Por Frank Lozano:

El domingo comienza la despedida de Enrique Peña Nieto. El lunes 8 de junio, se activa la cuenta regresiva para echar nuevamente de Los Pinos a quienes tienen al país sumergido en la parálisis económica y en una crisis social sin precedentes.

Cancelar la evaluación de docentes es motivo suficiente para que se vayan. Se trata de una ilegalidad. Es un acto que pisotea una reforma constitucional que, en su momento, cristalizó las aspiraciones de muchos. Es una señal de debilidad y de incapacidad política. Es una medida pragmática y electorera. Finalmente es una señal de lo poco que les importa la educación, tema que a la postre sirvió de intercambio con un grupúsculo nocivo, que ha acreditado de sobra su capacidad de chantaje y de violencia.

El PRI debe irse porque en materia económica no hay resultados, hay retrocesos. La reforma hacendaria no ha tenido el impacto que el gobierno esperaba. En cambio, para los contribuyentes, sí ha tenido el impacto que no esperaban: los ha jodido más. En tanto, la desigualdad crece galopante. Los recortes al gasto público evidencian la incapacidad de este gobierno por generar alternativas que fortalezcan la economía. Y de postre, la caída en picada del peso.

En cuestión de seguridad, conocemos la triste, triste historia de aquel mandatario que decía aquí, allá y acullá, que nada pasaba, que todo era cosa del pasado, que puros casos aislados; que México era otro, que cómo se nos ocurría, a muchos, señalar que no había una estrategia para combatir al crimen organizado, etcétera. Dos años después, matanzas; el Cartel Jalisco Nueva Generación saluda a la tropa. Y Michoacán, Guerrero, Tamaulipas y Jalisco, en llamas. Más que por la inseguridad, por la torpeza con que se ha manejado la agenda de seguridad, el PRI debe irse.

El PRI debe irse por el cinismo con que el Presidente de la República, mintió y sigue mintiendo con respecto a su patrimonio. Por el conflicto de interés con el grupo HIGA, que salpicó a varios de sus colaboradores.

A quienes piensan abstenerse o anular su voto, bajo el argumento que sea, les diría que no sean ingenuos. Se entienden y se explican sus razones. Son comprensibles sus posturas, pero insisto, pecan de ingenuos.

Los partidos, como sean, y poco a poco las candidaturas independientes, son los canales mediante los cuales se puede dar el proceso de transformación política de este país.

No sucederá de la noche a la mañana. Se requiere una nueva cultura política y eso, implica, nada más y nada menos que una nueva ciudadanía. Ni una ni otra se darán por arte de magia. Se construirán desde distintas direcciones, pero estoy cierto en que no sucederán desde la renuncia de los derechos, desde el desdén que da una superioridad moral o un purismo ideológico.

El político no es ni más ni menos ciudadano que el que no milita en un partido. El día que la ciudadanía en general entienda que también hace política, otro gallo va a cantar.

El domingo, salgan a votar, promuevan el voto y díganle adiós al PRI.