Por Adriana Med:

Mi madre es una potosina devota, orgullosa de cada calle y cada historia de su tierra. Pareciera que para ella no hay mejor lugar en el mundo. Aunque ya no vivía en San Luis Potosí cuando se embarazó de mis hermanos y de mí, decidió que debíamos ser paisanos, así que cuando su panza ya estaba muy grande nos llevó ahí a nacer. Pero no nos quedamos. No éramos como ella. Éramos potosinos errantes, potosinos de paso. Potosinos que nunca habían vivido en San Luis Potosí.

Durante mi infancia y adolescencia mis padres solían llevarme a San Luis Potosí en vacaciones. No hacíamos gran cosa, salvo visitar a la familia y comer. Cómo me emocionaban (me emocionan) las gorditas de Morales y las enchiladas. Las chamoyadas y las papas preparadas de Armando Chamoy’s. Los chocolates Costanzo y los tacos rojos. Las tortas de El Rey y los helados Don Cruz. Las chalupas de mi abuela.

Diecinueve años después de mi nacimiento me fui a estudiar la universidad a esa ciudad. En mi primer día de clases todo salió bien. Mis compañeros eran muy amables y nos llevamos bien al instante. Hice amigos muy pronto con los que reía sin parar. Todo se dio tan fácil, tan natural, que creí que me habían estado esperando.

Son curiosos los potosinos. Tienen fama de elitistas, de que les importa mucho el qué dirán. Y mentiría si dijera que en un gran número de casos no es así. Pero no aplica para todos. En general los potosinos son muy sociables en un buen sentido. Les encanta conocer gente nueva y platicar. En mi experiencia son personas que no te dejan solo en un rincón. Siempre quieren incluirte, invitarte a salir y saber más de ti.

Mis caminatas en SLP eran interminables. Todos los días caminaba de la universidad a mi casa, lo que me tomaba una hora o más. Caminar y escuchar un montón de música eran mis principales pasatiempos. En especial escuchaba a Belle and Sebastian. Cada vez que escucho alguna de sus canciones me transporto a esos días soleados.

Parecía que iba a pasar ahí muchos años, sin embargo,  no fue así. Al terminar el primer semestre dejé la carrera porque no me gustaba y tiempo después  me mudé a otra ciudad. Solo viví un año en San Luis, aproximadamente, pero eso me bastó para sentirme desde entonces una potosina de verdad.

Desde que me fui me interesé más por mis raíces. Ahora me obsesiona la idea de  conocer la Huasteca Potosina, las cascadas, la Media Luna, el Sótano de las Golondrinas, Xilitla, Real de Catorce y mucho más. Me doy cuenta de que mi familia y yo nacimos rodeados de un paraíso de paisajes, fauna y flora impresionantes. Y no descansaré hasta recorrer todos sus rincones. San Luis Potosí es mucho más que una ciudad o un estado. Es un mundo que hay que explorar.