Ágora, dulce ágora

Por Oscar E. Gastélum:

“When it comes to life the critical thing is whether you take things for granted or take them with gratitude.”

Gilbert K. Chesterton

Hace unas semanas me invitaron a un popular programa de televisión matutino para hablar sobre feminismo y piropos, las amables personas que se acercaron a mí me explicaron que habían leído un par de columnas sobre el tema que publiqué en este espacio y por eso decidieron buscarme. Nunca he sido uno de esos personajes obsesionados con aparecer en la tele (aunque confieso que estoy de acuerdo con Noel Coward en aquello de que la televisión abierta es para salir en ella y no para verla), pero la inesperada invitación me reveló la influencia que este entrañable portal ha alcanzado en los últimos años. Y también me ayudó a darme cuenta de que, aunque parezca mentira, estoy a punto de cumplir tres años publicando mi columna semanal en Juristas UNAM.

Cuando mi querido amigo Ángel Gilberto Adame me invitó a escribir en este libérrimo y plural foro de ideas que, con un entusiasmo que le envidio, él mismo fundó, no sabía qué esperar y lo que más me preocupaba era quedarme rápidamente sin temas que merecieran una columna. Pero heme aquí, casi tres años después, feliz de tener un espacio en el que puedo escribir sobre mis obsesiones, mis pasiones, mis filias y mis fobias, y todo con total libertad, pues a pesar de mis necedades y de mis ínfulas de genio anacoreta, jamás he recibido línea o se me ha censurado.

Si algún valiente, o más bien algún masoquista, se atreviera a sumergirse en el archivo de mi columna, encontraría entradas sobre geopolítica, sionismo, la legalización de las drogas, terrorismo islámico, feminismo, cine (por fin sirvieron para algo, o al menos eso espero, los cursos de apreciación cinematográfica que tomé en Londres hace años), psicología, cultura pop, críticas contra la iglesia católica y hasta una elegía para el mes de abril. Además, se toparía con los numerosos textos que le he dedicado a mis países favoritos: México (a pesar de todo), Gran Bretaña, Francia e Israel . Y desde luego también descubriría incontables columnas (siento que han sido miles) escritas contra Peña Nieto y Donald Trump, ese par de payasos deleznables, ignorantes y corruptos, que se han convertido en las más malsanas de mis obsesiones.

Me enorgullece decir que a través de estos años he tenido el privilegio de forjar una relación maravillosa con un puñado valiosísimo y selecto de lectores, y que he recibido comentarios muy positivos de intelectuales, novelistas, politólogos, periodistas, políticos, científicos y abogados (¡muchísimos abogados!) a los que respeto y admiro. Obviamente no todo ha sido miel sobre hojuelas, halagos y felicitaciones, también he discutido enardecida pero respetuosamente con lectores que discreparon de alguna de mis opiniones. Sin embargo, aprecio y agradezco ese tipo de encontronazos, honestos y apasionados, pues siempre terminan enriqueciendo la perspectiva de quienes nos atrevemos a publicar nuestras ideas.

Pero en este país, y sobre todo en la red, la inmensa mayoría de quienes posan de detractores, en contra de lo que sea, distan mucho de ser honorables y no suelen aportarle nada valioso o interesante a una discusión. Por eso no me sorprende que tanto Juristas UNAM como su seguro servidor nos hayamos ganado un ejército de malquerientes conformado por las dos especies de bravucones virtuales que más abundan en internet: los beatos puritanos, dogmáticos e intolerantes, y los perdedores resentidos que desahogan sus frustraciones escupiendo bilis en las redes sociales (casualmente la mayoría de nuestros enemigos pertenecen no a uno sino a ambos, deplorables, grupos).

Pero a pesar de que esta gente sólo puede expresarse a través de descalificaciones, insultos y de la tergiversación maliciosa de las ideas ajenas (pues es demasiado perezosa, deshonesta e intelectualmente limitada), su hostilidad obsesiva y enfermiza es un síntoma más del innegable éxito de Juristas UNAM, pues demuestra que estamos irritando y sacándole ronchas a la gente correcta, esos retorcidos fans que nos detestan pero no pueden dejar de leernos. Además, debo confesar que pocas cosas me producen más placer que hacerle pasar corajes a los imbéciles y a los fanáticos, y muchas veces, mientras escribo, anticipo gozosamente las rabietas que voy a provocarles.

Hace apenas un par de semanas, uno de estos patéticos personajes, que a pesar de ser irrelevante como individuo merece ser citado pues encarna a la perfección el talante de su manada, me espetó que en Juristas UNAM éramos unos “misóginos, racistas y clasistas”, así, tranquilamente, como si semejantes cargos fueran cualquier cosa. Hay que ser muy tonto o muy pérfido para calumniar tan burdamente a un medio fundado y dirigido por el autor de un libro que rescató del olvido a un puñado de feministas excepcionales de la era de la revolución, y en el que escribimos seis individuos, tres hombres y tres mujeres, totalmente independientes y muy diferentes entre sí,  pero que obviamente jamás hemos promovido o reivindicado la misoginia, el racismo o el clasismo en nuestros textos. Es cierto que en los últimos meses dos de nosotros osamos criticar a la versión más vociferante, autoritaria y sectaria del feminismo, pero lo hicimos desde perspectivas muy diferentes y sin ponernos de acuerdo, pues ni siquiera nos conocemos y nunca hemos cruzado palabra. Pero supongo que para un fanático, todos los herejes son iguales.

Habrá quien piense que este texto es un autoelogio descarado y complaciente, pero esa cínica interpretación no podría estar más alejada de la realidad. Pues para mí es un gesto de orgullo, afecto y sobre todo gratitud: Con mi estimado Gilberto, con este entrañable espacio, con mis talentosos compañeros columnistas que le dan vida diariamente, con nuestros lectores (que incluyen a cientos de miles de seguidores en Twitter y otros tantos en Facebook) y hasta con los tontitos que cada vez que gruñen, nos confirman que avanzamos en la dirección correcta. Muchas gracias a todos…