Narciso y la Maestra

Por Óscar E. Gastélum:

“The narcissistic orientation is one in which one experiences as real only that which exists within oneself, while the phenomena in the outside world have no reality in themselves, but are experienced only from the viewpoint of their being useful or dangerous to one. The opposite pole to narcissism is objectivity; it is the faculty to see other people and things as they are, objectively, and to be able to separate this objective picture from a picture which is formed by one’s desires and fears.”

—Erich Fromm

Le propongo un ejercicio, estimado lector: párese frente al espejo y repita las siguientes palabras viéndose fijamente a los ojos: “Soy un personaje destinado a hacer historia. Soy tan excepcional que sólo yo puedo acabar con los numerosos y complejos problemas de mi patria, y ni siquiera necesito rodearme de intelectos privilegiados o diseñar sesudas políticas públicas, mi sola presencia bastará para solucionarlo todo”. ¿Listo? ¿Se sintió tan ridículo como yo al hacerlo? No se preocupe, es normal, cualquier mente sana se sentiría abochornada al emitir semejante idiotez. Ahora imagine que alguien más dijera eso en su presencia, y que lo dijera sin asomo de ironía y claramente convencido de su sobrehumana excepcionalidad. No sé usted, pero lo primero que yo pensaría de esa persona es que está chiflada y me produciría una desconfianza instantánea.

Desgraciadamente, treinta millones de mexicanos no sintieron esa sensata suspicacia ante un demagogo narcisista que los embaucó con la vacua promesa de que transformará al país mágicamente, con su sola y providencial presencia. Y es que Andrés Manuel López Obrador arrasó en la elección presidencial sin ofrecer una sola propuesta seria o viable para resolver los problemas que más le preocupaban al electorado. Tomemos como ejemplo el caso del combate a la corrupción, pues el demagogo tabasqueño lo presentó como la panacea que curaría absolutamente todos nuestros males. Para confirmar lo que digo basta con recordar su exasperante participación en los tres debates y su ridícula insistencia en que “combatiendo la corrupción” se arreglaba todo: desde el insomnio hasta el desamor, pasando por la hostilidad de Trump hacia México.

Pero ¿qué propuso exactamente el demagogo para acabar con ese cáncer que, según él, es la fuente de todos nuestros problemas? Barrer de arriba hacia abajo unas escaleras imaginarias, gobernar con el ejemplo y… eso es todo. Poco importa que los expertos y toda la evidencia disponible sugieran que para combatir en serio la corrupción es indispensable crear instituciones sólidas y autónomas y romper el pacto de impunidad que ha transformado a nuestra clase política en una hermandad criminal sin distinción de partidos. El demagogo está tan convencido de sus poderes mágicos y de su milagrosa grandeza que decidió que no sólo no seguiría esa sensata receta sino que haría exactamente lo contrario: nombrar fiscales carnales en lugar de garantizar la independencia de las fiscalías y tejer nuevos pactos de impunidad en lugar de destruir los actuales.

Ese narcisismo cretino explica la miseria moral exhibida por el demagogo durante la campaña, sus pactos con el diablo y sus repulsivas compañías. No se trataba de hacer las cosas de otra manera, más honesta, transparente y democrática, sino de llevarlo a ÉL al poder, pues ÉL y sólo ÉL era la clave que transformaría al país mágicamente. En la mente enferma del demagogo, garantizar la impunidad de Peña Nieto, Rosario Robles, Romero Deschamps, Emilio Lozoya y compañía, era un precio que valía la pena pagar si eso lo ayudaba a ÉL a llegar a la presidencia. Y es que ese era el fin último, el que justificaba cualquier medio utilizado para alcanzarlo, pues desde la cima ÉL podría desplegar su ejemplo inmaculado y milagroso, y “moralizar” al país sin hacer justicia o fortalecer instituciones.

Por eso también decidió pactar con Elba Esther Gordillo, una mujer que se ha enriquecido obscenamente a costa de la miseria educativa de millones y millones de niños, y que es la encarnación insuperable de lo peor de ese régimen corrupto hasta la médula al que los más ingenuos seguidores del demagogo creyeron haber destruido el primero de julio. Hay que ser muy inocente, u otra cosa, para pensar que la sísmica reaparición de “La Maestra”, justo a tiempo para integrarse de lleno a la transformación de cuarta encabezada por el demagogo, es una inocente coincidencia. Por cierto, qué gusto verla tan rozagante tras padecer durante años esa misteriosa y terrible enfermedad que la sacó convenientemente de prisión rumbo a un cómodo arresto domiciliario. Pero volviendo al tema, no hay que olvidar que los representantes políticos de Gordillo, que además son sus parientes, han operado a favor de Morena desde la elección en el Estado de México del año pasado y que movilizaron su poderoso ejército clientelar a favor de López Obrador durante la contienda presidencial.

“Nos están ayudando”, declaró cínicamente el demagogo cuando Carlos Loret le preguntó por su sospechosa cercanía con los operadores de “La Maestra”. ¡Y vaya que lo ayudaron! Y obviamente no lo hicieron gratuita y desinteresadamente, pues esa gente no suele dar un solo paso sin huarache. Lo más probable es que el demagogo le haya garantizado su libertad a Gordillo y que le haya pedido a Peña Nieto, como parte del pacto entre ambos, liberarla y pagar el precio político de hacerlo (el presidente más impopular de nuestra historia no tenía nada que perder). Si a usted le parece que, a pesar de las montañas de evidencia, todo esto no es más que conspiracionismo paranoide, permítame garantizarle algo: Elba Esther Gordillo retomará el control del SNTE, volverá a ser la mujer más poderosa del país y disfrutará impunemente de la jugosa fortuna que su santa madre amasó trabajando como maestra rural en Chiapas, y que le heredó generosamente. Todo esto bajo la mirada cómplice del demagogo tabasqueño, quien además hará realidad el máximo anhelo de “La Maestra”: destruir la Reforma Educativa.

Y ya que estamos haciendo predicciones, permítanme hacer otras, de las que estoy todavía más seguro: la corrupción no desaparecerá garantizando la impunidad de los ladrones del presente y el pasado. La inseguridad no disminuirá repartiendo abrazos y becas o atacando “de raíz” sus míticas “causas”. Con Elba Esther chupándole la sangre al sindicato y el demagogo destruyendo la imperfecta reforma educativa, los niños mexicanos más pobres no podrán aspirar a una educación de calidad y seguirán en eterna desventaja frente a sus contemporáneos más acomodados. Y como el demagogo no es el mesías milagroso que él y sus feligreses creen que es y ningún cambio auténtico o benéfico puede construirse sobre cimientos de impunidad y podredumbre, la transformación de cuarta seguramente desembocará, si tenemos suerte, en un decepcionante retroceso político, social, económico e histórico, del que nos tomará décadas recuperarnos…