Segunda vuelta electoral

Por Frank Lozano:

La democracia electoral mexicana necesita de la existencia de una segunda vuelta electoral. Tanto Felipe Calderón, como Enrique Peña, fueron elegidos por una fracción de los electores.

Hoy, más del sesenta por ciento de los mexicanos no votaron a quien hoy los gobierna. De seguir las reglas como están, el panorama para la elección de 2018 es desalentador. La inclusión de candidatos independientes va a fragmentar aún más la votación y podríamos estar ante un escenario en el que, quien gane la elección, lo hará con márgenes del 25 al 30 por ciento.

Esto va en detrimento de la representatividad de un gobierno y sobre todo, de su legitimidad. La legitimidad no es poca cosa, es la plataforma que le permite a un gobierno plantear un proyecto de nación lo más incluyente posible.

Una segunda vuelta electoral, obligaría a los partidos y a sus candidatos a ir más allá de sus propias agendas para construir alianzas basadas en proyectos de país. Actualmente, el modelo de alianza es mezquino y pragmático. Hoy las alianzas se construyen sobre horizontes limitados y sobre apuestas mediocres. De proponerse, la segunda vuelta electoral, deberá estar cobijada con una serie de instrumentos que garanticen a los electores que su voto se traducirá en acciones concretas.

Se debe blindar a la segunda vuelta electoral contra la demagogia y contra el populismo, de lo contrario, lo que podría suceder es que gane quien más ilusiones venda. Esto se logra diseñando esquemas que obliguen a los partidos a presentar programas basados en datos, con tiempos, con objetivos y con metas específicas. Esto se logra, transformando las plataformas políticas, en plataformas programáticas: ¿qué harán, cómo lo harán y cuándo lo harán? Dicho sea de paso, inauguraría una nueva era de rendición de cuentas.

Los partidos deben entender que la segunda vuelta electoral es para los ciudadanos. Deben entender que no son dueños del sistema democrático nacional. Deben entender que los ciudadanos no tenemos porqué ajustarnos a sus tiempos, ni a sus cálculos políticos. Hoy más que nunca deben recordar quién les paga sus salarios.

El tema de la segunda vuelta electoral, revelará los miedos y las fobias de unos y otros, pero también, demostrará quienes tienen visión y compromiso con la democracia, quienes le apuestan a construir alternativas, quienes se anticipan a los escenarios y quienes prefieren obstaculizar el desarrollo democrático nacional.

Lo que estará en juego en el 2018, es, precisamente, el sistema democrático y su viabilidad. La falta de legitimidad es un ingrediente para la discordia. El escenario país presenta signos de descomposición. No se puede estirar más la soga sin el riesgo de que se rompa.

La inseguridad, la crisis global y la desigualdad le están abriendo boquetes al Estado. La confianza ciudadana hacia el gobierno y hacia el sistema de partidos está en su punto más bajo, y si bien, la segunda vuelta electoral no es el remedio para este mal, en cambio podría ser el inicio de una nueva relación con la sociedad.