Elogio de Aurelio Nuño

Por @Bvlxp:

Debo empezar diciendo que, sin ser cercanos, Aurelio y yo somos amigos. Él un par de años más joven que yo, estudiamos en la misma preparatoria. Como tal, me siento profundamente unido a Aurelio porque compartimos en nuestros años tiernos la mística y la sensibilidad de una escuela muy particular, lo cual me hace creer que tenemos una misma disposición hacia ciertas veredas emocionales. Ambos pertenecemos a la Generación X, la cual apenas empieza a ocupar puestos de responsabilidad nacional, y fuimos educados por padres que aun creían en el valor del trabajo y no le temían a la disciplina, lo cual creo un dato fundamental en su ejercicio del poder.

Podría decirse que los innegables éxitos de esta administración se le deben en gran medida a Nuño, quien por otro lado ha sido víctima de sus taras y de sus vicios sin deberla ni temerla. Un hombre sencillo, intachable y de una cuna añeja y buena, Nuño ha sido siempre ajeno a las tentaciones de la corrupción, a escándalos estilo la llamada Casa Blanca, aunque estos han complicado el tránsito y el éxito de sus méritos en el peñanietismo: el de ser un voraz y decidido reformador, uno de los arquitectos de otro sufrido tránsito de México a la modernidad de una magnitud y con un punto de quiebre que no se veía desde la administración del presidente Salinas de Gortari y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Bajo el liderazgo del presidente Peña Nieto, México ha visto reformas fundamentales que habían sido pospuestas por el propio PRI por más de veinte años, señaladamente en materia energética, de telecomunicaciones y educativa. El PRI siempre ha tenido un sector profundamente rancio que se resiste a todo lo que no haya crecido bajo el polvo levantado por el caballo del General Cárdenas. Modernizar a México siempre es un reto, el mexicano es como esa mujer golpeada y dependiente que no puede dejar a su marido, sólo que en este caso su marido es el atraso y la corrupción. Cuando Vicente Fox ganó la Presidencia de la República, se hablaba del PRI como un dinosaurio moribundo. Resultó que esa apenas era parte de la historia; cuando se trata de modernizarse y dejar atrás las viejas taras que a todos nos perjudican, es México el verdadero dinosaurio.

En las últimas semanas, todo el país ha sido testigo del vociferante y bravo dinosaurio moribundo, dando sus últimos coletazos, herido de muerte por la modernidad y el avance que representa la reforma educativa. Sin duda, Nuño es el artífice de ésta, la cual le es personalmente muy cercana e importante, incluso lleva años preparándose para ocupar un lugar desde el que instrumentarla. Por su parte, México es un país muy argüendero que siempre habla de querer ver muerto al dinosaurio y, en ciertos puntos de su historia, ha estado dispuesto a lanzarle el tiro final. Sin embargo, cuando el dinosaurio ya herido se encuentra dando sus últimos estertores, al país le entra la culpa y dice que mejor no, que después de todo el dinosaurio no era para tanto, que pobrecito necesitamos llevarlo a curar. Desde luego, este particular dinosaurio es la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y sus prácticas de paro permanentes, de heredar y vender plazas, de no querer someterse a evaluación ni a la actualización, de sacrificarle al dinosaurio del atraso y la corrupción a generaciones y generaciones de niños de los estados más necesitados, a los niños más vulnerables de todos. Seamos claros: la lucha de la CNTE no se trata de reivindicaciones laborales o de justicia social sino de una camarilla que quiere para sí el uso discrecional de recursos públicos y el manejo patrimonial de las plazas educativas y las oportunidades docentes.

Los mexicanos somos una especie muy chistosa. De dientes para afuera, decimos que estamos hartos de los funcionarios corruptos, de servidores públicos que negocian la ley en vez de hacerla cumplir, de que la ley sea un buen deseo que nunca se cumpla. Bien, ahí tienen por un lado una reforma educativa hoy día consagrada en la ley suprema de la Unión, y por otro a un Secretario de Educación Pública comprometido en hacerla valer, presto a cumplir con la responsabilidad que juró al tomar posesión del cargo. En esas estamos cuando se aparece el Mexiquito de siempre, indignado por la obstinación del Secretario Nuño, un ser obtuso y testarudo por querer hacer valer la ley.

Falso que México sea un país que esté harto de los privilegios y de la corrupción. México es un país enamorado de su status quo, dispuesto a que un puñado mínimo de gritones se valgan de la fuerza para conservar sus privilegios, su mina de oro de la desfachatez. Seamos congruentes y aceptemos que si nos ponemos del lado de la CNTE no tenemos entonces por qué no aceptar a los Duarte de Chihuahua y de Veracruz, las dádivas de los contratistas a servidores públicos, la mordida al policía, la propina para agilizar un trámite, el pago de la comisión al funcionario por adjudicarnos un contrato licitado. Seamos consecuentes y digámoslo fuerte y claro: nos encanta nuestra pax corrupta. No hagan olas.