Por Ángel Gilberto Adame:
Durante su exilio en Estados Unidos, Octavio Paz Solórzano difundió el ideario agrarista por medio de La Semana, publicación que editaba desde Los Ángeles. En esa etapa, coincidió en la práctica periodística con Ricardo Flores Magón y supo de su detención por “sabotear el esfuerzo bélico” de ese país, inmerso en la Gran Guerra.
A pesar de sus diferencias ideológicas, Flores Magón sentía cierta simpatía por el zapatismo, pues consideraba que su lucha era desinteresada y genuina, aunque de corto alcance. De hecho, Antonio Díaz Soto y Gama, ideólogo zapatista, colaboró en Regeneración.
Siendo diputado en la XXIX Legislatura, Paz Solórzano se integró a la Comisión de Relaciones Exteriores. En esa calidad, expresó su preocupación por el desempeño de los cónsules. En la sesión de la Cámara correspondiente al 23 de septiembre de 1920, tomó la palabra y ejemplificó varios casos de abuso por parte de las autoridades estadounidenses: “Flores Magón está preso actualmente y se le acusa del siguiente delito: […] Publicó un artículo en su periódico ‘Regeneración’ en contra de la guerra europea; entonces se le aplicó una ley inventada últimamente en aquel país, que se llamó la ‘ley de espionaje’, y por aquella ‘ley de espionaje’, por un artículo de periódico se encerró a aquel compatriota nuestro y está sentenciado a veinte años de prisión […] ¡por un artículo de periódico!”.
Casi al término de su discurso, instó: “En vista de este estado de cosas en el país vecino y en vista de que en todos los países de la tierra se procura siempre por los gobiernos la protección de los ciudadanos, nosotros […] hemos considerado que la actuación de los cónsules en los Estados Unidos no obedece a la misión que tienen que cumplir conforme a la ley; que aquellos nuestros compatriotas sufren en las prisiones por delitos políticos penas tremendamente grandes, hemos hecho la proposición para que se excite a la Secretaría de Relaciones a que haga algo en favor de esos nuestros desdichados compañeros”.
Al día siguiente, se dio cuenta de un escrito firmado por el diputado Paz, entre otros, en el que se exhortaba al Ejecutivo a tomar “medidas conducentes para aliviar la situación de los mexicanos que se encuentran presos en los Estados Unidos […] y especialmente para que se gestione la libertad de […] Ricardo Flores Magón”.
Muchas voces se sumaron a esta causa, entre ellas la de Nicolás T. Cabral, quien el 3 de noviembre envió una carta al recinto legislativo en la que describía a detalle la situación por la que atravesaba Flores Magón. En ella, detallaba su condena en la cárcel de Leavenworth, Kansas. Sobre su estado de salud, comentó que además de reumas y diabetes padecía glaucoma y cataratas, por lo que, según los médicos, estaba condenado a perder la vista. Por último señaló: “Si los hombres que componen el nuevo Gobierno mexicano abrigan sentimientos de justicia, si representan las aspiraciones de un pueblo que por diez años ha derramado su sangre por emanciparse de la tiranía y la miseria, no dudo de que seguirán adelante los esfuerzos principiados para reparar tanta injusticia infligida a estos hombres, a quienes las generaciones futuras admirarán”.
A las pocas semanas, los agraristas exigieron que, además del apoyo jurídico, se otorgara a Flores Magón una pensión consistente en dos dólares diarios. Esta última iniciativa no alcanzó a aprobarse en ese periodo de sesiones.
Al enterarse de las gestiones que se hacían a su favor, el anarquista envió un entrañable mensaje a Cabral, donde le compartía su sentir respecto el apoyo que había recibido de distintos sectores políticos y obreros. Sin embargo, puntualizó su criterio moral:
Agradezco los sentimientos generosos que impulsaron a la Cámara de Diputados a acordar dicha pensión. Ellos tienen razón porque creen en el Estado y consideran honesto imponer contribuciones al pueblo para el sostenimiento del Estado; pero mi punto de vista es diferente. Yo no creo en el Estado; sostengo la abolición de las fronteras internacionales; lucho por la fraternidad universal del hombre; considero el Estado como una institución creada por el capitalismo para garantizar la explotación y subyugación de las masas. Por consiguiente, todo dinero obtenido por el Estado representa el sudor, la angustia y el sacrificio de los trabajadores. Si el dinero viniera directamente de los trabajadores, gustosamente, y hasta con orgullo, lo aceptaría, porque son mis hermanos. Pero viniendo por intervención del Estado, después de haber sido exigido —según mi convicción— del pueblo, es un dinero que quemaría mis manos y llenaría mi corazón de remordimiento.
Mis agradecimientos a Antonio Díaz Soto y Gama en particular y a los generosos diputados en general. Ellos pueden estar seguros de que con todo mi corazón aprecio sus buenos deseos; pero yo no puedo aceptar el dinero.
Su actitud contribuyó a que creciera el movimiento a favor de su excarcelación. Ante la presión, el gobierno del presidente Harding lo exhortó a que manifestara arrepentimiento, a lo que contestó:
No puedo aceptar su sugestión. La indiferencia con que los trabajadores ven mis sufrimientos, no me autoriza a envilecerme. […] Ellos tienen el derecho de dejarme en las garras de sus enemigos; pero eso no me da a mí el derecho de enlodar mis ideales, que no otra cosa sería balbucir mi arrepentimiento, cuando mi corazón y mi conciencia me gritan que he obrado bien; que he cumplido con mi deber como miembro de la familia humana.
Ricardo Flores Magón falleció en su celda el 21 de noviembre de 1922[i]. Los agraristas solicitaron que sus restos fueran trasladados a suelo nacional, pues asumieron que su movimiento podría alimentarse de su espíritu libertario. Soto y Gama expresó: “Apenas puede uno creer que exista en los labios de un hombre tan radical y tan vehemente como Flores Magón; casi la videncia del político, la videncia del estadista […] Todo lo previó este hombre: previó que la conquista de la tierra era la base de todas las demás libertades y que conquistada la libertad económica del campesino, sobre esa libertad se edificaría todo el edificio revolucionario”.
Muchos años después, el hijo del diputado Paz, al referirse a Flores Magón, dijo que fue “uno de los hombres más puros del movimiento obrero mexicano”.
[i]El 3 febrero de 1926 se publicó en el Diario Oficial el decreto por el que se concedió una pensión de dos pesos con cincuenta centavos diarios a la señora María V. viuda de Flores, mientras no cambiara su estado civil, e igual cantidad al menor Ricardo Flores Magón en tanto alcanzara la mayoría de edad.
NOTA: Una primera versión de este texto se publicó en Letras Libres