Por Alberto Sánchez.

 

El mundo nunca deja de sorprender con sus ridiculeces. Lo que en cualquier tiempo o época pudiera no tener sentido, al parecer tiene cabida en este nuevo siglo. Digo, los políticos se han ganado a pulso la fama de incompetentes, pero a veces llega a límites que muy pocos podemos justificar.

Decisiones como decidir que otra persona, por su género, se deje de reír. Así es: en Turquía, las mujeres no deben reírse en público. Esto es lo que dijo el viceprimer ministro de Turquía, Bulent Arinc, en su discurso del pasado lunes sobre la “corrupción moral” en Turquía. «La castidad es tan importante», dijo Arinc, «ellas no deben reírse en público».

¿Reírse en público colabora con la corrupción moral de la sociedad? Vaya tontería. Si bien es cierto que en esta época el feminismo se ha radicalizado a niveles tontísimos como condenar la cultura de la caballerosidad o sus campañas para no depilarse, tienen acá una de las tantas causas que valdría la pena, en serio, revisar. No solo las risas, sino la situación del otro lado del hemisferio, donde la cultura del hetropatriarcado, que tanto se repite hasta casi perder significado, es realmente condenable y salvaje.

Sin embargo, en sociedades tan restrictivas, incluso con Internet como la Turquía de Erdogan, su presidente, famoso por bloquear Youtube y Twitter por ser un caldo de cultivo de opiniones contrarias a su régimen, las mujeres encontraron la manera de manifestarse.

Los comentarios han provocado una fuerte respuesta de rechazo por parte de las mujeres en las redes sociales del país. Miles de mujeres colgaron fotos en Twitter e Instagram para protestar.

Ha habido más de 300.000 tweets con el término “kahkaha” (la palabra turca para “risa”), y con las etiquetas “La risa de la resistencia” (#direnkahkaha) y “Mujeres que resisten” (#direnkadin).

Muchas sugirieron que el gobierno debería centrarse en problemas realmente graves como las violaciones, la violencia doméstica y las bodas forzadas de niñas, en lugar de en las mujeres que se ríen en público.

A final de cuentas, lo más útil de esta nueva sociedad globalizada, es que todos nos podemos enterar de estas tonterías que antes pasaban desapercibidas. Y quizá algunas nos pasen sin que nos demos cuenta, pero creo firmemente que Internet nos ha hecho dar un gran paso. Preparados o no, ahora tenemos que escuchar a todo el mundo.

Al final, de lo que el viceprimer ministro turco no se da cuenta es que la risa de una mujer es de las mejores cosas que uno puede escuchar en cualquier momento.

 

Carpe Diem. Sowy not sowy.