Los copitos: la fragilidad ante las ideas

Por @Bvlxp:

El fenómeno de los snowflakes en Estados Unidos comienza a manifestarse con creciente fuerza en México. Los apodados snowflakes son jóvenes por lo general acomodados, que estudian y viven en universidades y ciudades identificadas como “progresistas” de Estados Unidos y que tienen como su principal característica una aversión al debate y una delicadeza de espíritu que hace que les sea imposible escuchar ideas que rompan con la versión idílica que tienen del mundo, de la moralidad y del discurso público. Son delicados como copos de nieve, individuos que más que estar dispuestos a luchar por lo que creen entrándole al debate abierto de las ideas, luchan, con creciente violencia, porque nadie les pinche la burbuja en la que viven.

La presidencia de Barack Obama y la victoria del verdadero progresismo en las guerras culturales durante su mandato (principalmente por la vía judicial, hay que decirlo), propiciaron el ascenso de la derecha radical en Estados Unidos, lo cual acarreó no sólo el resurgimiento en la esfera pública de discursos políticos abiertamente odiosos que creíamos que la derrota del fascismo y la prevalencia de la democracia liberal habían enterrado para siempre, sino una cerrazón del ala ideológicamente identificada como progresista a defender con vigor y con apego a los valores liberales, estos triunfos ante el resurgimiento de los valores retardatarios.

En los últimos meses, los snowflakes han recurrido a grados cada vez más altos de violencia ante su incapacidad de defenderse en el terreno de las ideas. Delicados como son para el debate y fanáticos de su propia moralidad, no han tenido reparo de acallar a expositores conservadores a gritos, o mediante el acoso físico y hasta en actos abiertamente violentos al agruparse en membretes enfundados en camisas negras como Antifa, que presume ser un grupo “anti-fascista” que busca lograr su objetivo de acallar a los que ellos identifican como fascistas no mediante la discusión, sino, curiosamente, mediante el empleo de métodos abiertamente fascistas: la censura, el acoso y la violencia.

Cada vez es más común escuchar que la invitación a ideólogos conservadores como Milo Yiannopoulos o Ben Shapiro a impartir conferencias en universidades estadounidenses, devienen en protestas e incluso confrontación y vandalismo. Shapiro y Yiannopoulos son provocadores que vienen a exponer y defender sus ideas a espacios de reflexión y discusión como son por espíritu las universidades y que se han encontrado con individuos que admiten su propia derrota al enarbolar los rostros cubiertos y el garrote amenazante. Es tal la incapacidad y la fragilidad de los snowflakes. Incluso, los copitos afirman sin un temblor de más que la Constitución de los Estados Unidos y su garantía de la libertad de expresión “no es un documento relevante en este momento” y que no aplican a los ideólogos conservadores, cuyas ideas les infunden tanto terror que buscan acallarlas por métodos ajenos a la democracia. Estalinismo en su más pura expresión, pues.

¿Qué tan lejos estamos de esto en México? En los años recientes hemos presenciado actos de intolerancia que han devenido en episodios de intimidación como el que sufrió Enrique Peña Nieto, candidato a la presidencia de la República, en la Universidad Iberoamericana (una buena candidata a berkeleyzarse). También existen espacios vedados en los hechos que preferimos ignorar y que asumimos como parte del paisaje y de la normalidad: por ejemplo, es imposible que un candidato del PRI o del PAN pongan pie en la UNAM para exponer su plataforma. Desde hace años vemos esto como normal. Por otro lado, la discusión en las redes sociales de unos años para acá ha devenido en una guerra cultural en la que los progres pretenden imponer un discurso irónicamente conservador y francamente maniqueo, satanizando la comedia, pretendiendo delimitar lo que puede y no decirse, y dictando las causas que deben apoyarse con pena de excomunión en caso contrario.

México y Estados Unidos tienen raíces sociales, políticas e institucionales muy distintas entre sí. Es difícil proponer que exista un riesgo de contagio en estas tendencias y que a México le broten copitos idénticos a los estadounidenses. El enfrentamiento político y social en Estados Unidos tiene que ver con una Guerra Civil que nunca fue resuelta del todo y que hoy se manifiesta mediante el trumpismo, el cual ha encontrado una tierra fértil para el encono y el resentimiento. Sin embargo, la globalización y el Internet establecen vasos comunicantes y nada es más fácil de importar que las bajas pasiones. ¿A cuánto estaremos del capítulo mexicano de Antifa? Las elecciones presidenciales están cerca y pueden tener consecuencias sociales inesperadas. Nuestra obligación es encontrar un piso común en la libertad y no dejar que nadie la coarte, así disfrace su fascismo entre la bandera de las mejores causas.