Los malos de Malolandia y el feminismo de los dogmáticos

Por Gerardo Pacheco:

Hace unos días, un grupo de reaccionarios solicitó a la cadena Fox que bajara uno de los anuncios espectaculares de la película X-Men: Apocalypse. En el banner, se mostraba a Apocalypse, el villano de la película, estrangulando a Mystique, la heroína. La razón de los demandantes, que se alcanzaba a distinguir entre ruidos guturales, era que se banalizaba la violencia en contra de la mujer.

A través de un comunicado, Fox expresó: «In our enthusiasm to show the villainy of the character Apocalypse we didn’t immediately recognize the upsetting connotation of this image in print form […]. Once we realized how insensitive it was, we quickly took steps to remove those materials. We apologize for our actions and would never condone violence against women».

¿Hasta dónde puede llegar esta locura de pasarlo todo por el cristal del género? No es poca cosa. Es decir, cualquier persona con una cuenta de Twitter puede ofenderse por cualquier situación y lograr que una de las empresas de telecomunicaciones más importantes del mundo se tome el tiempo de emitir un comunicado, retire un anuncio, pierda dinero y se disculpe por algo que no hizo. Esto es poder, real y nunca antes visto.

Mucho antes del romanticismo teníamos reglas literarias más o menos claras: Los buenos eran buenos y hacían cosas buenas, los malos eran malos y hacían cosas malas. Por eso peleaban. Porque los buenos quieren vencer a los malos para que el bien reine en la tierra y porque los malos quiere destruir a los buenos y que el mal se convierta en el estatus del mundo. Me estoy contando los dedos.

¿Qué hay detrás de esto? ¿Qué está diciendo realmente alguien que dice esto?

https://twitter.com/GabrielaRM/status/731165702703489025

¿Cómo un indignado paranoico logra que los hilos del mundo se muevan para que deje de estar indignado cinco minutos hasta que vuelva a ofenderse porque se acordó que The sweetest thing de U2 dice que la mujer es una cosa?

Uno de los preceptos de la ciencia ficción es, simplemente, aceptar su universo. Creer, sin cuestionarnos, que las cosas que pasan son posibles: que uno tiene esqueleto de adamantium, que el otro echa rayos por los ojos, que el otro controla el clima, que el otro puede dominar los metales de la Tierra, que el otro muta en la forma de un tercero. En un mundo ficticio así, ¿qué esperamos?, ¿que el villano de malolandia no violente a una mutante cuya intención es matarlo sólo porque, antes de ser mutante, es mujer?, ¿ya estamos así de descompuestos?, ¿así de fuera de nuestro centro?

Al margen del debate, que existe y debe existir porque hay problemas reales, ¿qué representan situaciones como ésta que, lejos de sumar, convierten en mofa los conflictos que sí existen?, ¿los censores de la indignación, más cerca del dogma que del progresismo, ayudan en algo?, ¿no le están estorbando a la militancia de campo que, quizás, se rompe la cabeza contra un muro al darse cuenta de que su ONG allá en las montañas está sola, completamente sola?

Fox se disculpó por algo que no hizo a partir de una serie de tuits de los ofendidos, de los víctimas, de los de siempre; si eso no es privilegio, que alguien, en la indefensión de ser mujer blanca y heterosexual en Occidente, me lo explique.