Por Frank Lozano:
Desde los atentados terroristas del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York, el mundo entró en una fase de incertidumbre donde la economía, las relaciones internacionales, los equilibrios geopolíticos, y, en cierto sentido, los valores humanos, fueron trastocados.
La salida de Inglaterra de la Unión Europea bien podría leerse, desde dicho enfoque, como el último episodio de esta larga convulsión iniciada hace quince años. Para la generación que votó por la salida de la UE, el factor económico y el miedo formaron parte importante en su decisión.
Fue la generación que vio nacer y crecer a la comunidad europea; pero también, la que vio cómo el mundo que conocía comenzaba desdibujarse de la mano del miedo. Fue la generación que en su momento aplaudió la primavera árabe para luego padecerla. Fue la generación que asistió a la consolidación de los procesos de globalización y mundialización, pero también la que comenzó a sentirse amenazada por el otro.
Fue la generación que vivió el avance en los derechos humanos, pero también la que cambió la aceptación del otro en su diferencia por el prejuicio. Fue, es y será, la generación del miedo y del desencanto; una generación que no se adaptó a la vorágine de la incertidumbre; una generación que optó por regresar a lo conocido, como quien busca refugio.
Algunos han culpado a la democracia por lo sucedido; no obstante, lo ocurrido en Inglaterra fue profundamente democrático. La democracia es la plataforma más igualitaria que tenemos. En todo caso, hay que culpar a David Cameron por haber metido a su país en dicho dilema. Hay que señalar la baja participación de los jóvenes en el proceso, sin demonizar al grupo de edad que terminó por inclinar la decisión hacia un lado.
Más allá de las implicaciones económicas que generará la salida de Inglaterra de la Unión Europea, debemos analizar las implicaciones sociales, culturales y políticas. La polarización social, la irresponsabilidad y la frivolidad, como ejes discursivos de la oleada de políticos populistas, el regreso de las expresiones nacionalistas más cavernarias, la exclusión y el aislamiento en oposición a la integración cultural.
Los líderes mundiales han sido incapaces de lidiar con el desorden mundial. La transición entre el mundo seguro y estable hacia el mundo inseguro e inestable está dinamitando todo. Hay una sensación de fragilidad en todos los campos. La incertidumbre marca la pauta, y, en la confusión, nadie es capaz de descifrar hacia dónde se mueve el mundo.