El humor republicano

Por @Bvlxp:

No es nuevo decir que el humor es el gran remedio contra la tiranía. Es bastante común afirmar que el humor es el pináculo de la libertad del pensamiento y una de las formas más efectivas de burlar al autoritarismo. La risa es el remedio infalible. Alguien en Twitter alguna vez dijo que el sentido del humor es el escote de la inteligencia. De todas las libertades, la de pensamiento es la única absoluta, la que no se nos puede arrebatar, la indomable, un guiño irresistible a la experiencia de existir.

En su forma actual, el mundo resulta un lugar asfixiante por los arranques conservadores que se ciernen desde ambos lados del espectro político: los conservadores de izquierda (el feminismo y otros adictos a la mal llamada corrección política) y los conservadores de derecha, que sólo entienden el mundo desde el lado que se los presenta y repite tal cual piensan.

Ante el estado actual de las cosas, queda el recurso del humor. La soberana libertad de hacerle saber al mundo lo ridículo que se pone a veces. Así, el compromiso liberal consiste en no dejarse atar, en burlarse de todo lo que haga falta, de todos los impulsos e iniciativas que quieren hacernos menos libres. Hace falta denunciar a aquellos que quieren volvernos locos denunciando como “fake news” las verdades inconvenientes, tanto como aquellos que quieren ponernos una mordaza para que la sociedad sea la Disnelyandia de bondad que imaginan a su imagen y semejanza. Así, el trumpismo y ciertas versiones imperantes del feminismo dan la vuelta entera al espectro ideológico hasta terminar tocándose. Al final, ambas ambiciones no son otra cosa que intentos autoritarios porque el mundo se conforme a la idea de unos pocos.

A partir del inicio de la Administración Trump, comediantes políticos estadounidenses como Trevor Noah, Seth Meyers, Stephen Colbert, Bill Maher y, señaladamente, el elenco de Saturday Night Live (SNL), han dado justo en el blanco de las inseguridades de Donald Trump con el recurso supremo del humor. El pudor que la realidad, los datos duros, y ni siquiera un entendimiento básico de la decencia le han podido provocar, lo han hecho el humor y la sátira, dejando desnudo al ridículo trumpiano y le han devuelto un espejo en el que detesta mirarse. La burla ha sido despiadada, inteligente, informada, valiéndose de un recurso inobjetable: no es comedia ficticia; SNL no ha hecho mucho más que caracterizar al Presidente diciendo exactamente las cosas que dice. Ver a Alec Baldwin en el papel de Donald Trump es como ver al Presidente desvistiéndose ante el espejo y la imagen no resulta muy favorecedora.

El humor sólo es efectivo cuando es libre. El humor desentraña los misterios del absurdo, expone los excesos, confronta de una manera que resulta irresistible incluso para el hombre más poderoso de la Tierra. Y así como es menester hacer la mofa de quienes a todas luces son perversos, es indispensable atreverse a analizar iniciativas que en la superficie parecen buenas e incuestionables (como ciertas praderas del feminismo) a fin de darlas a conocer como lo que realmente son: un esfuerzo tiránico que no permite cuestionamientos ni burlas y a cuyos designios debemos plegarnos en nombre de lo bueno.

El humor no sólo es válido cuando nos gusta o en la forma que encontramos aceptable. Esa forma del humor estéril también es bastante inútil. El humor que cuenta, el humor valioso, es el que incomoda, el que cuestiona, el que no se ajusta a los límites de lo que los conservadores encuentran aceptable y acomodable en su cosmogonía. En las peores circunstancias, en los momentos más terribles, en los aprietos más inimaginables, el humor salva. Tomar las cosas con humor las desnuda y deja expuesto el profundo ridículo que esconden. El humor libera, el humor a veces es una misión por la libertad y otras lo único que nos queda.