Por Bvlxp.

 

Cada vez que el amor termina viene un derrumbe. La ciudad, la vida, parecen quedar en blanco, perder color, desdibujarse inexorablemente y poco a poco. Para reponerse del desamor hay que reconstruir un mundo nuevo de entre lo que siempre nos queda del amor. Cada amor nos construye y nos transforma; cada nuevo amor se construye encima de las ruinas, o los cimientos si se quiere, del amor de antes.

Cada vez que alguien se va, la vida por un rato se ve como a través de una película o una tela que opaca un poco la luz y la voz. Andamos lentos, cabizbajos, reaprendiendo a ir a tal y tal lugar, a hacer cualquier cosa: tomar el café de la mañana, llegar a casa en la noche, comprar ahora menos palomitas en el cine, bailar las victorias solos. El desamor nos deja mancos, cojos, como si a una pintura que estaba completa, que tenía ciertos tonos, cierto ritmo, cierto sol, le hubieran arrancado de tajo una de sus esquinas o como si de pronto hubiera empezado a desdibujársele los trazos y el color.

Nos falta el piso firme, la certidumbre, los lugares familiares. En el desconsuelo, lo trivial se vuelve trascendente porque todo duele más. El amor se construye con la cotidianidad, con la certidumbre que da caminar por los mismos barrios, sentarse en las mismas salas de cine, no necesitar ver la carta de los restaurantes preferidos, saber a qué hora es la siesta y cuándo termina la fiesta. Por eso, cuando el amor se va hay que reaprender los gustos y los rumbos. Por eso en el desamor se vive dando tumbos.

Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954) intervino con poesía y frases del Siglo de Oro bocetos descartados del pintor fotorrealista Robert Neffson (Nueva York, 1949). Estas piezas cuentan la narrativa del despecho, del desamor, de la pérdida, de la falta que nos hace el otro. Estar despechado es quedarse con el corazón como un hueco que late, una piedra que insiste en mantenernos vivos. Superar el despecho es lograr que el corazón se haga blando de nuevo, que la vida pueda ir llenándolo poco a poco y dejarlo listo para la magia. Carmen Boullosa interviene los bocetos con palabras acerca de la pérdida, con descarnadas frases de la derrota. Podemos leer frases rotas, frases de un enojo visceral: eso que todos hemos sentido alguna vez y que si tenemos un corazón sano, no dejaremos de sentir cada vez que alguien nos falte.

ROTO, ROTO, ROTO, ROTO, escribe Boullosa sobre un trozo de cielo sin azul, sobre una calle que de pronto desaparece y se hace nada. Al escribir encima del súbito vacío, Boullosa quiere reconstruir el mundo, llenarse el corazón de nuevo como hacemos todos cuando alguien de pronto nos falta. Cuando alguien se va nos queda el hormigueo de su presencia, el reflejo de las cosas que sentíamos cuando aún estaba aquí. Cuando aprendemos a vivir sin ese que se fue, ese hormigueo es al final el que nos ha de mantener vivos, el que nos dice que cuando se trata de amor, toda la luz está por venir.

Despechadas, me dejaste con hormigas en el alma permanecerá abierta al público en el Museo de Arte Carrillo Gil hasta el 24 de agosto.