La guerra contra la belleza

Por @Bvlxp:

La lucha del feminismo contra la belleza no es nueva. No se les ocurrió esta semana a las tuiteras que se vanaglorian de su feminismo y hacen de él su monotema. En realidad, el prurito feminista contra la belleza viene de lejos y uno de sus hitos fue la publicación del libro The Beauty Myth de Naomi Wolf por ahí de los años noventa. Esta obra le dio forma e impulso a una de las obsesiones feministas más perdurables (pocos tan comprometidos con sus obsesiones) y de ahí se ha construido un argumento que tiene más de anticapitalista que de lucha por la emancipación de la mujer.

Cada semana existen nuevos enemigos del género y esta semana le tocó a la comunicadora Martha Debayle quien, entre muchas cosas, es el prototipo de la mujer capitalista exitosa: conductora de un programa de revista diario en W Radio, fundadora de las revistas BBMundo y Moi, y un montón de cosas más. A Debayle, las buenas conciencias del Internet la traen en salsa desde que tuvo un encontronazo con la comediante y oportunista de tiempo completo, Sofía Niño de Rivera. Desde entonces, Debayle está en la mira. Esta semana cometió el pecado de presentar el resultado del concurso Extreme Makeover 2017: se trató de dos mujeres que, en uso cabal de su soberanía personal, decidieron modificar su apariencia aprovechando una generosa subvención del concurso para realizarse cirugías estéticas.

Sirviéndose de la imagen personal de las concursantes, las neofeministas no les perdonaron el pecado de no aspirar a lo que ellas entienden debería ser el ideal de la belleza y decantarse por algo más dentro del mainstream aspiracional de la clase media. Total que La Mujer está atrapada: cuando no bajo el yugo patriarcal, bajo el escrutinio feminista que, ante su notoria incapacidad de distinguir lo verdaderamente bueno según lo leído en los libros de teoría feminista, debe ser tutelada para cuidarla de sus propias decisiones. Una vez más, la ironía del feminismo como un movimiento paternalista.

Sin entrar en honduras filosóficas sobre la belleza y la utilización del concepto de “mito” asociado a ella, sabemos que las feministas consideran que la belleza es un mito y que, como tal, no existe. Entonces, si la belleza no existe, la horda patriarcal debe entender que está en cada mujer encontrar su propia idea de la belleza, tal como hicieron las dos mujeres que sometieron su cuerpo al cuchillo en Extreme Makeover. ¿Cuál es el problema entonces? ¿Cuál fue el pecado de estas dos mujeres? Además de asociarse a la marca Debayle, que está de moda denostar por nuestros custodios de lo bueno y puro, fue el haberse sometido a un ideal capitalista de la belleza, a esa industria que cobra miles y miles de pesos por cirugías estéticas, por cosméticos, por ropa, y por productos y regímenes dietéticos. Quizá las feministas habrían estado más cómodas con dos concursantes que eligieran transformar su apariencia de forma que reflejara fielmente sus posturas políticas y no por dos perpetuantes de su odiado capitalismo. Las feministas se precian de ser muy sororas, pero no dicen que esto es siempre y cuando se trate de mujeres que se ajustan a sus ideales y preferencias políticas.

Es curioso que las feministas no perdonen el éxito ni la independencia de una mujer como Debayle ni la autodeterminación de mujeres como las concursantes de Extreme Makeover. También es curioso que las mismas creadoras de la etiqueta #MitoDeLaBelleza tengan su cuenta de Instagram repleta de autorretratos empoderadores presuminéndose bellas y presumiendo el trabajo que les ha costado moldear su cuerpo conforme a su ideal de tener un vientre plano (idea bastante burguesa, por lo demás), pero que al mismo tiempo condenen no a hombres, como es el pan de cada día, sino a mujeres que están en busca de su propio ideal.

¿Cuál es el pecado de la belleza? Usando una metáfora capitalista: la belleza es un bien escaso y distribuido inequitativamente; también un bien profundamente femenino en la historia de las artes. Nadie debe ser discriminado por su apariencia o capacidades físicas, esto es obvio, pero ¿por qué buscar socavar expresiones de belleza femenina, la cual en la historia siempre ha sido como uno de los signos más distintivos del poder femenino sobre el masculino?

Las contradicciones de este caso obedecen a que ni las mismísimas feministas purasangre pueden ser ajenas al ideal de la belleza. Como ideal político la denostan, pero no pueden dejar de vivirla. La belleza es un valor humano. Todos andamos en pos de la belleza y nos resulta complicado o desagradable vivir en ausencia de ésta; también, todos estamos constantemente “vendiendo” nuestra belleza: nos presentamos ante los demás de cierto modo, andamos en busca de alguien que la note y que la admire, que la entienda como nosotros la entendemos, que conecte con ella y que asimile todas sus honduras y sus recovecos. Al final, nuestra apariencia física es un reflejo de nuestro entendimiento del mundo y estamos en pos de gente que vibre en las mismas frecuencias de lo que entendemos por bello.