Por @Bvlxp:
Mucho se ha hablado de la valiente faena del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ante el mitin que los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) montaron afuera de su oficina de Bucareli la semana pasada. El Secretario, en sus ya famosas mangas de camisa, salió a un templete no exento de riesgos personales y políticos. El Secretario Osorio quiso atajar un movimiento con potencial de crecer con astucia política y con arrojo. La apuesta está a punto de salirle muy cara y quizá termine por verse forzado a ser menos intrépido y más enérgico, en un momento en que el ambiente político del país alcanza unos niveles de tensión sin precedentes para esta administración.
El movimiento de los estudiantes del IPN empezó con tres demandas muy claras: cancelación del nuevo reglamento interno, cancelación de los nuevos planes de estudio y destitución de la Directora Bustamante, quien impulsó esos cambios aparentemente sin consensuarlos del todo al interior de la institución y mucho menos con los responsables de la política educativa e interna del gobierno federal. Sin entrar al análisis de los méritos de las peticiones estudiantiles, éstas son concretas y fáciles de cumplir. De hecho, incluso antes del mitin del martes 30 de septiembre a las puertas de Gobernación, dos de ellas ya estaban cumplidas: reglamento y planes de estudio habían sido cancelados. En un lance de cinismo político, el Secretario de Gobernación detuvo la renuncia de la Directora presentada el mismo día de esa reunión callejera para tener algo que ofrecer a los estudiantes en la siguiente cita pactada para el viernes de esa misma semana. Puntualmente, el Secretario de Gobernación, desde luego con la anuencia del Presidente Peña, les entregó a los estudiantes la renuncia de la Directora. Con esto el gobierno federal, no muy proclive a la ingenuidad política, pareció dar por zanjado el problema.
Muy pronto, las cosas empezaron a torcerse: los estudiantes, quizás atolondrados por el allanamiento del gobierno a sus demandas, decidieron que de ninguna manera un sí rotundo era aceptable y hoy parecen estar dispuestos a echar por la borda todo lo ganado. Al escribir estas líneas, los estudiantes del IPN parecen decididos a malgastar el capital político ganado por haber conducido sus protestas de manera pacífica y respetuosa, a perder la buena imagen y la simpatía que en general su movimiento goza entre la opinión pública, es decir, a no saber ganar, exigiendo que el gobierno aclare cuándo exactamente va a cumplir con el resto de su pliego petitorio, exigiendo respuestas concretas a demandas abstractas.
Si el movimiento de los estudiantes del IPN fuera puro, cumplidas las tres demandas que le dieron origen, las clases debieron de haberse reanudado el lunes pasado sin mayor novedad. Sin embargo, el pliego petitorio está repleto de taras y necedades propias del parlamentarismo estudiantil: “democratización del IPN”; “fundar un Congreso para definir el rumbo de la institución”; “destinar el 2% del PIB a la educación”. El que un movimiento legítimo (que sea sabio es otra cosa) comience a hincharse con pretensiones que nada tienen que ver con sus motivos originales, es señal de una sola cosa: el movimiento ha sido politizado profesionalmente y busca otros fines que ya no son propiamente académicos sino que tienen que ver con el ambiente político imperante en el país.
Si por algo se ha distinguido la administración del Presidente Peña Nieto ha sido por ser profundamente pragmática y adversa a los riesgos. En los albores de este problema resultaba claro que jamás daría la batalla por la pertinencia de un plan de estudios o de un nuevo reglamento en una institución educativa, y mucho menos por salvar a un funcionario menor como lo es la Directora del IPN. En ese sentido, en esta administración impera el cinismo y el más frío análisis de costos y consecuencias: el gobierno definitivamente no iba a pagar el costo político de modernizar el IPN a costa de lo que fuera. Si los estudiantes no quieren y van a dar problemas, que las cosas se queden como están y allá ellos para bien y para mal.
Otra cosa será si el movimiento es infiltrado por los políticos profesionales (como los de MORENA) y se busca crear sinergias con otros problemas políticos surgidos de asuntos estudiantiles como el caso de la escuela rural de Ayotzinapa y lo ocurrido en Iguala. Ojalá que los estudiantes del IPN comprendan que ésta ya la ganaron completa; que no se monten en su quimera de la educación plebiscitaria o se sienten en la calle a esperar a que Osorio salga con un cheque por el monto equivalente al dos por ciento del PIB endosado a nombre del movimiento. Ojalá que a estos chicos no les gane la ingenuidad y que no se presten a ser carne de cañón de intereses oscuros y que rebasan con mucho sus fuerzas y su entendimiento.