El rostro de la desgracia

Por Frank Lozano:

El mundo es un lugar donde los ciclos sociales no cesan. Cada tanto tiempo la convulsión llega e imprime su sello. Los ciclos abren y cierran episodios que someten a examen nuestra noción de civilización. Son fases donde el humanismo es puesto a prueba. Se ensancha o se contrae, según sea el caso. Se honra o se aprecia.

 El siglo pasado fue un verdadero invernadero de sucesos. Dos guerras mundiales con una gran recesión económica en medio. Diversos genocidios. Surgimiento de totalitarismos con sus respectivos dictadores sanguinarios. Una agenda social amplia que abarcó grandes transformaciones políticas, sociales y culturales, que derivaron en derechos civiles y en libertades. Avances tecnológicos, en salud y aeroespaciales.

 El momento actual tiene las características de un momento límite. Se asemeja a una placa tectónica a punto de ceder y romperse. Pareciera que cada centímetro de la tierra está sometido a una presión sin precedentes, y que no hay vida humana que sea ajena al temblor que está por venir.

 Los temas son diversos y cada uno empuja hacia un escenario catastrófico. Calentamiento global y depredación excesiva de recursos, crisis financiera global, conflictos militares regionales, guerra de precios en los energéticos, un resurgimiento silencioso de la guerra fría que amenaza con polarizar a las potencias mundiales; el debilitamiento de los bloques económicos; la apreciación del dólar y la posible recesión China, las crisis humanitarias, el fortalecimiento del odio racial y la discriminación.

 La gran pregunta —que en realidad se trata de una serie de preguntas—tiene que ver con el modelo económico dominante en el mundo y en cómo, dicho modelo, ha movido los hábitos y prácticas de la humanidad.

El consumismo parece haberse vuelto el principal criterio de valor y de decisión de una importante franja de la población. Y el consumismo de unos contrasta con la necesidad de otros. El consumismo ha convertido la tragedia en show mediático. Está convirtiendo las relaciones sociales en entretenimiento. Ha pulverizado el conocimiento hasta convertirlo en mera información. Si bien aparenta crear redes solidarias, lo que realmente hace es maniatar el activismo. Hace de la conciencia una trampa en la que el deber cumplido se verifica mediante un like o un fav.

 Hoy compartimos el sufrimiento del otro al instante, pero tardamos una eternidad en entender que la acción es lo que verdaderamente transforma las cosas. De todas las cosas malas que hoy ocurren, destaco una: el resurgimiento del odio racial, la intolerancia y la discriminación. Los niveles de desgracia que vivimos no se habían visto desde la segunda guerra mundial. Desplazados por guerra, por hambre y por falta de oportunidades colman las fronteras de muchos países.

 La respuesta de muchos ciudadanos, e incluso, de algunos actores relevantes como Donald Trump, lejos de invocar a la cordura, es un llamado a perderla. En Alemania son cada vez más frecuentas las acciones xenófobas. Países como Siria, Palestina, Irak, Yemen o Afganistán, son apenas algunos de los que hoy sufren. Pero en el continente americano, no estamos lejos de ser partícipes de ello. En la ciudad de Guadalajara, vecinos de dos colonias se oponen a la construcción de un albergue de tránsito para los migrantes mexicanos y centroamericanos que cruzan el país para llegar a Estados Unidos.

La crisis humanitaria toca nuestras puertas. Las razones son distintas de un lugar a otro, pero lo cierto es que el mundo está entrando en una fase peligrosa, en una zona de riesgo en la que la supresión del otro está a la puerta. Al parecer, Europa, de la mano de Francia y Alemania, comienza a reaccionar. Mientras tanto, en Estados Unidos, y en América Latina, todo parece indicar que no.