El petate de Putin

Por Óscar E. Gastélum

“All propaganda is lies, even when one is telling the truth.”

—George Orwell

La semana pasada se desató una acalorada polémica en torno a una posible intervención rusa en la elección presidencial mexicana de este año. En un extremo están los histéricos que creen, o al menos actúan y escriben como si lo creyeran, que el peligro ruso es tan alto e inminente que habría que declarar una emergencia nacional inmediata. Mientras que del otro lado están los incrédulos y cínicos de siempre, que aprovecharon la noticia para incurrir en desplantes de chacoteo pueril, como escribir en cirílico sus nombres en Twitter, y otras lindezas por el estilo, como si un régimen fascistoide que persigue homosexuales, asesina periodistas y disidentes, invade naciones soberanas, financia a neonazis y es cómplice del envenenamiento masivo de niños en Siria, fuera asunto de risa. Es por eso que, tras analizar cuidadosamente las circunstancias y la evidencia disponible, confieso con alivio que no concuerdo ni simpatizo con ninguno de los dos bandos en este debate.

Para empezar, quiero que quede muy claro que estoy plenamente consciente de la insólita perversidad del régimen de Vladimir Putin, que hace tiempo dejó de ser solamente una autocracia ultracorrupta montada en la nostalgia por el pasado imperial ruso y en el resentimiento que la grandeza perdida suele producir. Y es que en los últimos años, la cleptocracia putinista ha mutado en algo muchísimo más nocivo y peligroso, no sólo para su pueblo sino para el mundo entero, pues se ha transformado en la agresiva meca de la reacción internacional, y su líder absoluto ha sido elevado al papel de héroe y faro moral de los tenebrosos enemigos del mundo moderno. Sí, hoy en día no hay neonazi o estalinista que se respete que no sienta una admiración cuasi religiosa por Vlad el Terrible, ese gran enemigo de la democracia y adalid de la raza blanca y la religión cristiana.

También sé muy bien que no hay nada a lo que Vladimir Putin tema o desprecie más que a la democracia liberal, pues sabe que es la amenaza más peligrosa en contra de su despótico y lucrativo régimen y de su ambicioso proyecto de reconstrucción imperial. Es por eso que, valiéndose de la ubicuidad e influencia de las redes sociales, sus esbirros virtuales han intervenido en las elecciones de varios países occidentales en los últimos meses, socavando y desprestigiando a sus instituciones, y sembrando discordia y desconfianza en el seno de sus sociedades. Además, Putin ha brindado apoyo propagandístico y económico a personajes y fuerzas políticas radicales y antidemocráticas, tanto de izquierda como de derecha, para atizar odios, reavivar prejuicios, reabrir heridas históricas y sembrar caos. Todo esto es indudable y sólo alguien muy pérfido o muy imbécil se atrevería a poner en duda la tóxica y decisiva influencia que el sátrapa ruso y su régimen fascistoide han ejercido en eventos infaustos como el Brexit o el ascenso de Trump a la presidencia de EEUU, por citar sólo los dos ejemplos más célebres.

Pero a pesar de todo esto, la idea de que Putin intervenga en la elección mexicana como lo ha hecho en Europa y EEUU me parece poco menos que improbable. Y lo que vuelve inverosímil semejante escenario es el bochornoso hecho de que nuestro país, esa cleptocracia en franco retroceso autoritario y expoliada por una oligarquía voraz y ultracorrupta, se parece mucho más a la Rusia de Putin que a una democracia moderna. Sí, aunque duela en el alma escucharlo, debemos reconocer la triste pero irrefutable realidad: México no es Francia, ni Reino Unido, ni EEUU, ni Alemania, ni Holanda, ni España, ni Suecia. En nuestro país jamás ha existido lo que Rusia socavó en esas naciones: instituciones democráticas sólidas y confianza ciudadana en la limpieza de los procesos electorales y en la honestidad y pluralidad de la prensa. Por eso creo que exagerar la amenaza rusa es al mismo tiempo una distracción oportunista, un autoengaño complaciente y un desplante de narcisismo delirante.

Y es que si el plan de las agencias de inteligencia rusas y sus órganos propagandísticos es debilitar nuestras instituciones democráticas y desinformar a la ciudadanía, me apena mucho tener que informarles que llegan demasiado tarde, pues nuestra zafia clase política, nuestra insaciable y mezquina oligarquía y nuestros serviles medios oficialistas se encargan de eso diariamente desde hace décadas, y han hecho un trabajo estupendo. Supongamos sin conceder que Putin realmente quiere ayudar a López Obrador a ganar la presidencia, algo que sinceramente dudo mucho pues una de las pocas virtudes del demagogo tabasqueño es que a diferencia del típico populista latinoamericano nunca ha sido antiyanqui, pero si ese fuera el caso, ¿alguien cree sinceramente que RT, esa pestilente letrina propagandística al servicio del criminal régimen ruso, lograría, en un país en el que el internet sigue siendo el privilegio de una minoría raquítica, competir contra el poder de penetración de nuestros medios masivos y pasquines, esas hediondas cloacas propagandísticas al servicio del impresentable régimen mexicano?

La verdad es que si a RT se le ocurriera  intervenir en la elección mexicana, no atestiguaríamos un enfrentamiento entre una prensa íntegra, plural y libre, y un órgano propagandístico empeñado en desprestigiarla y en esparcir rumores e información falsa, sino un choque entre dos maquinarías de desinformación masiva, un auténtico torneo de bots y «fake news» bastante disparejo para los rusos, que sin duda alguna serían arrollados por la aplanadora de mentiras priista. El régimen encabezado por Peña Nieto no va a contemplar un ataque ruso con azoro e impotencia pero respetando minuciosamente la ley como hicieron Obama o David Cameron, sino que, con o sin intervención rusa, va a envilecer la elección desinformando cínica y masivamente al electorado, invirtiendo toneladas de dinero público en comprar votos, y corrompiendo a las instituciones que deberían de vigilar el proceso, algo muy parecido a lo que hace Putin para “ganar” sus  “elecciones”. En pocas palabras, los rusos tendrían que invertir en México lo mismo que se han gastado en invadir Ucrania y en bombardear civiles en Siria para competir con la inmundicia priista, algo que obviamente no están dispuestos a hacer.

México tiene una frontera de miles de kilómetros con EEUU, es uno de sus principales socios comerciales y un aliado indispensable en cuestiones de seguridad, hay que ser muy ignorante o muy idiota para minimizar su importancia geoestratégica o dudar del interés que seguramente despierta en los enemigos de Occidente. Y sí, desde luego que hay que mantenernos alertas ante cualquier eventualidad, pero, por las razones expuestas anteriormente, me parece absurdo creer que Putin tratará de atacarnos con las mismas armas y estrategias que ha empleado, con tanto éxito, en contra de democracias liberales avanzadas. Ojalá que algún día los mexicanos logremos construir una auténtica democracia que despierte la animadversión rabiosa de tiranos fascistas como Putin y a la que tengamos que defender de sus ataques, pero mientras tanto, creo que lo mejor que podemos hacer es concentrarnos en derrotar a los enemigos internos de nuestra comatosa democracia, pues hoy por hoy ellos son la verdadera amenaza en su contra.