Mi salud y tus privilegios

Por @Bvlxp.

 

La reciente actualización del Programa Hoy No Circula tiene como objeto evitar la emisión de 71 toneladas al año de partículas menores a 10 micrómetros; 38 toneladas al año de partículas menores a 2.5 micrómetros; 55,337 toneladas al año de monóxido de carbono; 4,707 toneladas al año de óxidos de nitrógeno; 8,890 toneladas al año de compuestos orgánicos volátiles; 1,367 toneladas al año de tóxicos y 778,992 toneladas al año de gases de efecto invernadero. En palabras llanas, contribuir a que los habitantes de la zona metropolitana de la Ciudad de México ya no respiren toda esa porquería.

Los que vivimos en la Ciudad de México y su zona conurbada sabemos que, después de algunos años de gozar de una mejora sustancial en la calidad del aire que respiramos, en últimas fechas hemos visto de vuelta los cielos grises, la bruma en el horizonte, la luz opaca, aquella vieja contaminación a la que estuvimos acostumbrados por tantos y tantos años. Es responsabilidad de las autoridades gubernamentales velar por la salud de sus habitantes y por el equilibrio del medio ambiente. Esto es un mandato del artículo 4 de la Constitución, de diversas convenciones internacionales de las que México es parte, y de varias leyes y reglamentos, y para ello es que se implementan diversos programas y acciones gubernamentales entre los que figura el Programa Hoy No Circula.

Sin duda, el combate a la contaminación atmosférica y a la emisión de gases de efecto invernadero no se agota con la regulación de los vehículos en circulación; se necesita de una estrategia integral que ofrezca alternativas de movilidad como son la bicicleta y un transporte colectivo cada vez más limpio. El Gobierno del Distrito Federal, como ningún otro en el país, ha implementado estas acciones entre las que destacan la EcoBici, la ampliación del Metro, el Metrobus y, en menor medida, ha alentado la supervivencia del transporte limpio de menor alcance como el trolebús y el tren ligero, combinado con acciones de regulación directa (las cuales incluyen prohibiciones y sanciones) para reducir las emisiones y disminuir la circulación de fuentes de contaminación móviles como el Programa Hoy No Circula.

La reciente actualización de tal programa se ha encontrado con una oposición sin precedente. Ni cuando el programa se introdujo por vez primera, cuando era una medida regulatoria dura y novedosa, que implicaba molestias y costos significativos para los gobernados, se vio oposición igual. ¿Cuál es la diferencia ahora? Fácil: una baja estima de amplios de la izquierda por el Jefe de Gobierno que ellos llevaron al poder, una torpe estrategia de comunicación social por parte del gobierno, aspectos del programa que son discutibles y mejorables (por ejemplo: eliminar la antigüedad del vehículo como criterio para la verificación y centrarse únicamente en las emisiones, protegiendo así a sectores populares que tienen vehículos viejos, no contaminantes, y que no pueden comprar un vehículo nuevo) y, sobre todo, que el Gobierno del Distrito Federal afectó a grupos de interés poderosos a los que otras administraciones no se animaron a confrontar: transportistas de toda índole y dueños del transporte concesionado (los famosos peseros y los taxis), que antes simplemente no verificaban los vehículos que usan para hacer negocio. Estos grupos tienen recursos y poder político para presionar que nosotros, los ciudadanos promedio, no tenemos.

Por ejemplo: los tianguistas han presionado, mediante marchas y bloqueos, a los gobiernos del Distrito Federal y del Estado de México para seguir conservando sus privilegios. De pronto encuentro entre algunos conocidos simpatía por los comerciantes: “Pobrecitos, de eso viven”, los escucho decir. En México tenemos esta tendencia a romantizar ciertas profesiones y actividades en nuestra proverbial inclinación a defender siempre al más débil. Pero en esta situación valdría la pena ponerse a pensar si en verdad los tianguistas, transportistas y peseros merecen nuestra consideración y la perpetuación de sus privilegios. Ellos viven de eso, sí, ¿pero acaso un automovilista promedio no necesita su automóvil igual para trabajar, para hacer negocios? ¿Por qué no nos indignamos cuando junto a nosotros pasa un pesero o un camión materialista que deja una nube negra tras de sí cuando nosotros tenemos que verificar nuestro coche dos veces al año, con el costo económico y las molestias que eso implica? ¿Por qué les otorgamos nuestra simpatía? ¿Por qué damos por hecho que ellos no pero nosotros sí?

Las protestas por el Hoy No Circula ponen a la Ciudad de México en la incómoda posición de ser de las únicas ciudades progresistas y de izquierda que se oponen a regulaciones ambientales más estrictas. ¿Vale la pena dejar solo en este tema al Jefe de Gobierno por cuestiones políticas? ¿Vale la pena que la poca simpatía que algunos sienten por Miguel Ángel Mancera nos lleve a coadyuvar en que se perpetúen privilegios de una minoría? ¿Es mejor odiar a Mancera que seguir respirando tanta y tanta basura?