua y poderosa del planeta y del “mundo libre”, como siguen diciendo algunos románticos empedernidos. Sin importar cuál sea el resultado de la elección del próximo noviembre, y ojalá que Hillary Clinton logre evitar el Apocalipsis trumpista, lo único seguro es que el mundo entero extrañará el carisma y el firme y mesurado liderazgo de Barack Obama.

Yes, he could…