Por Gerardo Pacheco:
El 27 de septiembre pasado, Vice News México publicó un texto intitulado: La pobreza que mata: el suicidio de una madre mexicana que se llevó a sus hijos, en donde se narra la historia de Sol, la mujer que, hace más de un mes, asesinó a sus dos hijos y se quitó la vida.
Según Milenio, Sol vivía sola con sus hijos en Tlajomulco de Zúñiga, en la Zona Metropolitana de Guadalajara, porque el padre de los niños se había ido a vivir con otra persona.
El texto comienza describiendo todas las formas posibles en las que un cuerpo abandonado puede morir: hipotermia, paro cardiorrespiratorio. Luego inicia su empresa. Se habla de la mujer como una víctima de algo más fuerte que ella: la pobreza; y se ve a la muerte como el único camino o, de menos, el más a la mano de la vera de Sol. Datos duros sobre el hambre en el mundo y frases del tipo «Los vecinos dicen que era muy trabajadora… sólo que no le alcanzaba».
Sol mató a dos niños: uno de seis y uno de catorce. Alberto y Óscar.
La nota fue replicada por SinEmbargo y ha tenido buenos números: más de 200 mil likes entre ambos portales.
El 21 de septiembre de 2014, Eme Equis publicó El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia), un texto que, más que polémico, fue francamente repudiado por un sector específico de lectores, ya que empatizaba con el asesino y hacía, según los quejosos, una apología del feminicidio. El texto, en papel, hablaba de las cualidades de Javier y jugaba con las posibilidades de vida que le habrían llegado si no se hubiera convertido en un monstruo.
A partir del artículo, se abrió una petición en change.org en contra del autor declarando que: «El texto no posee ninguna seriedad ni ética periodística ya que, deliberadamente y escudado bajo un ramplón y peligroso tono literario -aunque aseverando al final del texto que no se trata de ficción-, toma partido por Javier Méndez, asesino de Sandra Camacho», además de que: «empatiza completamente con éste, envolviéndolo en un aura de romanticismo, victimizándolo y justificando la violencia de género y el feminicidio». El documumento alcanzó 5 mil 400 firmas y, en la url, todavía se lee: «Seguimos esperando sensibilización por parte de Eme Equis».
Ambos ejercicios periodisticos conectan en la empatía, en dejar por un momento los hechos de lado y escribir algo desde los márgenes; una historia distinta que, quizás, nos complete la información que cabezas como “Joven mató y descuartizó a su novia” o “Mujer mata a sus dos hijos y se suicida” podrían proporcionarnos.
Este periodismo es necesario y debe seguir existiendo, debe haber voces alrededor de los números pero, dado el trato tan diametralmente opuesto con el que fueron recibidos, tendríamos que preguntarnos: ¿cuál es el asesino que sí merece la empatía?, ¿el que mató a su novia o la que mató a sus dos hijos? ¿Cuál narrativa que los orbita sí debe ser contada? ¿A quién vamos a mandar callar y a quién vamos a compartir en nuestro muro?, ¿a quién vamos a pedirle sensibilización y a quién vamos a darle like?
Una sociedad que padece y se convulsiona puede estar rota de todo y de mucho pero, de entre sus lados sanos, debería poder contarse siempre la esquina en la que le descansa la libertad de expresión: Que si alguien tiene que callar, que cierren la boca quienes quieren silencio.