Por Isabel Hion:
Me resulta desconcertante ver la manera en que nos apropiamos y después nos desentendemos del mundo, sobre todo cuando éste siempre está en caos, y no sólo cuando nos lo hacen saber los medios de comunicación y las redes sociales. Problemas migratorios han existido desde hace muchísimos años. Por otro lado, las contradicciones del ser humano como especie, y del mexicano como cultura, también han estado frente a nosotros todo este tiempo; ¿por qué brincamos hasta ahora?
Falta un grado muy básico de hermandad en nuestra cultura como mexicanos. No digo empatía, porque creo que de esa hay mucho; probablemente demasiada. Pero de sentir a accionar hay un puente muy importante que no solemos cruzar en la cotidianidad, a menos que sucedan hechos extraordinarios. Dígase un desastre natural, donde todos nos unimos y aportamos en lo que podemos. Pero pasan las semanas y volvemos a nuestra vida ordinaria, a no voltear al que está al lado, hasta que vuelve a pasar una tragedia que nos duele lo suficiente para que reaccionemos durante un rato otra vez. ¿Otra tragedia que nos duela? Sí, nos tiene que mover algo, porque realmente cosas horribles suceden todo el tiempo, pero mientras no nos incomode y recordemos que somos parte de eso, que vivimos en el mismo planeta, que es demasiada la injusticia, vivimos en nuestra burbuja, siempre. ¿Cuántas tragedias tenemos que vivir para recordar que, en realidad, vivimos en una tragedia constante, estén o no las redes sociales para recordárnoslo?
Y entonces, cuando destacan estas tragedias, somos los primeros en reaccionar contra quienes no son seres humanos maravillosos como nosotros: tú eres un xenófobo, un nacionalista, clasista, un algo que está mal y que muchas veces soy yo aunque no me dé cuenta, cuando no me ve Instagram ni Twitter ni Facebook. Tampoco se trata de emular la policía del pensamiento, como lo describió Orwell; pero es tan fácil ser juzgado hoy en día, sobre todo cuando muestras tus facetas más humanas. No estoy diciendo que seamos unas mierdas de persona; estoy hablando de congruencia, y de empatía incluso con quienes, por desgracia, no están tan evolucionados como tú.
Estamos muy lejos de formar una humanidad próspera si utilizamos como base códigos de comportamiento correcto y lo seguimos por el “Esto está bien, lo haré” que porque nos nace hacerlo. No se trata de “mejor no hago este comentario porque creo que es racista, y ser racista está mal, mal” y te pegas a ti mismo la manita, sino de tal vez no hacerlo porque no te pasa por la cabeza ningún pensamiento de ese tipo. Si el pensamiento está en tu cabeza, felicidades, así eres; pregúntate por qué te castigas tan duramente, te silencias, y te preocupas en señalar a quien sí dijo lo que tú sólo pensaste.
¿Cuántas personas no se llevaron a la hoguera por hacer las cosas mal? Lo estamos replicando, aunque según esta vez es por una mejor sociedad. ¿No es el mismo argumento de siglos anteriores? Nos estamos convirtiendo en una bomba de tiempo porque cada vez nos queda más claro demostrar lo crueles, lo violentos, lo inhumanos que podemos ser, desde lo más instintivo que llevamos dentro. Nos vendemos como conscientes, humanitarios… siempre y cuando esté alguien para vernos. Mientras tanto ahí sigue el terror, mientras tú escribes que te importa, que te duele, que vas a hacer algo. A nadie le importa. Haz o no hagas. Esto no es sobre ti, sino sobre un colectivo hermanado que sigue esperando su tiempo para ser.