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Las aventuras de Santi y Julen en la Iberósfera – Juristas UNAM

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Las aventuras de Santi y Julen en la Iberósfera

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Things fall apart; the centre cannot hold;

Mere anarchy is loosed upon the world,

The blood-dimmed tide is loosed, and everywhere

The ceremony of innocence is drowned;

The best lack all conviction, while the worst

Are full of passionate intensity.

William Butler Yeats


Por Oscar Gastélum

Los senadores del Partido Acción Nacional que cometieron la imbecilidad de recibir a un par de representantes de un partiducho neofascista español, para posar sonrientes junto a ellos y firmar una carta plagada de obviedades y anacronismos, le adelantaron su Navidad al régimen obradorista y a sus propagandistas, quienes siempre han tratado de caricaturizar a la oposición presentándola como un grupúsculo ultrareaccionario y apátrida, dispuesto a ofrecerle la corona de Méjico al primer extranjero que se les cruce en el camino. Pero lo más grave es que dañaron los esfuerzos que el propio PAN ha hecho durante décadas por alejarse de su tenebroso pasado, y terminar de consolidarse como un partido de centroderecha, democrático y moderno, más cercano a la democracia cristiana de Angela Merkel que al populismo fascista que se ha extendido por el mundo en los últimos años.

Y que quede muy claro, nadie le está exigiendo al PAN que se transforme en algo que no es, un partido de izquierda o progresista, sino simplemente que respete su propia evolución histórica rumbo al centro. Esa evolución que le permitió triunfar en dos elecciones presidenciales consecutivas y encabezar la transición democrática. Y hoy, cuando un demagogo demente y perverso está arrasando con el país y tratando de perpetuarse en el poder a través de una marioneta, es más importante que nunca que el PAN no se desvíe de ese camino. Es en esta hora aciaga para la República cuando Acción Nacional debe actuar con mayor madurez y generosidad, abriéndole sus puertas a todos los demócratas decentes del país, sean de derecha o de izquierda.

Hay quienes argumentan que para derrotar al lopezobradorismo el PAN debe radicalizarse. No podría estar más en desacuerdo. Para empezar, es una pésima estrategia, todos los movimientos que han logrado derrotar al populismo en los últimos años lo han hecho formando coaliciones amplias desde el centro. Concedo que frente a un enemigo tan peligroso, dañino y desleal a la democracia liberal como el obradorismo, se vale polarizar y apelar a la pasión política más intensa de nuestra era: el “negative partisanship” (esa que lleva a los electores a votar en contra y no a favor de algo). Pero el contraste que debemos plantear es entre la razón y la locura, la decencia y la vileza criminal, la ciencia y el primitivismo oscurantista, la democracia y el autoritarismo, el liberalismo y el populismo, el futuro y el pasado, y no entre la ultraderecha y la ultraizquierda. Y más allá de lo estratégico, aferrarse al centro debe ser una cuestión de principios. Porque la gran coalición ciudadana que intente destronar a esta secta criminal en 2024 debe tener como principal objetivo restaurar nuestra democracia, no reemplazar a un régimen esperpéntico por algo igual o peor. Si permitimos que esa gentuza nos envilezca y nos rebaje a su nivel, habremos perdido mucho más que una elección.

Pero afortunadamente las voces que llaman a la radicalización siguen siendo minoritarias y marginales. Ha sido bastante grato descubrir que México tiene anticuerpos muy fuertes en contra del virus fascista. Nuestras élites políticas, mediáticas e intelectuales, así como la clase media ilustrada que frecuenta Twitter, condenaron el encuentro entre los senadores y los embajadores del neofranquismo de manera prácticamente unánime. Y el hecho de que las figuras más importantes dentro del propio panismo se hayan desmarcado inmediatamente de los subnormales que organizaron el encuentro, honra al partido y confirma su talante y compromiso democrático. Habrá quien piense que en esta era de masas rabiosas el “círculo rojo” es irrelevante, pero, créanme, Obrador jamás habría logrado amasar tantísimo poder si las élites mediáticas, académicas e intelectuales hubieran cumplido con su deber de guardianes de la democracia, y si la clase media no se hubiera dejado engañar por su peor enemigo. Ojalá que algún día el sistema inmunológico de la República desarrolle defensas igual de efectivas en contra del populismo bananero. Y que nuestras élites vean a los demagogos y tiranos de izquierda con el mismo asco y recelo con el que ven a los de derecha.

