El valiente vive hasta que el cobarde quiere

Por: Juan Francisco Morán Bracamontes

“No permitas que ningún ser humano te haga caer tan bajo como para odiarle”.

–Martin Luther King.

No recuerdo un momento tan incierto para nuestro país –y para todo el mundo– como el que sucedió el 20 de enero de 2017 (cierto en cuanto a su fecha; incierto por lo que viene después). México ha quedado varado como un barco sobre un risco en pleno huracán, esperando que el capricho de la marea lo vuelva a mover mar adentro o contra las rocas.

Los hechos internos y externos suscitados desde hace tiempo –y sobre todo en el 2016– han colocado a nuestro país en la agenda de un misántropo de copete amarillo que busca a toda costa cumplir sus promesas de campaña, a pesar del desastre que puedan provocar. Donald Trump, el empresario que desafió a todos sin dejar de ser lo que es: un bravucón, altanero, misógino, megalómano, racista (al grado de motivar a algunos a crear un abecedario de apelativos en su entorno. Véase: Abecedario de Trump) y tan pobre de espíritu, que lo  único que tiene es dinero, y aun así ganó la presidencia de los Estados Unidos.

La falta de liderazgo en nuestro país nos ha colocado en una posición delicada. El sinfín de yerros y tropelías cometidos por el gobierno mexicano ha creado un ambiente de desconfianza e inseguridad frente al país vecino. No es lo mismo encarar una tormenta sabiendo que en el timón se encuentra una persona capaz, experimentada, íntegra y confiable, que otra incapaz, inexperta, corrupta y desconfiada que nos haga creer que puede ser el primero en abandonar la nave.

La crisis ha sido provocada por el “bozo” que Estados Unidos ahora tiene de presidente, y que ha calificado a los mexicanos como violadores, rateros y narcotraficantes, entre otros adjetivos peyorativos. A punta de amenazas, con un tuit ha zarandeado nuestro barco, depreciando el peso mexicano y convirtiéndose en el enemigo número uno.

No soy un experto en política exterior, pero sí soy un ciudadano que analiza y razona los hechos que se presentan, y en ese sentido pienso lo siguiente: Este gobierno cometió un grave error al haber invitado a Trump a Los Pinos en agosto del año pasado, pues el hecho se le salió de control por falta de visión y estrategia. Sin embargo, el gazapo dio una oportunidad de oro que pudo haber cambiado el rumbo del gobierno de Peña Nieto hacia horizontes menos adversos.

En aquella rueda de prensa, Peña tuvo en sus manos la recuperación de la dignidad del país –pisoteada por el megalómano–, por el simple hecho de que le exigiera disculparse por los insultos y dejar en claro que la idea de que nosotros paguemos el muro fronterizo está fuera de toda negociación. Pero la historia ya la conocemos: un gobierno pisoteado en su propia casa, dispuesto a ceder y complacer en todo al vecino del norte con tal de que sus intereses particulares no se vean afectados; un secretario de hacienda al que le costó el puesto por orquestar la reunión y que ahora disfruta la oportunidad de ser el canciller de las relaciones exteriores de México –aunque no sepa nada. A él le recomiendo, apoyando su afán de aprender de las relaciones diplomáticas, que lea la biografía de Genaro Estrada, ministro que mucha falta nos haría en estos momentos. Cuando analizo esto último, me quedo ansioso y dudo de que el equipo al mando lleve el barco a buen puerto.

Pienso que, antes de iniciar cualquier negociación, el gobierno mexicano debe pedirle a Trump que se retracte de todo lo que dijo sobre nuestro país durante su campaña.

Entre las naciones, aunque no seamos iguales, el trato debe ser equitativo. Debemos tener claro que cuando no existe respeto, equilibrio y reciprocidad, no estamos frente a una negociación, sino frente a una imposición (el principio de una tiranía), y que para enfrentarla tenemos a la mano mecanismos legales internacionales que velan por nuestros derechos. No debemos tener miedo a exigir lo que nos corresponde por derecho, no debemos renunciar por complacer al de arriba. Tenemos a la comunidad internacional de nuestro lado, a la resistencia interna de Estados Unidos también. No estamos solos. Y aunque ahora Donald J. Trump sea el hombre más poderoso del mundo, llegó a la presidencia con la desaprobación del más del 55% de la población americana y con un 80% de la desaprobación mundial. Existe una gran resistencia interna que lo va a traer en la mira, que lo va a criticar y que lo va a exponer. Es un empresario, no un político. Cometerá errores su inexperiencia y por su soberbia, las cuales serán juzgadas con severidad. Ha abierto tantos frentes que lo pueden debilitar; por un lado lo sabe, sin embargo, su arrogancia lo puede cegar.

La situación en México es delicada, pero no por ello debemos permitir que Trump haga lo que quiera y nos empuje como el matón de la escuela que a todos quiere golpear porque no le dan la torta. Por eso, es importante un líder inteligente, astuto, responsable y confiable, que pueda lidiar con el bravucón de copete amarillo; que sepa distinguir entre negociación e imposición y que sea tan hábil para lo primero como valiente y firme para lo segundo; que entienda, en fin, el principio básico de que “el valiente vive hasta que el cobarde quiere”.

Por eso, ésta puede ser una gran oportunidad para los que en sus manos tienen la dirección del país. Es la oportunidad para verdaderamente unificarnos frente a las imposiciones “trumpistas” que muy probable se nos avecinen, para dejar en claro qué es negociable y qué no, y para demostrar con inteligencia y civilidad lo que somos y por qué existimos.

No es momento de sacar el nacionalismo mal entendido entre gringos y mexicanos, es momento de enfocarnos y no perder de vista que el enemigo de México es una persona, su política y sus seguidores, no la población americana entera. Dejemos los complejos a un lado y seamos efectivos. El reto empieza adentro del barco, en la correcta elección del capitán y su tripulación; al final ellos son los que sortearán todo tipo de avenencias para llevar la nave a salvo.

Quedan dos años cruciales del gobierno “peñista”, envueltos de duda e incertidumbre. La aprobación de su mandato registra un mínimo histórico del 12% al momento de la toma de posesión de Donald Trump; éste último lo sabe, lo saborea y juega con ello. Es urgente que este gobierno carente de identidad y respeto reaccione, mínimo para mantener a flote el barco varado. Los que tienen la intención de llegar al poder en el 2018 no sólo se enfrentarán a las infinitas preocupaciones nacionales, sino también a una persona que ha manifestado su animadversión por México y que hoy tiene la gracia de ser el presidente de la Nación más poderosa del mundo. No es poca cosa.

Nos urge un líder, un verdadero servidor público distante de la corrupción, valiente y congruente, que ponga orden y que sea capaz de enfrentar el huracán por el que atravesamos. Aún no lo encontramos, sin embargo, por muy oscuro que sea, siempre queda una luz que ilumina el camino y nos muestra por dónde pisar.