Por Adriana Med:

Me encantan las lecturas, los documentales y los programas de televisión de los que aprendo tips de supervivencia. El otro día le platicaba a alguien que tienes más probabilidades de sobrevivir en un tren que está a punto de estrellarse si te sientas de espaldas a la dirección del desplazamiento, y que lo mismo aplica para otros medios de transporte, pero la mayoría de ellos, como los aviones, solo cuentan con asientos de frente. Supongo que fue una forma de decirle te quiero. Y es que me divierte y además me parece importantísimo compartir con la gente que quiero este tipo de datos.

Ya sé que no soy exploradora de National Geographic ni James Bond (aún), pero siento la necesidad de saber qué decisiones tomar en caso de vivir un tsunami, ser atacada por un oso, caer bajo el hielo, acercarme a un remolino marino, estar en una isla desierta o tener que saltar de un auto en movimiento. Quizá peco de exceso de imaginación, espero más aventuras de las que mi estilo de vida puede darme o he visto demasiadas películas de acción, no lo sé. Pero qué bueno porque “nunca se sabe”.

Cuando veo campañas que intentan promover el ejercicio físico argumentando esto o aquello, celebro y concuerdo, sin embargo, me gustaría agregar un: “¡Tienes que estar en forma para poder correr por tu vida si es necesario!” También considero primordial aprender a conducir porque, después de todo, nada ni nadie te asegura que algún día no estarás en una persecución a máxima velocidad.

A veces tengo sueños en los que me encuentro en escenarios de peligro y mi cerebro me da una posible solución para sobrevivir, o me recuerda una solución que ya sé para practicarla, como cuando tuve que correr con los brazos en el pecho en la misma dirección que la muchedumbre en una estampida humana.

Todas estas naderías se tornan serias y significativas en ciertos días, en ciertas horas, en ciertos segundos. Concretamente cuando el futuro pinta tan mal que la vida se me hace larguísima. Entonces algo dentro de mí dice que, bueno, independientemente de todo eso, de si la vida me rompe el corazón, el riñón o los huesos, tengo que estar lista para todo.

Me sé mortal, claro. Es como andar en bicicleta: una vez que lo sepas, no lo podrás olvidar. Al menos no mientras lees el periódico o ves el noticiero de las cuatro. Y estoy bien con eso. La cosa es que no quiero irme tan pronto. Deseo salvarme el mayor número de veces posible, acariciar la muerte física y emocionalmente y vivir para contarlo. Uno debe sobrevivir, por lo menos para escribir.

Lo interesante de ser el saco de carne y de sangre que soy, es ser un saco de carne y de sangre que quiere seguir respirando. Ese impulso. Ese tener algo de tigre y de árbol. La rebeldía de latir. No es muy romántico, es cierto, pues seguramente no se origina del optimismo ni de la reflexión, sino del instinto más animal. Pero me gusta. Me gusta mucho.