Nuevo modelo educativo nacional: una de cal

Por Frank Lozano:

El pasado lunes trece de marzo, el gobierno federal presentó el que será el nuevo modelo educativo nacional. En el papel, se trata de una medida acertada y sobre todo necesaria, que se había tardado en llegar.  En una encuesta realizada por Parametría, un 65 por ciento de los mexicanos se manifestó a favor de un cambio del modelo educativo.

El sistema que está por jubilarse y del cual, en una u otra medida, todos somos víctimas, goza de una pésima reputación. Fue un sistema concebido para embutir información, no para desarrollar el pensamiento. Es un modelo uniforme, que niega de facto las distintas posibilidad que tiene un individuo para desarrollar conocimientos o acceder a ellos. Se trata de un modelo heterogéneo que deja muy poco o nulo margen al reconocimiento de las singularidades y particularidades culturales, de las cientos de regiones e identidades que coexisten en el país.

Fue el modelo que perpetuó la imagen del maestro como un sabelotodo que dictaba cátedra y al cual nadie podía interpelar. Se trata de un modelo temeroso, que no pone ni expone a los alumnos en contacto con la diversidad. Un modelo que no tiende puentes con la realidad a la que los egresados eventualmente habrían de enfrentar. Un modelo que generaba autómatas, no personas con herramientas para transformar su entorno.

El nuevo modelo busca revertir estos viejos conceptos. Pretende desarrollar en el alumno la capacidad de resolver problemas. Aprovechará las nuevas tecnologías. Tendrá un componente bilingüe. La currícula académica estará debidamente encadenada para garantizar la progresión y vinculación del conocimiento a lo largo de las distintas etapas formativas.

Será más flexible y más horizontal. Permitirá que las escuelas gocen de más autonomía curricular para que ciertos contenidos reflejen sus particularidades. Se vincula el desarrollo docente a la evaluación. Se permitirá la exploración de distintas estrategias de enseñanza. Manifiesta un claro compromiso con la equidad y la inclusión y finalmente, hace una apuesta por desarrollar esquemas de gobernanza que garantizan la participación social.

Como toda innovación, el nuevo modelo educativo no estará exento de un proceso de implantación complejo. Por lo general, las resistencias al cambio suelen provenir de adentro.

El gran desafío del gobierno federal es lograr que la base magisterial compre la apuesta y dimensione los beneficios que este modelo le dará al país a corto plazo. En este punto, los sindicatos juegan un papel fundamental. Y en México, la historia nos ha enseñado que los sindicatos utilizan su poder para fines distintos a la defensa de los trabajadores; son políticamente pragmáticos, reducen su capital social y político a los intereses del poder, son plataformas de enriquecimiento de líderes sin escrúpulos.

En paralelo a la transformación cultural del magisterio, el gobierno federal debe solventar los problemas políticos con los maestros disidentes. Debe también atender los rezagos en infraestructura y reducir la desigualdad en el acceso a la educación.

En este tema, no se puede permitir medrar políticamente. Este podría ser el verdadero inicio de una transformación de fondo para la nación. Por esta vez, concedamos un voto de confianza a los promotores, el nuevo modelo educativo, es una de cal, por tantas de arena.