Un divorcio en Paz

Por Ángel Gilberto Adame:

A partir de la década de los veinte del siglo pasado, Ciudad Juárez se convirtió en un motor económico para Chihuahua. Su ubicación fronteriza le dio un halo de clandestinidad, por lo que se volvió un nido de prostíbulos, casas de juego y bares que atendían a estadounidenses ávidos durante la vigencia de la Ley Volstead.

Para incrementar aún más el turismo, en 1932 el gobernador Roberto Fierro expidió la Ley del Divorcio, que ofrecía la posibilidad de tramitarlos de manera rápida y sencilla, omitiendo requisitos legales básicos, tales como la competencia por la nacionalidad o el domicilio, o la celebración de juntas de avenencia con la comparecencia personal de los cónyuges. Así, la antigua Paso del Norte fue conocida como la capital de los divorcios al vapor.

En su edición del 27 de julio de 1970, basada en datos del New York Times, la revista Tiempo hizo un resumen de esta lucrativa industria judicial en la década de los sesenta: “los cinco juzgados juarenses tramitan 45,000 divorcios de ciudadanos estadounidenses, […] trabajando de 9 a.m. a 2 p.m. seis días a la semana, inclusive los sábados”. A este singular procedimiento se acogieron personalidades como Franklin D. Roosevelt hijo, Steven Rockefeller, Errol Flynn, Elizabeth Taylor y alguien de quien poco se ha hablado: Octavio Paz.

La relación entre Elena Garro y el poeta mexicano se deterioró rápidamente, según palabras de la propia escritora en sus apuntes sobre el viaje a España de 1937. Sin embargo, fue hasta su estancia en París cuando confesó que la convivencia con su esposo era casi inexistente. En la correspondencia que compartió en el periodo comprendido entre 1947 y 1950 con José Bianco, describió su percepción del entorno cultural francés al tiempo que relató sus desencuentros personales.

Lucía Melgar estudió esa etapa en la vida de Garro y anotó al respecto: “Parece observar a su marido desde lejos, como un extraño más con el que no obstante, convive. […] La mirada irónica de la autora percibe los afanes intelectuales de Paz en esa época como temas obsesivos o falsas pasiones. Sus disquisiciones sobre el mito no le interesan o han acabado por cansarla”. Fue en mayo de 1949 cuando conoció a Adolfo Bioy Casares y su vida afectiva dio un vuelco, una vez que el argentino le declaró sus sentimientos y ella aceptó el rol de mujer enamorada. Tal fue la intensidad del amorío, que Bioy se ofreció a llevarla con él a Buenos Aires, pero sus ímpetus ya no fueron correspondidos.

Por otro lado, Paz se había convertido en una personalidad literaria de la vida parisina. Era común verlo charlar con escritores como Albert Camus o Jean Genet. Su amistad con Bioy y su indiferencia hacia Elena dejaban ver que la pareja mantenía un acuerdo tácito según el cual podían relacionarse libremente con otras personas, por lo que no denunciaron sus mutuas infidelidades hasta su separación.

De acuerdo con Patricia Rosas Lopátegui, la unión se quebrantó definitivamente entre 1956 y 1957. Guillermo Sheridan advierte que fue el poeta quien tomó la iniciativa de divorciarse una vez que se involucró con la artista plástica Bona Tibertelli, quien estaba casada con el escritor André Pieyre de Mandiargues. Los tres estuvieron en México en 1958, recorrieron el país y hacia finales de año, Paz decidió iniciar las gestiones para obtener la disolución del vínculo.

El juicio fue llevado por su abogado y amigo Raúl Vega Córdova a través de su despacho «Promociones Legales» S.A. Para dar seguimiento al asunto, Paz otorgó un poder a Esteban Briones Martínez el 2 de junio de 1959 ante el notario 17 del Distrito Federal. Así, la demanda se presentó en el juzgado tercero civil de Ciudad Juárez el 8 de junio. Aunque esto debió hacerse en la capital, se mencionó su trabajo en el extranjero para acreditar que no tenía domicilio en territorio nacional, aprovechando las facilidades que en este tema proporcionaba la citada Ley del Divorcio.

Ante la dificultad de obtener el consentimiento de Elena y sin los elementos para aducir una típica causal de divorcio necesario, el escritor aprovechó que Chihuahua era la única entidad que contemplaba la incompatibilidad de caracteres como motivo de separación legal, pese a que la validez de la misma estaba subordinada únicamente a la subjetividad de quien la aducía.

De las constancias se desprende que la actora afirmó que si bien el matrimonio se había celebrado bajo el régimen de sociedad conyugal, durante los veintidós años de su duración nunca adquirieron bienes. Además, declaró que ignoraba la dirección de Elena Garro, por lo que su citación se publicó únicamente en el Periódico Oficial de Chihuahua, y así ella no pudo contestar y se le declaró en rebeldía. Sin embargo, Garro reveló en una entrevista concedida a Cuadernos Americanos que entre 1959 y 1960 también radicaba en la capital francesa, y dejó entrever que coincidieron en más de una ocasión.

En ese estado de indefensión, cuando se abrió el periodo de pruebas, se le citó nuevamente para absolver posiciones y a una audiencia de alegatos tras la cual se dictaría sentencia. La estrategia urdida por los abogados de Paz rindió frutos, pues la escritora no se enteró del asunto y sus pormenores.

