Los intelectuales y el derecho (sobre la impunidad), Javier Marías

[…] El carácter más sombrío de esta novela […] tiene que ver con otra cuestión, la impunidad que cada día más impera en el mundo, o esa es la sensación que muchos tenemos y que crece en nosotros a diario. No sé citar de memoria, pero en Los enamoramientos uno de los personajes dice algo parecido a esto: «El número de crímenes desconocidos supera con creces el de los registrados, y el de los que quedan impunes es infinitamente mayor que el de los que son castigados».

En contra de lo esperable, y de lo que debiera suceder, la justicia parece cada vez más impotente, o más indolente, o más corrupta o connivente, o más cobarde, o más manipulable, o más susceptible de tergiversación y de perversión. Las triquiñuelas para burlarla se multiplican, y hay políticos y empresarios que celebran como un triunfo y una exoneración que el delito del que se los acusa haya prescrito, siempre conveniente o incluso calculadamente, cuando una prescripción en modo alguno equivale a una absolución, sino a una declaración de culpabilidad que sin embargo no se puede materializar. Sí, a eso equivale las más de las veces. Las dificultades de la justicia siempre han existido, y basta fijarse, para comprobarlo, en los poquísimos verdugos nazis que sufrieron condena. No nos engañemos: por un motivo o por otro, la inmensa mayoría se salió con la suya, se libró de todo castigo, incluso de toda amonestación y vergüenza. De manera sorprendente, esta tendencia, estas dificultades han ido a más. Son numerosos los dictadores que, en el mejor de los casos, acaban abandonando su país con una fortuna en los bolsillos y jamás comparecen ante la justicia… La proporción de asesinatos resueltos, entre los centenares o ya millares cometidos contra mujeres en Ciudad Juárez desde hace quince o más años, es ridícula, lo mismo que la de los habidos, también en México, en la llamada guerra contra el narcotráfico (algo así como el 3%). En tono comparativamente menor, los causantes de la actual crisis económica mundial siguen en sus puestos, la mayoría, y además dando órdenes, pese al inmenso daño ocasionado. O bien Bush Jr, Blair y Aznar, que desencadenaron una guerra ilegal e innecesaria que se ha cobrado más de cien mil víctimas, todas evitables, se pasean tranquilamente por el mundo, con frecuencia aclamados y embolsándose grandes sumas de dinero por sus libros, conferencias y «consejos» a grandes empresas (nadie fuera de sospecha puede requerir a semejantes consejeros).

La sensación de que la impunidad domina es inevitable en nuestras sociedades, y eso las lleva, gradual pero indefectiblemente, a tener una cada vez mayor tolerancia hacia ella; a juzgar que a los individuos particulares no les compete intervenir ni poner remedio, cuando ni siquiera lo hacen los jueces, y a considerar que dejar pasar un delito más del que tengan conocimiento o hayan sido objeto, un crimen aislado de la vida civil, no tiene mayor importancia ni cambia nada en esencia, ante la superabundancia de los crímenes públicos, económicos y políticos, que quedan y quedarán siempre impunes. Se trata de una de las más grandes desmoralizaciones de nuestro tiempo, y de ahí, supongo, mi pesadumbre al escribir sobre ello…

Fragmento del artículo publicado en la revista El País Semanal, el 27 de febrero de 2011, con el título «La plaga de la impunidad».