Había una vez, Rasputín en el mercado Sonora

Por Isabel Hion:

Dostoyevski habría escrito “Los Olvidados”. Dostoyevski habría escrito un cuento sobre el viaje de un hombre por toda la línea azul del metro, habría comprendido la magia de los ajolotes, hubiera amado Cuernavaca, el mezcal, habría acompañado el viaje del cónsul en el Día de Muertos y el viaje de Odiseo en Bajo el volcán, se habría hecho amigo de Rulfo y seguramente hubiera comprendido de una manera muy distinta la violencia de nuestro país.

Jamás he pisado Rusia, ni siquiera he salido de mi país a unos cuantos meses de cumplir 30 años. Sin embargo, he leído mucho a los rusos y he llorado en demasiadas ocasiones por culpa de Dostoyevski; siempre he pensado que era demasiado humano, demasiado sensible, un ruso demasiado mexicano probablemente.

Quien me pregunta de qué va “Los hermanos Karamazov” suele recibir la misma respuesta general: “Es como los 3 huastecos pero con vodka y dura más”. Suena burda la comparación, pero para mí es sumamente acertada. Cuestión de pensar un poco al respecto. Rulfo podría haber concebido a un Dimitri, un Aliosha y un Ivan Karamazov. Dostoyevski pudo haber escrito una especie de “Gallo de oro”. Ambos juegan con los demonios internos del espíritu humano porque los vieron, porque seguramente hablaban su mismo idioma y los reconocían en el espejo todas las mañanas. Jamás he pisado Rusia, pero si lo hiciera, sentiría un enorme deseo por tomar mezcal.

Si es que estamos pasando por una etapa de transición, para bien o para mal, si es que acaso eso es posible, me pregunto qué pensaría Dostoyevski de este surrealismo en el que estamos metidos los mexicanos. ¿De dónde viene este caos que no pudo contener ni siquiera Dalí? ¿O cómo fue que nos convertimos en este país que cobijó el año pasado a tanto espurio, tanto exhiliado, tanto incomprendido por su nación?

Si Dostoyevski se diera una vuelta por los bares de México con hombres dispuestos a electrocutarte si les pagas, habría quedado sumamente confundido. Va, que nuestras fluctuaciones emocionales van de la rabia a la tristeza al amor a la felicidad a la indignación al regocijo a las lágrimas absolutas. Todo eso en una misma borrachera y con el mismo álbum de Chabela Vargas. Una escena cualquiera de Los Hermanos Karamazov.

Si decidiera seguir por esa línea podría incluso imaginar sin problemas al “Loco” Valdés protagonizando el mismo Diario de un loco, de Gogol. Habría visto Ana Karenina versión Canal de las Estrellas en horario de las 8 de la noche a inicios del 2000, a Vladimir Putín junto a Pedro Infante recorriendo México en moto mientras cantan “Parece que va llover, el cielo se está mojando”. ¿Y acaso hay algo más Dostoyevski que el grito de “¡Toritoooo!” al final de Nosotros los pobres? Un “Noches blancas” situada en el Zócalo o por el Castillo de Chapultepec, y probablemente Pushkin comenzando una novela con la línea “Pueblo de mujeres enlutadas”.

Pienso en la fallida invasión a Rusia y asociarla con la misma fallida toma de San Pedro, Sinaloa, por los franceses. El frío estaba del lado de los rusos, y el mar bajo que atascó al barco “Lucifer” para darle ventaja al salvajismo sinaloense. Todavía veo ciertas rancherías de Sinaloa y no puedo mas que pensar en algún lugar cualquiera de Europa del Este. Y repito, jamás he salido de mi país pero tal vez me sobra imaginación y terminaré alucinando como la pequeña cerillera, afuera de un Sanborns o mientras me piden redondear mis centavos en el Oxxo como una última manera de celebrar el surrealismo. O el cisnimo, ya no sé.