Aziz Ansari y los aliadxs

Por Bvlxp:

 

Un año que empieza con un aliadx siendo zapeado, humillado y expuesto, es un año que promete. Tengo que confesar que, cuando mi inocencia era aún prístina, me indignaba la manera estilo limpia social con que el enloquecido neofeminismo maltrata a hombres que apoyan sus más delirantes y autoritarios postulados. La indignación me encendía las venas cuando hombres de buena voluntad eran expuestos por “mansplicadores” o por cualquier otra locura inventada en el seno del feminismo autoritario. Pero cuando Jenaro Villamil (un feministo ideal en tanto que es un campeón reaccionario, un democratinski de cepa, alguien que alcanza el paroxismo imaginando a la democracia en México muerta e instaurado un régimen unipersonal) fue agredido durante una marcha feminista, algo en mí se quebró y, lleno de una malsana algarabía, dije: qué bueno, se lo merecen, se lo están buscando, time’s up.

Ahora fue el turno de Aziz Ansari, comediante y campeón de los millennials sensibles, quien escribió todo un libro sobre cómo ligar de forma políticamente correcta y woke en la era digital para que nadie se incomode y ningún alma frágil ande en pena porque lo ghostearon (algo que, mirado sin sentimentalismos, no existe) y, en fin, un aliadx en toda la regla, un seductor de esos de ahora, que no se manchan las manos, que les da pena sentir deseo, que cuentan los minutos antes de mandar el siguiente mensaje para no quemarse. Si alguien como Aziz Ansari cayó víctima del frenético impulso de limpieza social de moda en Hollywood y sus alrededores ideológicos, ya no hay más a donde ir, llegamos a la sociedad post-sexual donde mejor te quedas en casa, te desconectas del Internet y tratas de vivir una vida en paz olvidándote lo más posible de tus semejantes.

A todo esto, ¿qué es un aliadx? Un aliadx es una persona de género indeterminado (el futuro profundamente conservador con el que sueña la progresía está habitado por personas de género difuso que no desean y no molestan; una vida regulada hasta el más mínimo detalle y con la interacción humana limitada a lo más básico e incluso ni eso, de ser posible. Todo propio de película futurista que enseña un mundo higiénico, regido por una autoridad central que no se ve pero se siente y en el que todas las necesidades básicas han sido resueltas por la tecnología) pero por lo general varones que simpatizan acríticamente con el gulag feminista. Los aliadxs son esos que cuando una mujer coquetea con un hombre, le da su teléfono, accede a una cita que empieza en casa del hombre desde donde salen a cenar y beber, decide regresar a casa del hombre después de la cena, se quita la ropa y deja que el hombre le haga sexo oral, le hace dos veces sexo oral al hombre en cuestión y cuando no quiere seguir más con el asunto decide irse y el hombre le pide un Uber para que llegue a su casa y que justo cuando el hombre gana un Golden Globe se acuerda de que “la violentó”, dicen “Me avergüenzo de mi género”. Esos campeones son los que pueblan el censo aliadx, como los hipócritas que, por ejemplo, llevan un pin de “Time’s Up” a la entrega de los Golden Globes.

Aziz Ansari se suma a la lista de hombres que han sido acusados de algún tipo de mal comportamiento sexual, sometidos a este escarnio social que busca no castigarlos sino acabar con ellos, invalidarlos en vida: terminar con su carrera y con su reputación, enviarlos al destierro sin que sus conductas califiquen como criminales ni en el más estricto de los códigos penales. A este frenesí de limpieza social le tiene sin cuidado las minucias jurídicas, que alguien sea culpable o inocente bajo la ley es lo de menos: o sea, el fundamento de las sociedades autoritarias. El caso de Ansari es especial porque sólo se necesitó una denuncia anónima en un sitio de Internet de mierda, hecha por una mujer blanca y privilegiada (el estándar progre que se usa para medir todo lo bueno), para acabar con un aliado feminista, un hombre de tez oscura, inmigrante, perteneciente a una minoría religiosa cada vez más perseguida en los Estados Unidos. El caso de Aziz traspasó los límites incluso de lo políticamente correcto y se olvidó de su objetivo tradicional: el hombre blanco heterosexual que normalmente es objeto de sus furias.

El caso Aziz Ansari es un claro ejemplo de que progre sí come progre, de que no hay consideración más importante en este momento que estar al corriente alimentando el momentum del movimiento #MeToo y manda un claro mensaje que los aliadxs harían bien en escuchar: deténganse, dejen de intentarlo, basta, están haciendo el ridículo. Sabemos que ser aliados es la estrategia de supervivencia y pertenencia que han elegido para navegar las procelosas aguas del progresismo y la posmodernidad, pero harían mejor en encontrar una voz propia, ser auténticos y descubrir que, desde siempre, con ser hombres decentes basta y sobra para apoyar la causa de la humanidad. Ustedes serán siempre hijos del privilegio y sospechosos perennes de esta intifada. Están jugando el papel de ese niño que cree que los del parque son sus amigos cuando en realidad sólo lo usan para que vaya y pague los refrescos y que a la hora de la hora no lo invitan a la fiesta del equipo. Siempre serán extraños y en realidad están hinchando por un equipo que no es el suyo. Si le hicieron lo que le hicieron a un machito suave y progre como Aziz Ansari, ustedes no tienen esperanza alguna de nada. Por favor dejen de intentarlo, se están lastimando y los van a lastimar; un día que lleguen a cierta prominencia les van a revocar el consentimiento como a Ansari o se van a acordar de sus mensajes de texto o sus avances en un bar y nada habrá que los salve del monstruo que ustedes ayudaron a criar.

A las jóvenes que están saliendo al mundo y han encontrado en la tercera ola feminista un hogar y una fuente de favs en Twitter y aceptación entre los dizque liberales caguengues que tienen como compañeros de la universidad: no dejen que una serie de señoras inadaptadas les digan que ustedes son meras agentes del deseo masculino, que no son dueñas de su sexualidad, que en los hechos son seres desprovistos de autonomía y deseo, siempre a merced de los hombres. Ojalá más pronto que tarde se den cuenta de algo verdaderamente empoderador: las mujeres son las guardianas de las puertas del sexo y el sexo mueve al mundo y no hay nadie más poderoso que aquel que tiene la llave. Usen su capital erótico, sería el colmo que las propias mujeres intenten neutralizarlo o negárselos: úsenlo con responsabilidad y no se dejen intimidar por nadie.