Los Coincidentes

Por Bvlxp:

David Brooks, el columnista del New York Times, recientemente publicó «The Shame Culture», en el que escribe sobre el surgimiento de una nueva cultura de la vergüenza basada en la exclusión social y alimentada básicamente por las plataformas que se conocen como «redes sociales».

Brooks argumenta que, después de una época de «relativismo moral», está en formación una nueva cultura, un nuevo código moral basado no en la culpa sino en la exclusión. Bajo este nuevo sistema, los miembros de la comunidad deben cuidar sus palabras con tal de no romper los códigos que de pronto se encuentran vigentes. Esta cultura de la vergüenza es propagada por cruzados que, compelidos por la presión de pertenecer al grupo de guardianes de la nueva moral, usan las plataformas como Twitter y Facebook para implantar un código de comportamiento y avergonzar sin piedad a los detractores, intentan convencer a la comunidad que estos nuevos parias son malos y no que sus ideas o sus acciones son fallidas.

Bajo la cultura de la vergüenza, los miembros de la comunidad se sienten inmediatamente compelidos a compartir en Facebook, a retuitear para pertenecer. Nadie quiere quedarse atrás, todo mundo quiere encajar pues la nueva moralidad no se basa en los conceptos de bien y mal, sino en los de inclusión y exclusión. Por ejemplo, intenten hoy en día ir o que los inviten si quiera a una fiesta en la que la mayoría de invitados no está de acuerdo con ustedes. Imposible. La imposición del nuevo sistema moral implica el fin de la diferencia.

Brooks afirma que los nuevos cruzados o, como me gusta llamarlos, Los Coincidentes, basan su fuerza en el elogio mutuo, en exigir que el grupo sea respetado por la comunidad -pues cualquier opinión contraria es necesariamente inmoral- y en la existencia de ciertos prefectos que construyen su reputación y poder a partir de vigilar la pureza de los miembros del grupo. Sin embargo, independientemente de si formamos parte o no de Los Coincidentes, todos nos encontramos en una posición precaria bajo este nuevo pretendido sistema moral porque en él no hay estándares permanentes, ya que estos van cambiando conforme cambia el ánimo de la muchedumbre, el cual, para seguir implantando el código depende de la sobrerreacción, de la hipersensibilidad y del pánico moral. Ante esto, no queda otra más que estar de acuerdo, no cuestionar, no ser empático y seguir lo que la buena causa indica a riesgo de ser el apestado.

Es así que nos encontramos ante el surgimiento de una cultura en la que estar en contra de la nueva corrección, más que política, moral, lo ubica a uno del lado de las personas indeseables, no de los rivales ideológicos. Irónicamente, Los Coincidentes son los que en el sistema que se quiere dejar atrás eran los excluidos, los libertinos, los radicales, los buenos encarando a los abyectos. Actualmente, estos ex parias quieren implantar un sistema basado en la exclusión que ellos mismos ´padecieron y denunciaban. Es decir, al llegar a una posición en que su voz es más o menos escuchada y después de juntar un número incipiente de voces amplificadas gracias a las redes sociales, Los Coincidentes no se mantuvieron fieles a las ideas progresistas y libertarias que enarbolaban (libertad sexual, libertad política, entre otras), y lo que buscan es que las viejas herramientas sirvan a lo que ellos entienden como progresía: acallar, censurar en el nombre de la causa feminista o cualquier otra que se identifique como buena. Es decir, los antiguos libertarios se convirtieron en cruzados morales, dispuestos a valerse de cualquier artimaña para implantar su moral. Esta es su paradoja.

Brooks concluye que la cultura de la culpa podía ser dura, pero al menos se podía odiar el pecado y ser capaces de amar al pecador; mientras que en la moderna cultura de la vergüenza supuestamente se valora la inclusión y la tolerancia pero de algún modo se es inmisericorde con aquellos que la cuestionan y que, por lo tanto, no encajan en ella. Así, nuestra labor como verdaderos liberales es no dar por hecho la implantación de este nuevo código moral tramposo, profundamente fanático y conservador; es preciso resistirse y avanzar una convivencia basada en la libertad de palabra, la tolerancia, la empatía, la revalorización de las personas por e incluso a pesar de sus ideas y acciones, un sistema en que la libertad, de acción y pensamiento, encuentre como único referente a la justicia.