Ni Perdón Ni Olvido

«Dishonesty and cowardice always have to be paid for. Don’t imagine you can make yourself the boot-licking propagandist of the Soviet regime, or any other regime, and then suddenly return to mental decency. Once a whore, always a whore.»

George Orwell


Por Oscar Gastélum

Decía Borges que él no hablaba de venganzas ni perdones porque el olvido es la única venganza y el único perdón. Cuando se trata de lidiar con traidores o gentuza ingrata en nuestra vida íntima, no podría estar más de acuerdo con el genio argentino. Sepultar en el más profundo de los olvidos a quienes nos lastimaron o fallaron  no sólo es un acto de cordura y sabiduría, sino que además es tremendamente placentero, pues no hay nada  más liberador que expulsar de nuestra memoria a alguien que no merece el honor de vivir ahí. No es fácil aprender “el arte del olvido”, como lo reconoce el propio Borges en otro poema, pero si Nietzsche tenía razón y lo que no te mata realmente te hace más fuerte, entonces nada fortalece más el espíritu que aprovechar una crisis existencial para adquirir y dominar esa habilidad.

Repito, todo eso está muy bien en el ámbito de las relaciones personales, pero en el plano público, el compromiso de un ciudadano debe estar siempre con la memoria. Pronunciar por enésima ocasión la sobadísima sentencia de Santayana: “Quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, puede parecer un cliché, pero es una de esas verdades que no pierden su urgencia y potencia sin importar cuantas veces se reiteren. Y yo agregaría que un país que no aprende de sus errores está condenado al fracaso perpetuo. Pero además de asimilar las lecciones de la historia, es indispensable combatir la impunidad, llamando a cuentas a los personajes públicos que le fallaron a la sociedad. A una amistad o amor traicionero se le sepulta en la nada del olvido, pero la infamia debe manchar de por vida a un político corrupto o criminalmente inepto, y a quienes lo sirvieron inescrupulosamente obedeciendo sus órdenes o normalizando el horror desde los medios o la academia.

Me parece muy obvio que eso es precisamente lo que quiso decir Claudio X. González cuando publicó el siguiente tuit:

“La llamada 4t, una gran farsa, acabará mal, muy mal. Hay que tomar nota de todos aquellos que, por acción o por omisión, alentaron las acciones y hechos de la actual admon. y lastimaron a México. Que no se olvide quien se puso del lado del autoritarismo populista y destructor.”

Es un llamado apasionado y prístino a no olvidar y, llegado el momento, a llamar a cuentas a los responsables de la desgracia que está viviendo el país, y que ya se ha traducido en más de medio millón de víctimas del manejo criminal de una pandemia, en cientos de niños con cáncer abandonados cruelmente a su suerte, en una economía estancada y sin visos de recuperación, en millones de nuevos pobres, en un amasiato obsceno entre el régimen y el crimen organizado que no ha disminuido un ápice los niveles dantescos de violencia, y un interminable etcétera de vilezas. Para cualquier observador objetivo, y según toda la evidencia disponible, este sexenio ha sido por mucho el peor de nuestra historia moderna y, si México aspira a ser un país decente y justo algún día, tanto quienes mataron a la vaca como quienes le amarraron la pata pasarán el resto de sus tristes existencias respondiendo por sus acciones. Algunos tendrán que purgar sus faltas en prisión (pienso en el Doctor Muerte Hugo López Gatell, por ejemplo), mientras que otros deberán enfrentar el ostracismo y la condena social.

Por eso no debe extrañarnos la virulenta reacción que provocó el microtexto del fundador de «Sí por México». Los propagandistas y lacayos más rastreros y mendaces del régimen (de Pepe Merino para abajo) se tiraron al suelo, chillando y pataleando como Neymar, acusando al autor del tuit de “golpismo”, “fascismo” y otras linduras sin sentido. Lo más gracioso del asunto fue la manera tan torpe y reveladora en que saltaron a ponerse el saco, reconociendo públicamente que estaba hecho a su medida. Y lo más patético fue el victimismo impostado con el que exigieron ser incluidos en “la lista”, como si fueran valientes y heroicos disidentes, víctimas de un nuevo McCarthy, y no los criados abyectos de un monstruo todopoderoso que dedica sus homilías postfactuales a intimidar críticos y a elaborar listas más negras que su conciencia.

Desde luego que sus nombres ya están grabados con tinta indeleble en la memoria de todos los mexicanos decentes, ellos solitos se anotaron desde el momento en que decidieron sacrificar su alma y su intelecto en el altar del populismo bananero. No pueden exigir impunidad y mucho menos argumentar que la rendición de cuentas es “golpista” o “fascista”. Y que quede muy claro, estos llamados a no olvidar y a pasarle factura a los destructores del país no incluyen a los votantes comunes y corrientes que por angas o por mangas votaron por Obrador, sino única y exclusivamente a los cómplices de sus crímenes, una minoría ultraprivilegiada que no puede esconderse detrás de falacias ad populum (somos treinta millones, el pueblo está con nosotros, etcétera, etcétera).

Y tampoco se trata, como alegaron algunos sofistas, de “perseguir” a quienes “piensan diferente”. No, este no es un asunto de diferencias ideológicas o de opiniones erradas (aunque los intelectuales obradoristas sí deben pagar un precio reputacional altísimo por haber vendido a una peligrosa bestia desquiciada como un líder socialdemócrata bonachón e inofensivo) sino de crímenes atroces que han costado cientos de miles de vidas, y de un quebranto patrimonial en contra de la nación tan exorbitante que hace ver a los peores ladrones del PRI como principiantes. Obrador no es un presidente normal, mediocre e inepto como la mayoría de los que vinieron antes que él, sino una aberración que nunca debió llegar al poder y que por ningún motivo debe repetirse. 

Unos días después de la publicación del tuit de la discordia, Alfonso Araujo publicó otro, más breve y poético pero con el mismo mensaje:

“Un día, sus letras guindas se volverán letras escarlatas.”

Por el bien del país, ojalá que así sea…