Por Oscar E. Gastélum:
“No sientas envidia de la felicidad de aquellos que viven en un paraíso de tontos, pues sólo un tonto podría pensar que eso es la felicidad.”
Bertrand Russell
En medio de esa cadena ininterrumpida de desastres que ha sido su gobierno, el Señor Presidente de la República, Licenciado Enrique Peña Nieto, con el noble propósito de conmover a la nación y motivarla a seguir adelante, pronunció, elocuente como siempre, una pieza de oratoria casi perfecta que, entre muchas otras perlas, incluyó una máxima inolvidable por su emotividad y concisión que me recordó inmediatamente a Sir Winston Churchill y que seguramente ocupará un lugar privilegiado en los libros de frases célebres que se editen en el futuro: “Otras economías del mundo les ha ido peor.”
Tras secar mis lágrimas y cavilar largamente en torno a la inmensa dosis de sabiduría y lucidez contenidas en esa lapidaria frase, paladeé la manera heroica en que el Señor Presidente encapsuló una verdad del tamaño de su desvergüenza prescindiendo de la sintaxis. Y es que el señor Licenciado tiene toda la razón del mundo, hay países a los que, no solo en el plano económico, les ha ido mucho peor que a México, y por ello es tan importante consolar a los tontos, perdón, a los ciudadanos de este país, consiguiendo datos que confirmen tan esclarecedora perogrullada. Para ello decidí ir a la segura y recurrir a los casos más dramáticos que este triste mundo pudiera ofrecerme para ese fin.
Los primeros países que me vinieron a la mente fueron Afganistán e Irak, esas sucursales del infierno en la Tierra que en los últimos lustros tuvieron que enfrentar una invasión norteamericana y guerras civiles espeluznantemente sanguinarias provocadas por el choque entre facciones islámicas rivales. Los malagradecidos proles mexicanos se la pasan quejándose de la violencia que asola a nuestra privilegiada patria sin pensar que en Irak y Afganistán muere muchísima más gente que en nuestro pacífico rincón del mundo.
Pero cuando busqué las cifras que comprobaran esa aparente obviedad, me topé con una muy desagradable sorpresa. Y es que, aparentemente, entre 2007 y 2014, en Afganistán fueron asesinadas 21,415 personas y en el martirizado Irak, que últimamente ha sufrido también los demenciales embates de ISIS, murieron violentamente 81,636 personas. Mientras tanto, en nuestro amado México, 164,345 seres humanos partieron de este mundo por obra y gracia de una mano homicida.
Debo confesar que me conmocionó e irritó hasta la médula descubrir que durante estos caóticos años han sido asesinadas más personas en México que en las zonas de guerra de Afganistán e Irak combinadas, pero no permití que la contundente realidad, con sus estadísticas y datos duros, me amilanara y decidí persistir en mi misión de buscar un país al que realmente le hubiera ido peor que a México en los últimos tiempos, con el fin de reivindicar la brillantez y perspicacia del Presidente de la República, Licenciado Enrique Peña Nieto.
Así que procedí a jugar una carta infalible y recurrí al mismísimo corazón de las tinieblas, el atribulado continente africano. Sí, pensé, México tiene sus problemas, pero somos un país de clase media, o al menos eso alegan algunos intelectuales valiéndose de estándares risibles, y seguramente estamos lejísimos de los niveles de miseria de Uganda y Angola.
Pero la terca realidad volvió a bañarme con un balde de agua helada cuando descubrí que uno de cada cuatro municipios mexicanos se encuentra en condiciones de miseria y atraso similares a las del África subsahariana y que siete millones de connacionales, dos millones más que la población total de Dinamarca, viven como los angoleños más pobres.
Al carajo con las estadísticas, me dije a mí mismo, lo importante es el espíritu detrás de las sabias palabras del Señor Presidente y no la relación que guarden con la antipática realidad. Porque ese heroico conformismo es el que nos transformó en la gran nación que somos. ¿Qué importa que existan países civilizados en los que la desaparición de 43 estudiantes no solo sea un hecho imposible sino ininteligible; o que en algunas naciones el asesinato y tortura de un periodista amenazado por un cacique local solamente pueda suceder en el terreno de la ficción; o que existan sociedades diseñadas para no tolerar ni una mínima fracción de la corrupción, incompetencia e impunidad que tiene que soportar el mexicano promedio desde el más absoluto de los desamparos?
También me parece profundamente irrelevante que no exista razón alguna capaz de justificar los bochornosos niveles de miseria en los que viven millones de mexicanos y la obscena desigualdad que mantiene nuestra economía estancada y deja sin oportunidades a una juventud cada vez más desesperanzada y cínica. Sí, el país está hundido en la mediocridad y el atraso a pesar de ser inmensamente rico y de tener un potencial infinito y envidiable, ¿y qué?
No, no debemos mirar hacia arriba y aspirar a transformarnos en un país digno y justo, a cuyas prisiones de alta seguridad no se les fugue ni el gas, o en el que sea social y jurídicamente intolerable que sesenta millones de miserables convivan con el hombre más rico del mundo. Lo que debemos hacer es buscar consuelo en la tragedia ajena y celebrar que existan países como… Siria.
¡Siria!, cómo no lo había pensado. Ese gigantesco cementerio en ruinas, esa pesadilla inmensamente peor que la nuestra, esa aterradora respuesta a todas mis plegarias y la confirmación irrefutable de las preclaras palabras del Señor Presidente. Así que ya saben, chairos y proles quejumbrosos, si no son felices en el México de Peña Nieto, el “Chapo” Guzmán, Javier Duarte, Carlos Slim, Grupo Higa, Emilio Azcárraga, los 43 normalistas desaparecidos y los once millones de compatriotas hundidos en la pobreza extrema, pero no quieren acabar torturados y con un tiro en la cabeza en algún cuchitril de la Narvarte ante la sospechosa indiferencia de la “autoridad”, mejor ahórrense las ganas de transformar este muladar en un país de verdad y denle gracias a su dios de que no les tocó nacer en Siria…