¿Machismo al desnudo?

Por @Bvlxp:

El diálogo contemporáneo está sobrecargado de género. El feminismo está consiguiendo dictar los términos del Manual de Carreño posmoderno. Gran parte de los sucesos sociales actuales necesariamente pasan por la óptica de género venga esto al caso o no. El feminismo es la nueva corrección política que empieza a llegar a niveles francamente ridículos. El feminismo está coptando el discurso, el lenguaje y, más allá de que esto sea deseable o no, no resulta del todo claro que el cambio social que busca ocasionar esté siendo positivo ni para las mujeres ni para el progreso social en asuntos como la libertad de expresión y la relación entre géneros.

La reciente filtración de fotos privadas de Jennifer Lawrence y otras actrices fue inmediatamente capturada por la perspectiva de género. Antes que analizar el asunto desde la perspectiva de la indignante invasión de la privacidad de las víctimas, todo discurso en torno a las fotografías divulgadas fue coptado por el feminismo, teniendo que pasar por este tamiz, y obligando a cuidar que no se ofendieran sus sensibilidades. Las fotografías divulgadas en este caso son, claramente, de mujeres y súbitamente el discurso se tornó en uno de machismo: machismo divulgarlas, machismo verlas, machismo gozar viéndolas, machismo no comentarlas con indignada solemnidad.

Si se le analiza con cuidado, resulta que el asunto está desprovisto de cualquier carga misógina (un término que ya se usa sin ataduras en estos días). La discusión pertinente en el caso de Jennifer Lawrence debería ser alrededor de la privacidad, del consentimiento a ser exhibido, del significado actual del acto mismo de la fotografía y de la desnudez, del rechazo que como sociedad debiéramos mostrar a cualquier tipo de privacidad sabiendo que cualquiera de nosotros puede ser la siguiente víctima. Cualquier consideración del asunto desde el machismo es endeble, gratuita e injustificada. Pensemos por qué:

– Sin saber bien a bien quién publicó las fotos, inmediatamente se supuso que había sido un hombre. Estoy seguro que la señora Lawrence tiene enemigas mujeres y que desnudos son bien recibidos por una porción del público femenino. No, inmediatamente el discurso bienpensante supone que esta es una marranada más del hombre contra la mujer.

– Aun si el divulgador de las fotos resultara ser un hombre, tendríamos que dar unas complicadas maromas mentales para enmarcar esto en un acto de machismo o de revancha de género. Recordemos que esta divulgación masiva de fotos afectó a varias mujeres y no tiene el viso de haber sido cometido por un hombre despechado buscando venganza como a diario y por desgracia sucede. Este no es un episodio de “revenge porn”, el cual es más fácilmente enmarcable en una variante abominable relacionada con la violencia de género. El affaire Lawrence no es un acto, pues, de venganza. Las fotos se distribuyeron de forma masiva y, hasta donde sabemos, de forma gratuita: un wikileaks del morbo que afectó a una serie de mujeres que viven de su imagen pública y de alimentar su propio misterio. El morbo es un patrimonio común para hombres y mujeres: no hay nada como descubrir a nuestros dioses de pronto terrenales, afectos a las mismas pasiones que yo, que mi novia, que mis amigos, que mis semejantes. De ahí el éxito del escándalo y su propagación.

– Aun cuando en algunas fotos puede verse a algunos hombres desnudos (presumiblemente las parejas de las actrices), la mayoría de las personas cuya privacidad fue violentada fueron mujeres. Siendo esto cierto conviene pensar si no habrá un mercado de mujeres ávidas de ver el enorme pene de Michael Fassbender, o el de Brad Pitt, o el de Adam Levine en momentos íntimos. ¿Si el siguiente escándalo de filtración de fotografías concierne exclusivamente a hombres públicos, causaría las mismas airadas consideraciones de género? ¿Por qué?

La sociedad en la que vivimos es una en la que cada vez más todo está al alcance de la mano. A veces para bien y otras tantas para mal, Internet ha sido un instrumento de la inmediatez y de la eliminación de límites y fronteras. Las poses que les vimos a Jennifer Lawrence y a las otras mujeres no nos resultan extravagantes porque, en gran parte gracias a Internet y a los dispositivos móviles, la desnudez se usa cada vez más como un medio de seducción y no como un objetivo a conseguir. ¿Cuántas fotos como las de Jennifer Lawrence hemos enviado y recibido en nuestro teléfono?

Si la desnudez progresivamente nos ha dejado de ofender y se ha vuelto más cotidiana, deberíamos ser consecuentes y dejar de satanizar los desnudos; abandonar el doble rasero con el que medimos a los que se desnudan. En la medida que le robemos emoción al morbo, estos escándalos dejarán de escandalizar. En este contexto resulta indispensable entonces repensar también los límites de la privacidad en la era de la información y tener siempre presente que el único desnudo al que tengo derecho es el desnudo que me ha sido concedido y no el que se obtiene por los retorcidos caminos del Internet. Actos como estos merecen si no la indignación generalizada del público, sí nunca perder de vista que la invasión a la privacidad está mal y no debiéramos acostumbrarnos a borrar ese límite de lo privado que nos guarece del mundo. De las autoridades es de esperarse una acción inmediata y un castigo conforme a la ley. De los administradores de las "redes sociales" en las que estas fotos son divulgadas, un mensaje claro a sus usuarios de que actos como estos no serán tolerados ni las redes se conferirán en cómplices mudos ni vehículos para el escarnio.

Vuelvo a ver las fotografías de Jennifer Lawrence y me parecen profundamente conmovedoras, dignas, humanas, auténticas. Lo que más me gusta de las fotografías es que encuentro a las mujeres fotografiadas impolutas, intocadas, perfectas. No se me olvida que no tengo yo derecho a estar viendo estas fotos, que esos desnudos no eran para mí, pero las vuelvo a ver y me convenzo de que el indigno en todo esto es el canalla que las publicó sin su permiso, cambiando así su significado, y que de todo este embrollo las mujeres fotografiadas salen pletóricas de una dignidad que no les ha sabido dar el feminismo.