Por Alberto Sánchez.

 

Esta semana es muy especial para todos los que compartimos a la UNAM como Alma Mater. Esta semana conocen por primera vez la querida Facultad de Derecho los estudiantes de nuevo ingreso. El número de lugares ofertados por las principales universidades públicas volvieron a ser insuficientes ya que el noventa por ciento de aspirantes se quedó fuera de las listas de ingreso a la UNAM, IPN y UAM. Sin embargo, a pesar de lo deprimente de esta situación, he querido dedicarles una carta a los nuevos estudiantes de la facultad de El Águila. 

Muchacho:

Ponte de pie y acómodate esa corbata que no eres un maldito vago (no todavía). Estás parado en la mejor universidad de México y una de las mejores del mundo. Aunque parezca un cliché institucional, en estas aulas te toparás con maestros de clase mundial de los que muy pocos pueden pagar en una clase privada.

Secretarios de Estado, futuros presidentes, jueces, magistrados o reconocidos escritores son los mentores que te esperan en este festival de lágrimas, sangre y códigos que es la facultad. Tienes un sistema para escoger profesores, no te dejes guiar por los consejos de tus compañeros acerca de quién es más o menos fácil; investígalos, googlealos conoce su obra y toma clases con los maestros más talentosos, no importa qué tanto miedo den. Ojo: maestro talentoso no quiere decir famoso, porque vaya que hay muchos famosos que son pésimos inculcando ideas y maestros increíbles que pasan desapercibidos.

En el caso de la UNAM es muy complejo entrar y las personas que llegan a sus aulas son privilegiados con un lugar que quisieron 10 personas pero sólo una puede alcanzar a sentarse. Éste ha sido un problema patente a lo largo de los años de desarrollo de la educación superior pública. Desde adentro de la universidad, siendo estudiante, la sensación es la de formar un grupo de élite del cual muy pocas personas pueden pertenecer. Y lo es. Sólo que no debería ser así.

Pero más allá de sueños guajiros a corto plazo sobre la educación superior universal de calidad y ponys androides, la oportunidad que tienes en la UNAM son infinitas y por lo pronto no puedes hacer nada por todos los que no tienen tu lugar. La Universidad cuenta con una amplia gama de servicios, la mayoría gratuitos o con precios realmente simbólicos en comparación con los precios de mercado que pueden potencializar todas tus habilidades. Clases de inglés en uno de los colegios más reconocidos del país gratis o por 600 pesos mensuales en el CELE, semestre de gimnasio en 500 pesos, eventos culturales internacionales siempre a mitad de precio, cursos, talleres o diplomados gratuitos que muchos sólo reconocemos su valor al ver el precio que tienen ya fuera de las aulas.

El nuevo universitario tiene la oportunidad de hacer todo lo que le guste al alcance de su mano, sin ningún tipo de pretexto y más aún si tienen la fortuna de ser parte de esa gran comuna hippie mágico musical que es Ciudad Universitaria, un lugar que parece totalmente ajeno a toda la ciudad y sólo se necesita caminar un poco para llegar a la biblioteca central, a los talleres de derecho o filosofía, a la Alberca Olímpica, a los desayunos en Arquitectura, etc. Cualquier cosa está a pasos de distancia. No pretendo hacer un comercial tipo Grupo ICEL sobre Ciudad Universitaria porque no lo necesita. Además, descubrir todos sus secretos es una experiencia inolvidable.

Tú decides qué hacer con todo lo que la Universidad (y mis impuestos) te dan, entonces aprovéchalo.

Habrá momentos que no quieras seguir, que el café ya no te dé fuerzas, pero vale la maldita pena. Habrá también veces en que no soportes a tus compañeros, que no soportes sus opiniones, pero comprende que están en su derecho y es nuestra obligación defenderlo. Quizá seas popular; quizá, como yo, seas un maldito outsider que realmente nunca tuvo muchos amigos, pero de cualquier manera recuerda que tu prioridad es aprender, aprender de gente valiosa, gente que mientras vayas en el metro o en el autobús te hagan seguir pensando acerca de sus ideas, ya sean maestros o compañeros.

No dejes que aplasten tu mente con la superficialidad, no te dejes llevar por lo que todos aceptan, no te calles una duda sólo porque todos quieren salir temprano. Sé el que cae mal, el que molesta porque piensa distinto, sé el que no se deja llevar por el cinismo. Que tu meta no sea el querer ser mejor y demostrárselo a los demás, no. Dedícate a pensar por ti mismo. Porque abogados así, faltan.