Por Frank Lozano:
En el momento en que se recrudece el conflicto Palestino-israelí, el primer mandatario judío, Benjamín Netanyahu, detonó una de esas bombas que no matan, pero encienden innecesariamente el clima político de la región.
Los dichos del primer ministro, sugerían que, detrás de la «solución final» hitleriana, estuvo la influencia de un líder palestino de su época. La declaración es torpe y ofensiva contra la Shoá misma.
Es un exabrupto que solamente se puede explicar como un acto desesperado de un político desesperado. La declaración no abona a Israel, al contrario, da pie a que ciertos medios, pero sobre todo, los propagandistas de los palestinos, sigan demonizando la imagen del estado judío.
En cierto sentido, la democracia israelí está bajo ataque. La estrategia de Hammas, como siempre, es burda y cobarde. Pone como objetivo central al individuo común. Lleva su guerra a la cotidianidad. Siembra el terror ahí donde antes había comunidad. Busca destruir la confianza de los residentes judíos y de sus familias. Busca desmoralizar y de paso incrementar la larga lista de mártires de su causa.
Lo extraño es que Netanyahu sabe eso. Netanyahu sabe que una cosa es lo que pasa y otra muy diferente es lo que Hammas quiere que se perciba. Por cada asesinato de un judío, tiene la oportunidad de obtener un encabezado sensacionalista en algún medio, que victimice al atacante y demonice al que acaba con él.
Desde hace al menos una década, las distintas derechas europeas han ido creciendo. Hoy, Europa parece internarse lentamente en la noche de la intolerancia. El fenómeno de la migración está despertando en muchos europeos un sentimiento negativo. En ciertos casos, ese sentimiento negativo se ha traducido en acciones violentas.
El mundo está en estado de contemplación, mientras los dramas de la vida y de la muerte suceden en el mar Mediterráneo. Mientras la desesperación inunda las fronteras y nos brinda hermosas pero aterradoras imágenes, ya no del futuro, sino de un presente con evidentes señales de descomposición.
En ese contexto se da el error de Netanyahu. En un momento en el que las intolerancias crecen, se agrupan y se incitan, como parte de un espectáculo político, como por ejemplo, el que está dando Donald Trump en Estados Unidos.
Si bien las declaraciones de Netanyahu han sido matizadas y rápidamente tomarán su lugar en el anecdotario, nos recuerdan que un error puede potenciar el odio y dar pie a que los extremistas tengan excusas para actuar.
A Israel y Palestina les esperan días difíciles. Algunos estarán contentos al ver que las provocaciones de los terroristas están funcionando. Se alegrarán, les saldrá espuma por la boca cada que puedan hablar de, la asimetría entre Estados, de la «perversidad» de los judíos y de los pobrecitos terroristas que con palos y piedras defienden su dignidad.
Netanyahu es un militar experimentado y un político duro, a ver si en esta ocasión la experiencia y la dureza se transforman en pericia y sensatez.