En consecuencia, el 15 de julio de 1959 el juez resolvió declarar disuelto el matrimonio, que la menor Elena Laura Paz Garro quedara bajo la custodia de su madre y que el padre debía pagar tres mil quinientos pesos mensuales de pensión alimenticia, cantidad que equivaldría aproximadamente a ciento doce mil pesos actuales.

Enrique Krauze describe sintéticamente este proceso sin aclarar los detalles del juicio: “En 1960, las cosas con Bona habían evolucionado al extremo que Paz —tras obtener su divorcio por poder (sic) con Elena— anunciaba a Bianco su próxima boda: ‘[…] Bona será en breve mi mujer. Vamos a casarnos’. Pero en 1962, ya en la India, el vínculo con Bona desembocó en un nuevo desencanto”.

Paz arribó a París el 17 de junio de 1959 con el cargo de Ministro Plenipotenciario y Encargado de Negocios. Además de su trabajo, ocupó parte de su tiempo dedicado a su obra y a vacacionar con la pintora. Casualmente, al término de su romance con Bona, incentivó a Garro a que publicara «Los recuerdos del porvenir», novela que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1963.

Para 1964, la vida del embajador sufrió un cambio drástico, ya que se enamoró de Marie José Tramini. La relación se hizo pública casi de inmediato, con planes de boda incluidos. No pasó mucho tiempo para que Garro por fin supiera que ya no era ‘la señora de Paz’.

En una carta enviada a José Luis Martínez el 7 de abril de 1965, Paz escribió preocupado: “He sabido (noticias indirectas pero que merecen crédito) que quien tú sabes dice con frecuencia que nuestro divorcio no es ‘legal’. Sé que a veces amenaza con intentar una acción judicial, destinada a anularlo”. No obstante, se casó de nuevo el 20 de enero de 1966 en Nueva Delhi, aunque nunca registró su enlace ante las autoridades mexicanas.

En 1967 Elena Garro promovió un juicio de amparo ante el juez segundo de distrito en materia civil del Distrito Federal contra el divorcio al vapor obtenido ocho años antes, buscando, entre otros, que se le abonara el cincuenta por ciento de todas las percepciones derivadas de la sociedad conyugal.

Ante esto, Paz buscó la mejor asesoría posible y la consiguió con Salvador Rocha Díaz, quien llegaría a ser un destacado político priísta y ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El caso no era nada sencillo, sobre todo porque además de la merma económica, estaba en juego la validez de su segundo matrimonio.

Me fue imposible realizar un análisis a profundidad de los elementos que exhibieron las partes, ya que además de que ninguno de los biógrafos del poeta ha dedicado espacio a estos hechos, los cuales constituyeron el verdadero pleito legal entre Garro y Paz, se me negó una copia del expediente por las siguientes razones:

“Hecha una búsqueda en el Archivo del Tribunal, en el Archivo de Concentración del Edificio Sede del Poder Judicial de la Federación en San Lázaro, en los libros de gobiernos y en el Sistema Integral de Seguimiento de Expediente que se llevan en ese Tribunal, no se encontraron asuntos registrados como recursos de revisión […] por lo que se encuentra imposibilitado para remitir la información solicitada, en el entendido de que si dichos tocas existieron, desaparecieron con motivo de los sismos de 1985, así como su registro […] y los amparos son información reservada (sic)”.

Lo que sí puedo afirmar a partir de la información disponible es que la petición de Elena fue sobreseída, que interpuso recurso de revisión ante el segundo tribunal colegiado en materia civil del primer circuito, el cual con fecha 24 de marzo de 1969 ratificó la decisión de negarla.

Es importante aclarar que nunca se evaluaron el fondo y la legalidad de los actos del juez que decretó el divorcio, pues se priorizó la confección formal de la demanda, permitiendo así vicios burocráticos; tal vez fue desechada simplemente porque le faltaba una hoja o una firma. Otro aspecto a considerar es que el magistrado Ángel G. Gamboa y Cervera se encargara de elaborar la ponencia definitiva ya que, según palabras del abogado Ángel G. Gamboa y Palma, su padre fue un especialista en materia penal y no en civil o familiar.

Paz contó con buena fortuna a lo largo de este periplo, pues además de las irregularidades ya relatadas, no le trajo perjuicio en este asunto su separación del servicio exterior en respuesta a los acontecimientos de 2 de octubre de 1968. No hubiera sido extraño que un vengativo Gustavo Díaz Ordaz influyera en la resolución tomada por el Poder Judicial, lo cual no sucedió.

En 1970 los divorcios exprés vieron su fin. Emilio Gutiérrez de Alba subrayó que Richard Nixon hizo saber a Díaz Ordaz “que le molestaba mucho que en […] Ciudad Juárez, le estuvieran desuniendo a los matrimonios y desintegrando a las familias estadounidenses”. El presidente ordenó al gobernador Óscar Flores Sánchez que derogara la famosa ley. Descartado México, el jugoso negocio quedó en manos de Haití y República Dominicana.

El 21 de abril de 1998, dos días después del deceso de Paz, podían leerse en toda la prensa las siguientes declaraciones de su hija: “Helena (sic) añadió que buscarán el apoyo de un abogado […] para intentar tener participación en la herencia del escritor fallecido, pues sus padres nunca se divorciaron […] ellos se casaron por bienes mancomunados y yo soy la hija única, así lo dice el Registro Civil».