Por Frank Lozano:

Finalmente renunció el artífice del último y más catastrófico error del Presidente Peña Nieto. Luis Videgaray, le deja a Peña Nieto un regalo de despedida único: ser el hazme reír mundial y una vergüenza para los mexicanos. Confirma que Peña Nieto ha sido un Presidente que escucha a pocos y que no tiene la inteligencia, ni la seguridad personal para tomar decisiones correctas. Demostró que es un Presidente emocional, de miras muy cortas y que no cuenta con la pericia para ponderar escenarios, ni medir las consecuencias de sus actos.

Peña Nieto es tonto. Dejó pasar nueve meses para intervenir ante la amenaza llamada Donald Trump. Desperdició foros. No volteó a ver las opciones diplomáticas. Calló mientras propios y extraños elevaban la voz de indignación ante los recurrentes dichos del candidato republicano. Incluso, durante la rueda de prensa conjunta, se atrevió a disculparlo aludiendo que los dichos de Trump, se trataban de malentendidos.

En su miopía, le abrió un boquete a la relación bilateral del gobierno mexicano con el actual Presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Intentó justificar su decisión, poniendo sobre la mesa un falso dilema: insultar o dialogar.

Nadie, creo yo, esperaba del encuentro una pelea de barrio. Todos esperábamos la actitud firme de un estadista. Nadie deseaba ver a Peña Nieto irse a los puños contra Trump, todos esperábamos firmeza, inteligencia, argumentos.

El falso dilema de Peña, fiel a su estilo, se trataba de un intento por engañarnos, tal y como lo confirmó al día siguiente, cuando sostuvo un encuentro con jóvenes. Presumió con bombo y platillo un cambio de formato en el informe. Efectivamente, lo hubo. El pequeño detalle, que fue revelado a las pocas horas, es que varios de los jóvenes que asistieron al dialogo con el Presidente, se trataba de personas vinculadas al PRI.

También dejó heridas en el equipo de campaña de Hillary Clinton, cuya capacidad de reacción ha ido transformando el vergonzoso episodio, en una muestra más de la capacidad de mentir que tiene el candidato republicano. Pero en los hechos, y según una medición realizada en Estados Unidos por la cadena CNN, derivado del encuentro con Peña Nieto, Trump habría rebasado a la candidata demócrata.

Al interior del gabinete también generó división. La Canciller mexicana quedó expuesta y debilitada ante la comunidad internacional y con ella, y más grave aún, la imagen diplomática nacional. Su estupidez rompió una tradición diplomática: la doctrina Estrada.

Otro error sumamente grave, fue haber hecho privada una reunión de interés nacional y por tanto, público ¿qué mejor manera de demostrarle a los mexicanos su posición, que haciéndola pública? Al hacerla privada, y tratándose de un gobierno que no goza de la confianza de la gente, dejó a la imaginación lo que ahí se dijo.

¿Eficacia del diálogo? Horas después de su reunión, Trump se burla y se jacta de sus propuesta. Ratifica: habrá muro, “uno hermoso e impenetrable y México pagará por él”. Entonces, Trump no solo no suavizó su tono, de paso, se encabronó.

Siguiente error, con un tuit, intenta remediar lo que no hizo en público y de frente. La respuesta de Trump, nuevamente, es desafiante: “veremos quien gana”.

La renuncia de Videgaray, si bien es deseada, no resolverá los problemas de fondo de la administración actual. El desgaste es terrible. La desconfianza se incrementa y el enojo de la población no cede. El Presidente se tardó en hacer ese relevo, como se tardó en diseñar una estrategia para fijar la posición de México ante los insultos y amenazas de Donald Trump.

Lo que sigue, es valorar su continuidad. Quedan dos largos años de su administración y a la luz de los hechos, se debe considerar con seriedad su renuncia. Los agravios, las muestras de corrupción, así como su ineptitud están probadas y documentadas.

Para la noche del 15, se está convocando a una manifestación para pedir la renuncia de Peña Nieto.

¿Qué mejor forma de celebrar a la patria que sacando a un traidor?