Otra casa, la misma historia

Por Frank Lozano:

Mi casa, ya no es tu casa

El periódico The Wall Street Journal, dio cuenta de una nueva propiedad del Presidente Enrique Peña Nieto, adquirida a una empresa que, desde el año 2005 y hasta el año 2011 ganó concursos millonarios en el Estado de México, justo en el período en que  Peña fue gobernador de la entidad.

La empresa en cuestión es CUISA y su propietario es Roberto San Román. Las similitudes con el caso previo de la famosa Casa Blanca comprada al grupo HIGA son escalofriantes.

Un medio internacional da a conocer el hecho. El Presidente hace mutis. Algún lacayo sale a desmentir y se acabó.

HIGA y su propietario son cercanos a Peña Nieto. Por lo que la empresa ha sido beneficiada con contratos por miles de millones de pesos. CUISA y su propietario, son cercanos a Peña Nieto. Tan solo en los seis años de su gobierno en el Estado de México, a esta empresa se le adjudicaron contratos por 107 millones de dólares.

Y no es que uno se oponga a la amistad, eso sería una monstruosidad, pero sí resulta sospechoso que empresas que, al menos en el plano federal no habían ganado licitaciones, tras el arribo de Peña Nieto, súbitamente lo hagan y a gran escala.

Para colmo, el vocero presidencial, Eduardo Sánchez, en un alarde de justiciero automático, sale a esclarecer que no hay nada malo en ello. Nos cuenta una historia familiar muy bonita del Presidente Peña Nieto con el empresario en cuestión, y asunto arreglado.

¿Para qué un estado de Derecho cuando un vocero puede dictar sentencias absolutorias o establece qué se puede investigar y qué no? ¿Para qué queremos un poder Judicial, magistrados, jueces, procuradores de justicia, institutos de transparencia o del combate a la corrupción? ¿Para qué queremos una oposición que una vez más calla ante un hecho francamente alarmante? ¿Para qué necesitamos medios de comunicación que a lo mucho harán una breve mención del asunto sin cuestionarse nada?

Mientras eso pasa se consuma el acto de cinismo. Se normaliza lo chueco. Se nos educa para asumir que así son las cosas. Se nos enseña que en México no hay consecuencias. Se ratifica la máxima del que no tranza no avanza.

Por otra parte, hay otro país en resistencia. Uno que no está dispuesto a olvidar. Uno que toma calles, que genera debate en las redes, que disiente. Es otro país, uno muy complejo y a veces disímbolo, que se ha articulado a partir de diferentes temas, todos ellos, unidos por el rechazo a la realidad política nacional.

En ese país, que cohabita con el otro, no hay espacio para más impunidad, ni para más escándalos, ahí queremos vivir.