Por Frank Lozano:
En términos futboleros, la gestión de Enrique Peña Nieto se encuentra en el medio tiempo. Los primeros cuarenta y cinco minutos del partido, no han sido favorables.
Revisemos línea por línea. La defensa, equivale al ámbito de la seguridad. Esta línea hace agua. Los centrales, que bien pudieran ser la policía federal, el ejército, la armada y el sistema de justicia, no se coordinan. Pelota que llega al área, se las rematan y termina en gol.
No hay cambio de estrategia en el combate a la seguridad. El Chapo Guzmán y Caro Quintero, siguen libres. La impunidad no baja. El sistema carcelario funciona como un mundo aparte. La defensa y respeto de los derechos humanos están en crisis. Los feminicidios se disparan en diversas entidades de la república.
En la media cancha el problema es doble. Hay una pésima contención de los problemas, mismos que derivan en crisis de imagen y por ende, en crisis mediática y en segundo lugar, no hay una óptima distribución del juego.
Algunos actores acaparan la pelota y terminan por errar el pase. El resto, se dedica a contemplar. Hasta ahora, no se ve claro quién es el diez y mientras prevalece esa confusión, siguen vivos los problemas políticos del país: maestros, Ayotzinapa, Casa Blanca, OHL, Tanhuato, etcétera.
La delantera está chata. El crecimiento económico se mantiene muy por debajo de lo proyectado. Las rondas de venta de los paquetes de la reforma energética han sido un fracaso. El recorte al presupuesto tendrá un impacto negativo en los estados. La reforma hacendaria no ha dado frutos.
No hay un cambio significativo en la política social que reduzca la desigualdad y catapulte a la población menos favorecida hacia un horizonte de desarrollo. Los supuestos efectos benéficos de las reformas, aún no se sienten en los bolsillos de los hogares familiares.
Sin duda, como en todo equipo, la responsabilidad recae en el entrenador. Enrique Peña Nieto dista mucho de ser un Mourinho. Desde un principio, ha fallado el planteamiento táctico del juego. Y el planteamiento falló por una pésima lectura del juego y del rival. Se subestimó al país. Se minimizaron los signos de alerta que eran evidentes para todos.
Los cambios realizados no han resuelto la inoperancia defensiva, la falta de creatividad en el medio campo y la contundencia que se debe tener en el ataque. Para el segundo tiempo, Enrique Peña Nieto debe entender que juega contra el reloj, con el marcador en contra y en cancha ajena.
Tristemente, el país ha logrado soportar pésimos gobiernos, no obstante, el país no puede lidiar con la falta de confianza hacia la autoridad. El mayor y más grave de los problemas que enfrenta Peña Nieto es ese, la percepción de que su gobierno es corrupto e inepto.
Como resultado de esa percepción, todo lo haga, todo lo que diga y todo lo que proponga, —así se trate de algo positivo—, será recibido desde la sospecha y desde la desconfianza. En pleno medio tiempo, más de un sesenta y cinco por ciento de la población rechaza su gestión. Es un rechazo en automático y acrítico, pero es rechazo.
El Presidente tiene por delante dos años cruciales en los que, a la par de dar resultados en economía y seguridad, debe recomponer, más que su imagen, la relación del gobierno con la sociedad.
De no hacerlo, él y su equipo saldrán del vestidor derrotados de antemano.