Mujeres de armas tomar

Por @Bvlxp:

Cuando Ángel Gilberto Adame me pidió reseñar su nuevo libro De armas tomar y supe de qué iba y que dice ser un libro sobre feministas, lo primero que pensé fue: vaya, otro que se sube a la pretendida ola feminista, otro «aliado» (que se suma a la causa pero de lejitos por favor porque eres hombre y fuchi) buscando quedar bien y aumentar sus ventas, otro pagafantas de Las Incasables. Pero después de leerlo, me parece que la elección de Adame es virtuosa por escoger figuras femeninas de la Revolución Mexicana que no chilloteaban por ser mujeres, que emprendieron luchas valiosas por la dignidad humana y por la igualdad entre el hombre y la mujer. El libro de Ángel Gilberto Adame es un contraste bienvenido en estas épocas de vacuidad feminista, de la untada del feminismo pop, del feminismo de los likes, de las niñas berrinchudas y frágiles que no pueden lidiar con el mundo.

Las mujeres reseñadas por Adame en De armas tomar tenían un profundo sentido del lugar que debían y deseaban ocupar en un mundo empeñado en negárselos, y decidieron hacer algo al respecto a base de tesón y de inteligencia. Sólo algunas de ellas tuvieron consciencia de ser «feministas» o de pertenecer al entonces incipiente movimiento. Más bien, estaban seguras de lo que les tocaba hacer y cómo el mundo debía que ser. En ese sentido, no creo que el libro hable de feministas sino de mujeres excepcionales, de las cuales el feminismo como lo conocemos hoy no aprendió tanto ni ha tenido del todo su dignidad, su brío, su constancia y su entereza.

Entre las luchas revolucionarias narradas en De armas tomar podemos aprender de la primera mujer que se atrevió a graduarse como ingeniera, Concepción Mendizábal; del duelo sufrido por la democracia a la muerte de Madero que se transformó en una lucha a perpetuidad por la verdad y la justicia: el periplo de María Arias Bernal «María Pistolas»; del poder de la palabra escrita y de las ideas contra la dictadura de una mujer llamada Juana Belén Gutiérrez Chávez que no se cansó de publicar Vésper; o de la lucha de Hermila Galindo por los valores liberales en la política y que no murió sino hasta que la primera mujer votó en México.

¿Cómo reseñaría, en cambio, un libro a las feministas de esta época que automáticamente se asumen sus herederas? ¿Se ocuparía de la mujer que compró bots para popularizar el hashtag #MiPrimerAcoso; o de la que organizó un reggaetón y «perreó hasta abajo» en el Ángel de la Independencia contra el acoso; o de aquella que se inventó lo de los «micromachismos» y luchó contra los piropos; o de esa otra que la emprendió por la «normalización» de la obesidad?

Las mujeres del libro de Adame no pedían limosna por ser mujeres. Sus verdaderas herederas son las que hoy ocupan puestos de alta responsabilidad pública y privada sin pedir favores ni privilegios, que se enfrentan al mundo con los talentos que se han procurado para ellas mismas, que asumen ser mujeres como un accidente de la naturaleza como lo sería haber sido varones y no andan pidiendo ni cuotas ni cuates ni favores especiales y no se victimizan. En México, mujeres como Josefina Vázquez Mota, Xóchitl Gálvez, Margarita Zavala, Rosario Green, María Asunción Aramburuzabala, Julia Carabias; y otras como Hillary Clinton, Ruth Bader Ginsburg, Margaret Thatcher: mujeres fuertes, mujeres de estirpe revolucionaria; o mujeres que nunca militaron en movimiento alguno, no se asumen feministas en lo más mínimo y llegan a ser la mujer más poderosa del mundo, como Angela Merkel.

Los personajes de lo que se ocupa Adame en su libro poco tienen que ver con las feministas que nos tocaron, esas que en pleno siglo XXI comparan sin pudor la situación actual de la mujer con la esclavitud y a las que se les ha dado el mote burlón de «Incasables» no porque nadie quiera casarse con ellas o porque el matrimonio sea un valor en sí mismo (hay que tener capacidad de abstracción), sino porque carecen de humor, flexibilidad e imaginación, carecen de sentido de la proporción y de dimensión; son una estirpe intolerante que hoy está en contra de los valores liberales por los que lucharon las mujeres de armas tomar.

Hoy buena parte del feminismo joven es militado por una turba de niñitas frágiles y consentidas que utilizan sus libertades y su indignación para castigar palabras y vigilar que nadie se atreva a hace un chiste macho en Internet. Me resisto a pensar que en eso paró el legado liberal de las mujeres de armas tomar que protagonizan el libro de Ángel Gilberto. Guardo la esperanza de que debajo de la tenue superficie de abyección, hay una generación de mujeres vibrantes y seguras de sí mismas, que no necesitan hacer ruido porque son naturalmente decididas y fuertes, para las que es completamente normal ser mujer y hacer el mundo suyo.