Insisto en que la respuesta del PAN frente a este bochornoso incidente (desde sus expresidentes hasta sus militantes más jóvenes lo condenaron inmediata y tajantemente) fue la correcta. Pero ni los panistas ni los ciudadanos comprometidos deben bajar la guardia frente al grupúsculo de ultraderecha que operó la visita de los fascistas españoles y que sigue infiltrado en las entrañas del partido. Pues es gente que desprecia profundamente la democracia liberal y que sueña con establecer una sucursal mexicana del neofascismo global al que tanto admiran. Los conozco mejor de lo que quisiera y sé que suspiran por un Pinochet o un Franco mexicano, y que sus héroes y modelos a seguir son Matteo Salvini, Viktor Orbán, Marine Le Pen, Jair Bolsonaro y Donald Trump. Asomarse a sus cuentas de Twitter es como echarse un clavado en una letrina de ignorancia, imbecilidad, fanatismo y odio. Sus “ideas” son tan rancias y extremas que parecen una mala parodia. Y su nivel intelectual es tan paupérrimo que debería alcanzarles apenas para fundar un partido sinarquista en Pénjamo, no para susurrarle al oído al líder de los senadores del partido de oposición más importante del país. Julen Rementería debería perder su puesto como coordinador por haberse dejado embaucar por semejantes enanos. Pero a pesar de sus múltiples carencias, el peor error que podríamos cometer al enfrentar a esta gente es subestimarlos, pues en esta caótica era hasta el bufón más impresentable puede acceder al poder, y el hecho de que sean tan patéticos y ridículos no los hace menos peligrosos.

Hay quienes creen que catalogar como fascistas a Vox y a los trumpistas de tinaco es una exageración. Pero jamás he usado esa palabra a la ligera, y mucho menos ahora que he tenido que soportar que los zombis obradoristas me llamen “facho” a la menor provocación. Pero cualquier persona que haya estudiado este fenómeno sabe perfectamente que la nueva ultraderecha abreva de los mismos pozos envenenados que sus antepasados. Y que, al igual que sus abuelos fascistas, utiliza el miedo al cambio y el odio a la diferencia para atizar las pulsiones más bajas y peligrosas entre las masas ignorantes. Obviamente ya no vivimos en los años treinta del siglo XX y los neofascistas han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos. Por eso tuvieron que aprender a manejar las nuevas tecnologías con destreza y pulir su discurso, maquillando sus impulsos antidemocráticos e iliberales y reemplazando el racismo y el antisemitismo explícitos con guiños y alusiones apenas veladas que sus simpatizantes descifran fácilmente. Los nuevos camisas pardas no marchan por las calles golpeando a sus rivales, sino que pululan en las redes sociales donde usan el anonimato para intimidar y vomitar odio, envenenando el discurso público. Y los ideólogos del neofascismo lo han dejado clarísimo una y otra vez: su estrategia es presentar un rostro más o menos respetable que les permita infiltrarse por la vía electoral en las instituciones de la democracia liberal para socavarla desde dentro e ir normalizando poco a poco sus repelentes ideas. Santiago Abascal es un ejemplar perfecto de ese fascismo perfumado, acicalado y fotogénico que abraza la democracia para mejor apuñalarla.

Por último, habría que recordarle al régimen obradorista y a sus lacayos intelectuales que no tienen ni una pizca de autoridad moral para criticar o burlarse de la costosa pifia panista. Pues no sólo se han dedicado a cobijar a regímenes de «izquierda» inhumanos e impresentables, como la dictadura castrista y la narco tiranía venezolana, que han esclavizado y reprimido a sus pueblos durante décadas. Sino que además han cultivado relaciones insólitamente cordiales con las fuerzas más reaccionarias de México y el mundo. ¿O ya se les olvidó que la bestia bananera fue el candidato presidencial de la ultraderecha evangélica en 2018? ¿O que ya en el poder forjó una abyecta alianza populista con Donald Trump, un personaje infinitamente más nocivo que Abascal, y el peor enemigo externo que ha tenido México en décadas? Sí, tomarse una foto con un politicastro de ultraderecha con delirios “iberosféricos” fue un error garrafal, pero convertir a 27,000 miembros de la Guardia Nacional en una división tropical de la migra y torturar migrantes centroamericanos para complacer a un demagogo fascista, racista y antimexicano, y luego viajar hasta Washington en plena campaña presidencial para pulirle las gónadas naranjas a lengüetazos en un intento desesperado por reelegirlo, es una vileza tan grande que roza la traición a la patria.

El PAN reconoció honorablemente su error y de inmediato se disculpó con los mexicanos. Eso es lo que distingue a una institución democrática, plural y moderna de una secta criminal como la obradorista. Sigamos vigilando, criticando y exigiéndole a la oposición, pues tenemos menos de tres años para recuperar nuestro país o perderlo para siempre…