Salvando a la humanidad

Por Bernardo Esquinca:

Muchas personas se debaten entre tener o no tener hijos. Es un dilema que enfrentan incluso aquellos que no están en una relación de pareja. Antes parecía ser la regla, pero en el mundo de hoy la gente se plantea otras metas o prefiere retrasar esa responsabilidad lo más posible. “Naces, te reproduces y mueres”, ya no parece ser el lema de las nuevas generaciones.

Pero ¿qué pasaría si viviéramos en un mundo infértil, en el que ya no nacen bebés? Quizá para algunos sería un alivio, pero lo cierto es que eso marcaría el principio del fin de la raza humana. Dicha premisa es la que se plantea Niños del hombre, cinta del mexicano Alfonso Quarón. Situada en un futuro cercano, y en un mundo apocalíptico en el que las mujeres ya no pueden dar a luz, la película muestra una sociedad deprimida cuyas esperanzas y expectativas nulas han convertido a sus integrantes en una especie de autómatas ojerosos.

Sin embargo, todo cambia cuando surge la noticia de que existe una joven que ha logrado el milagro de embarazarse. Por supuesto, la muchacha se vuelve la manzana de la discordia, y así es como Theo Faron, el personaje interpretado por Clive Owen, se involucra en una misión casi suicida para salvar a la chica de intereses mezquinos.

La película, además de tenernos al filo del asiento, es una muestra del prodigioso talento de su director, que unos años más tarde sería incluso reconocido con un Oscar. Cuarón hace un despliegue técnico impresionante, con largos planos secuencias cargados de acción y virtuosismo. Siempre he creído que él es el más talentoso de los llamados “tres compadres” –junto a Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu–, y Niños del hombre deja pocas dudas al respecto.

Al final, el periplo emprendido por el atormentado Theo termina siendo no sólo un viaje hacia la redención de la humanidad, sino también a la salvación de sí mismo. Porque, como queda claro a lo largo de este filme, nadie puede rescatar a los demás si no redime primero su propia alma.