Meridiano de Hiel

Por Oscar E. Gastélum:

‪»Stuck in a familiar past, they do not believe change for the worse can happen, even when it is happening in front of them.»

Nick Cohen

“Moral law is an invention of mankind for the disenfranchisement of the powerful in favor of the weak. Historical law subverts it at every turn.”

Cormac McCarthy

 

La semana pasada el mundo fue testigo de un capítulo trascendental en el amargo enfrentamiento entre México y el energúmeno fascistoide que, para vergüenza eterna de Estados Unidos, habita la Casa Blanca. Y es que el gobierno mexicano, encabezado por el Señor Presidente de la República y el aprendiz de canciller Luis Videgaray, nuestro impotente y torpe dúo dinámico, fue obligado a recordar brevemente lo que es la dignidad y se enfrentó a una situación en la que no le quedó de otra más que responder la enésima humillación a la que lo sometió Donald Trump con la cancelación del viaje oficial que el presidente realizaría a Washington esta semana. Pero a pesar de que fue tardío (Peña Nieto, haciendo gala de su proverbial pusilanimidad, desaprovechó la oportunidad de cancelar el viaje una noche antes de que Trump lo forzara a hacerlo con un tuit iracundo y soez) ese gesto de amor propio y firmeza provocó una reacción de solidaridad tajante y esperanzadora en la opinión pública norteamericana y mundial.

Sí, el mismo día en que Peña Nieto y Videgaray abandonaron a regañadientes su sumisa y silenciosa postración frente a los caprichos irracionales de Trump, y precisamente gracias a ello, la prensa y el pueblo norteamericano finalmente voltearon a ver a México, un país que normalmente no suele aparecer en su radar, y repararon en la agresión injustificable a la que el troglodita naranja estaba sometiendo a su amigable vecino del sur, un país mucho más débil, que además lleva décadas siendo un buen vecino y uno de los socios comerciales más importantes de EEUU. Obviamente, las reacciones no se hicieron esperar: Varios políticos, encabezados por los poderosos senadores (¡republicanos!) Lindsay Graham y John McCain, advirtieron sobre los riesgos de declararle una guerra comercial a México. Mientras que los principales diarios produjeron innumerables columnas de opinión en defensa de nuestro país  y de artículos que desglosaron con estadísticas su importancia para la economía norteamericana, mientras otros documentaban el valor estratégico de mantenerlo como aliado frente a las amenazas del narcotráfico y el terrorismo.

Pero eso no fue todo, un día después el Washington Post y el ultraconservador Wall Street Journal tundieron sin piedad a Trump desde sus páginas editoriales, el premio Nobel Paul Krugman exhibió la ignorancia supina en materia económica de Trump y su pandilla en las páginas del New York Times, y el influyente diario USA Today cambió la bandera norteamericana de su logo por la mexicana en su portada. El tema dominó de tal manera la agenda noticiosa norteamericana que terminó eclipsando la visita de Estado de la Primera Ministra británica Theresa May. Mientras tanto, en el plano de la cultura pop, Bill Maher abrió su programa de sátira política en HBO hablando del tema, y el GRAN comediante Conan O’Brien, uno de mis grandes ídolos desde hace un par de décadas, anunció que visitará México para grabar uno de sus programas con producción e invitados mexicanos.

No debemos olvidar que Donald Trump es un presidente minoritario (Hillary Clinton le ganó el voto popular por casi tres millones de sufragios) ni que asumió la presidencia con el nivel de aprobación más bajo de la historia y frente a un “National Mall” semivacío. Además, su mancillada legitimidad estará siempre bajo sospecha gracias a la incuestionable y venenosa influencia que ejercieron Vladimir Putin y sus esbirros cibernéticos para ayudarlo a ganar. Gracias a esto, resultaba muy fácil prever que la inmensa mayoría de la sociedad civil norteamericana reaccionaría a favor de México en su disputa frente al bufón narcisista con ínfulas de tirano, lo único que faltaba era que se enterara de lo que estaba sucediendo. Por eso resulta imperdonable que Peña Nieto y Videgaray, después de haber traicionado al país al que juraron servir y proteger organizándole un acto de campaña a su peor enemigo, se hayan obstinado en “negociar” con Trump durante semanas desde la sumisión más servil.

