Por @Bvlxp:
Cómo se extrañan los años que empezaban modorros, los días lentos con evidente hueva de avanzar. Enero siempre ha sido un mes que no cuenta, el lunes de los años, semanas en las que apenas nos vamos enterando que será de nosotros este nuevo ciclo mientras recalentamos hasta el cansancio el recalentado. Para bien y para mal, aunque más bien para mal, no podemos decir que enero del 2017 ha sido más del same old, same old. Ya gastamos el primer mes del año entre puro sobresalto; los días de enero han corrido como alma que lleva el diablo, de forma más real de lo que quisiera yo para los eneros de la contemplación. Un rápido repaso a la vorágine:
* Al empezar el 2017 es que comenzamos a darnos cuenta de los costos de los errores del año pasado. Una cuesta de enero pero de las que no se arreglan con dinero. En general, comenzamos a ver las consecuencias de decisiones como el Brexit y de elegir a Donald Trump: el desmantelamiento de los sistemas multilaterales no sólo de comercio sino de cooperación, anhelos democráticos y derechos humanos como la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y los que se acumulen. Es decir, el cumplimiento de los sueños de la izquierda se dio por la derecha. Todo es muy raro y aún estamos un tanto patidifusos como para enterarnos bien a bien de la que nos espera.
* Se nos fue Obama y vino la chilladera. No recuerdo un fin de administración tan melodramático como el de la encabezada por Barack Obama y Joseph Biden. Discurso tras discurso nos hicieron llorar; más allá de lo entrañables que son Obama y Biden, lo que pasaba es que se nos estaba muriendo el mundo tal y como lo conocemos. A pesar de la duración del espíritu navideño en los aletargados y fríos primeros días de enero, algo dentro nuestro nos decía que nos quedaron a deber aquellos que se inventaron lo de que no hay mal que por bien no venga. Hasta ahora, lo que el 2017 no nos ha quitado en celebridades muertas, definitivamente nos lo ha arrebatado en esperanzas y certezas.
* Nos tocó presenciar marchas muy conmovedoras por su número, pero muy oportunistas en sus motivos. La «Marcha de las Mujeres» contra Trump se nutrió de muchas marchantes en varias ciudades de Estados Unidos y unos acelerados dicen que hasta del mundo. Trump es un adefesio, ni qué decir, y todo acto que lo incomode es bienvenido y muy necesario en los años venideros, pero ojalá que la indignación de las mujeres y progres se hubiera cristalizado antes de la elección, en un gesto muy poco común entre las mujeres: apoyar a otra mujer, la tan mentada sororidad de la que las feministas de Internet hablan sólo de dientes para afuera. Las marchantes de enero de 2017 están aterradas ante la realidad de tener a un orangután como Trump al mando, pero en noviembre de 2016 estaban muy ocupadas en la indignación porque Hillary mandaba correos oficiales desde su casa (curiosamente, para ayudar a las mujeres de su equipo a irse más temprano de la oficina y ver a sus hijos), siendo muy enfáticas en que no votarían por Hillary sólo por ser mujer y muy determinantes en decir que Hillary era peor que Trump. Albricias, ahora tendrán la oportunidad de poner su teoría a prueba. No es que no nos gusten las marchas, como acusan los simplones; es que nos gusta más la congruencia.
* En los primeros días del año también nos tocó sufrir algo que los mexicanos francamente detestamos: pagar lo que las cosas cuestan y dejarle de pasar la cuenta a otros. Enero nos trajo el rencorosamente llamado «gasolinazo» y con él, turbas de maleantes y oportunistas con licencia para destruir y robar. En un gesto no sólo con el medio ambiente sino con la viabilidad del país para mis hipotéticos nietos, el Presidente decidió no gastar más los tan sufridos recursos públicos en dispararle la gasolina a la gente con coche. Rarísimo gesto en un gobernante: hacer lo que se necesita hacer aunque sea enormemente impopular. Quién iba a decir que un priísta iba a atreverse a tanto. Obviamente así le fue porque así somos aquí. Por lo pronto, yo pago mi gasolina feliz y sin cargo de conciencia y usted debería de hacer lo mismo. Le agradezco a Enrique Peña Nieto que haya salvado mi alma de contribuyente y de contaminante.
Así estuvo enero y apenas vamos tomando vuelo. El 2017 pinta como para quitarse los guantes y ver de a cómo nos toca. Qué nervios.