El incendio de las palabras

Por @Bvlxp.

Por donde se le vea, el fútbol es un asunto público. El gobierno lo regula o interviene en su acontecer de varias maneras: desde el punto de vista de la protección civil por las implicaciones de tener a decenas de miles de ciudadanos semana con semana asistiendo a los estadios, hasta la forma en que varios Presidentes dan cabida al fútbol en su agenda y en sus prioridades: ya sea escribiendo un tuit, recibiendo al equipo vencedor de la liga mexicana, o abanderando a la Selección que parte a representar a nuestro país en un Mundial. A quererlo o no, el deporte forma parte fundamental de una nación y es un reflejo de sus valores y de su idiosincrasia.

Después de muchos años de silencio, la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) decidió atender el asunto del grito de “Puto” que la afición mexicana dispensa al portero del equipo rival cada vez que despeja el balón. Entrar a la discusión de la calidad moral de la FIFA para buscar sancionar esta práctica es ocioso. Atender a la calidad moral de la FIFA antes que al planteamiento de fondo pareciera ser un síntoma del crónico problema del mexicano ante la autoridad.

La respuesta descreída y arrogante de la afición mexicana ante la amenaza de sanción de la FIFA es bochornosa, a la vez que entendible, si se observa desde la reacción de las propias autoridades futbolísticas y el silencio de las autoridades nacionales. ¿Por qué el asunto no ha merecido un tuit del Presidente exhortando a sus gobernados a asumir una actitud más deportiva?, ¿por qué la Federación Mexicana de Fútbol (FEMEXFUT) no ha hecho un pronunciamiento categórico al respecto?, ¿por qué el líder moral del equipo, el director técnico Miguel Herrera, no hace un pronunciamiento claro y una petición frontal a la afición? Todos los que ocupan un puesto de responsabilidad pública se han movido entre el silencio y la ambigüedad. El Presidente, como Jefe del Estado Mexicano, parece no estar muy preocupado por la percepción que se tenga del país en el extranjero más allá de ser un paraíso de la inversión; la FEMEXFUT opta por un silencio cómplice, el seleccionador nacional excusa el grito diciendo que a él no le parece que sea ofensivo y da la discusión por concluida. Liderazgo que no se ejerce es un liderazgo que se pierde.

Una cuestión es que la FIFA finalmente haya decidido no sancionar, desde el punto de vista jurídico, el bochornoso grito y otra que demos la discusión por archivada o por validada la práctica. El grito dice mucho de la sociedad mexicana: de cuál es su idea de la victoria y de la derrota; de cuál es su idea de hombría y valentía; de cuál es su idea, si alguna, del honor deportivo y de la caballerosidad. A estas alturas no importa si el grito de “puto” se cambia por “Fruto” o por “Pluto” o por lo que sea. La concepción del grito es una que sin duda se asocia a una visión machista de la homosexualidad: la debilidad y la minusvalía. ¿Por qué no, digamos, en el origen de la práctica se escogió el grito de “Bruto” en vez del de “Puto”, por ejemplo? Aunque hoy se cambiara el grito por cualquier otro que sonara similar, la palabra “Puto” se habrá transfigurado: todos sabemos cuál sería el mensaje que realmente buscan transmitir los aficionados. Las palabras siempre delatan una intención y tienen la propensión a esparcirse rápidamente a territorios no imaginados. ¿Los mismos padres que gustosos y chacoteros gritan “Puto” semana con semana en el estadio, aceptarían con la misma chacota que de pronto los padres de familia del equipo rival le griten “puto” a su hijo en la liga sabatina de fútbol infantil?