Un Refugio contra los Animales Nocturnos

Por Oscar E. Gastélum:

“Civilization is a horizon which we can approach, while barbarity is a background from which we seek to move away; neither condition can be entirely identified with particular beings. It consists of acts and attitudes that are barbarian or civilized, not individuals or peoples.”

― Tzvetan Todorov

Habemos seres que, para consternación de la gente que nos rodea, no podemos abstraernos de los triunfos que el fascismo ha cosechado en los últimos meses alrededor del mundo. Y es que para nosotros, esta crisis civilizatoria no es un asunto ajeno y distante, pues sentimos como una tragedia personal e íntima el inminente colapso del entrañable orden democrático y liberal que en las últimas décadas produjo un salto cuántico económico, tecnológico y social, inédito en la historia de la humanidad. Además, en mi caso, el hecho de que la primera pieza de este desastroso efecto dominó haya caído precisamente en mi amada Gran Bretaña, gracias al disparate injustificable de Brexit, equivale a exprimir un limón sobre una herida supurante. Pero ante un panorama tan lúgubre y ominoso, no queda más que resistir y seguir luchando, desde nuestras modestas trincheras, a favor de los valores que consideramos más sagrados.

Pero para poder seguir adelante, lo primero que hay que hacer es recordar que a pesar de los pesares la vida sigue siendo hermosa, pues ni siquiera la existencia y el incomprensible auge de seres tan grotescos y despreciables como Donald Trump y su turba de deplorables seguidores puede despojarla de su belleza y su sentido. Por ello, el primer paso que hay que dar para oponer una resistencia efectiva, consiste en construir un albergue íntimo que nos proteja de las viscicitudes de la historia y nos permita mantener la cordura en medio de esta tormenta de vulgaridad, mentira y odio. Yo, por ejemplo, encuentro ese refugio en los ojos y en los brazos de mi bellísima novia, y en la lealtad incondicional y la risueña inocencia de mis perros. Ellos son los cimientos de mi fortaleza. Pero hay muchas otras cosas que hacen que mi guarida sea inexpugnable, empezando por mi biblioteca, rebosante de la lucidez de nuestros mejores intelectos, la sensibilidad de nuestros espíritus más frágiles y paradójicamente más poderosos, y la sabiduría de los viejos de la tribu, vivos y muertos.

También encuentro refugio en el deporte, esa hermosa y apasionante sublimación de nuestros impulsos más primitivos, y en el amor incondicional que siento por mis equipos favoritos, ganen o pierdan (y últimamente pierden casi siempre). En el caudaloso río de belleza que es la música, sacra y profana, o clásica y pop como decimos ahora; esa frontera espiritual en que las caóticas fuerzas dionisiacas chocan violentamente con nuestros frágiles impulsos apolíneos fundiéndose en algo sublime e indescriptible. El cine es otro de mis bálsamos favoritos, y quizá por ser un arte que tiene un pie y medio en la cultura popular, suele reaccionar más rápido ante cambios profundos en la zeitgeist y hasta es capaz de anticiparlos. Por eso no es casual que tantas películas estrenadas en 2016, desde Green Room hasta Nocturnal Animals pasando por Jackie, Hidden Figures o The Childhood of a Leader, parecieran ser respuestas a la era Trump aunque hayan sido concebidas y producidas años antes del ascenso del payaso anaranjado.

Aquí quisiera hacer un paréntesis para hablar brevemente de Nocturnal Animals, no sólo porque es una gran película, mi favorita de 2016, sino porque además es una experiencia catártica que hay que vivir para entender y asimilar mejor nuestra coyuntura. Y es que todo está ahí: el choque entre la civilización y la barbarie, entre lo urbano y lo rural, entre los estados azules y los rojos. El abismo, quizás infranqueable, que divide al sur profundo y el Midwest de las dos costas. Por un lado, ese par de poderosos polos civilizatorios que son California y Nueva York, con su cultura cosmopolita, diversa, incluyente, sofisticada, secular y liberal; y por el otro el “flyover country” un páramo de fanatismo religioso, superstición, racismo, xenofobia y atraso económico y social autoinfligido. Pero lo más importante de Nocturnal Animals es su implacable retrato del resentimiento y su infinito poder destructivo. Y es que esa pasión malsana puede fácilmente transformarse en un impulso violento y criminal o hacer de la venganza una estrategia política. Y su perversa y enfermiza lógica podría resumirse más o menos así: “Te aborrezco porque te envidio, y quizá violar a tu familia o elegir a Trump no mejore mi miserable existencia, pero al menos destruirá la tuya.”

Pero volviendo a ese bastión personal que debemos erigir para protegernos de la desesperanza y el cinismo, no hay nada como atestiguar la decencia y la generosidad de nuestros semejantes para reconciliarnos con la vida. Y es precisamente en los momentos más obscuros que, en contra de todo pronóstico, los mejores ángeles de la naturaleza humana suelen hacer acto de presencia. En las últimas semanas hemos visto despliegues de honorabilidad y nobleza inesperadas cortesía de las millones de personas que han tomado las calles y los aeropuertos para manifestarse en contra de la vileza imbécil de Trump y de sus medidas discriminatorias; de los abogados que se aprestaron a defender desinteresadamente a los refugiados varados en las aduanas; de los periodistas que a pesar de las amenazas y el acoso del demagogo naranja se han negado a normalizarlo y siguen haciendo su trabajo sometiéndolo a una crítica constante; de los jueces que se han interpuesto entre los caprichos del energúmeno y la constitución; y de los alcaldes y gobernadores que han ofrecido sus ciudades y estados como santuarios para los inmigrantes indocumentados. Por mencionar sólo algunos ejemplos.

Pero buscar refugio en ese búnker construido a base de seres y pasiones que hacen que la vida siga siendo digna de ser vivida a pesar de las tormentas políticas que se ciernen sobre nuestra civilización, no significa ceder ante el conformismo o la indiferencia, ni huir de la realidad o dejar de participar en lo público. Todo lo contrario, esas islas en medio de la tempestad deben fortalecernos e inspirarnos para seguir luchando a favor de todo lo que amamos y en contra del fascismo resentido que trata de destruirlo.