Es inexplicable e imperdonable porque si existiera una guía para lidiar con Trump, estoy convencido de que debería arrancar con dos reglas básicas e inviolables: nunca subestimar su maldad y evitar atribuirle dotes intelectuales que no posee. Y es que Trump no es un estratega genial que fingió ser un lunático narcisista, mitómano, misógino, xenófobo y racista durante la campaña tan solo para ganar votos, y mucho menos es un inofensivo y pragmático “negociador” en busca de un buen trato, o un “Negociator” como dijo el “Monopoliator” Slim en su estrambótica conferencia de prensa. No, Trump es un ser unidimensional (no hay nada detrás de la miseria superficial y repelente que nos muestra diariamente), ignorante y con un intelecto muy limitado. Un psicópata irracional, sin honor ni escrúpulos, que goza sometiendo y humillando a contrincantes más débiles (y nada estimula más el sadismo de ese tipo de monstruos que toparse con víctimas pusilánimes y pasivas como Peña Nieto y Videgaray). Por si todo esto fuera poco, detrás de la vileza atrabiliaria de Trump está Steve Bannon, el siniestro propagandista y supremacista blanco que ha logrado convertirse en la voz más influyente de esta disfuncional Casa Blanca y que instila su tóxica, rabiosa y perversa ideología en el enfermo y débil cerebro de su jefe cotidianamente.

Es inútil y deshonroso tratar de negociar con gentuza de tan baja estofa moral e intelectual, pues es muy obvio que no están dispuestos a tolerar nada que no sea una rendición incondicional y por lo mismo jamás aceptarían un acuerdo mutuamente benéfico. Pero quizá la necedad masoquista de Videgaray y Peña Nieto no sea tan “inexplicable” como creemos, pues a final de cuentas ambos son productos del priismo del Estado de México, y se formaron en esa cultura política cavernaria basada en la corrupción, el patrimonialismo, la opacidad  y el ascenso a través de la adulación rastrera. Tal vez por eso no tienen idea de cómo funciona una democracia moderna, plural y vibrante como la norteamericana y creen que el mejor camino para enfrentar a Trump es acercarse a él, el gran cacique naranja, a través de su parentela y tratar de apaciguarlo en lo oscurito con ofrendas y lisonjas degradantes. Nada más lejos de la verdad.

A estas alturas, el único camino digno que le queda a México es abandonar la mesa de negociaciones (esa que ahora instalaron en lo oscurito) cuanto antes y esperar a que el energúmeno fascista se acerque con una actitud diametralmente opuesta a la que ha exhibido hasta ahora, renunciando completamente a las amenazas, a los insultos y a la denigrante y absurda idea de que México pague por su grotesco muro, ese sería un buen comienzo. Como lo más probable es que eso nunca suceda, México debe empezar a tejer alianzas con líderes republicanos y demócratas (congresistas, alcaldes, gobernadores) cuyo electorado se verá afectado por la cancelación del TLC, y preparar una ofensiva mediática, diplomática y jurídica que denuncie ante los organismos internacionales y exhiba ante la opinión pública norteamericana y mundial la agresividad irracional de Trump y explique sus onerosas consecuencias. Pero para que todo esto suceda, lo primero que Peña Nieto tendría que hacer es despedir al aprendiz Videgaray, pues su doctrina indigna, pusilánime y rayana en la traición, fracasó rotundamente, y sustituirlo con un diplomático de carrera, curtido en la arena internacional y con el carácter necesario en un momento como este (los hay). Aunque francamente dudo mucho que eso suceda.

México es el tercer socio comercial de EEUU, no una nación manca e indefensa, y Trump ha generado una oposición inmensa y enardecida dentro de su país. La semana pasada nos demostró que esa sociedad civil movilizada es nuestra aliada e incidentes internacionales de esta magnitud pueden fortalecerla. Lo ideal sería que se lograra rescatar el TLC con una negociación civilizada en la que ambas partes salieran ganando, y que el asunto del muro quedara en el olvido como una promesa de campaña hueca. Pero Trump ya se cansó de demostrarle al mundo que no es un ser racional y que su odio y su maldad son auténticas y no un performance para ganar votos. Que nadie se engañe, el costo que tendremos que pagar por enfrentar esta agresión injustificada será muy alto, pero someternos a la voluntad de un lunático atrabiliario, regalándole una victoria que podría ayudarle a reelegirse, sería muchísimo peor para México y para el mundo.