El maniqueísmo de la pareja presidencial

Por Frank Lozano:

¿Desestabilización? Cada día hay marchas en el país. Son la última instancia que tienen los invisibles, los sin voz, ni rostro. Las marchas hacen positivo el derecho de existir de millones que viven en la sombra. Leer en esta expresión genuina de desesperación signos de desestabilización, es cuando menos, una falta de sensibilidad y de autocrítica de parte de Peña Nieto.

El mismo día, por diferentes vías, el Presidente y su esposa, salieron a regañar a los mexicanos. Estúpidos, les faltó decirnos ¿qué acaso no entienden que nos atacan sin justificación? Ambas intervenciones no tienen competencia en materia de error de comunicación. Son escaramuzas propias de improvisados, no de un jefe de Estado y de una primera dama.

Junto con un tono excedido, el contenido central de los mensajes es de soberbia y confrontación. Peña Nieto dice que algo o alguien busca desestabilizar su gobierno y su proyecto.  Para denunciar esto, utiliza un lenguaje desestabilizador. Estúpido.

El presidente fue electo por un 38 por ciento de la población, es decir, su proyecto fue apoyado por una minoría. Su nivel de popularidad ronda el 30 por ciento: no cuenta con el respaldo de todos, pero no lo ve. El país tiene dos años en caída en materia de crecimiento económico. Tampoco lo ve. La reforma fiscal está jodiendo a la clase media y media baja. No lo ve. De inseguridad, mejor ni hablamos, Michoacán, Tamaulipas, Jalisco, Morelos y Guerrero son casos aislados.

De ahí que sea válido preguntar ¿No debemos estar enojados? ¿Debemos aplaudir que en el país que él ve, no estén entre nosotros 30 mil desaparecidos y no se resuelva nada?

El presidente tampoco ve, o quizá no conoce, lo que dice la ley de responsabilidad de los servidores públicos en el artículo 47. Ahí se establece el conflicto de intereses. La casa que su esposa “debe”, se la adeuda a un consorcio que facturó ocho mil millones de pesos mientras él fue gobernador del Estado de México.

El guión que a partir de ayer intenta construir el gobierno es: las protestas buscan desestabilizarlo, por tanto, los que protestan son conspiradores y contra los conspiradores, el Estado está facultado para ejercer legítimamente la fuerza.

Me pregunto si la fuerza mediante la cual el Estado puede ejercer tal derecho, ¿son las policías y las fuerzas armadas? y ¿acaso ya habrán olvidado que fue la policía de Iguala la que entregó al crimen organizado a los 43 jóvenes de Ayotzinapa, y el ejército el que ejecutó a 24 personas en Tlatlaya?

El presidente pretende criminalizar el enojo. Pretende que el conflicto de intereses que él solapó con el caso del inmueble denominado la “Casa Blanca”, lo veamos como un intento por desestabilizar un proyecto suscrito por una minoría.

Eso es maniqueísmo. Eso es despreciar al 70 por ciento de la población que hoy no aprueba su gestión, ni comparte su proyecto. Eso es ignorar a los cientos de miles que marchan pacíficamente con su voz y su conciencia como única arma. Eso es ignorar que el Estado ejerce una violencia simbólica y física que se traduce en pobreza, exclusión y marginación.

Pero no hay marcha atrás, el fantasma de la corrupción lo perseguirá hasta el último día de su mandato, al igual que la omisión en la que incurrió su gobierno en materia de seguridad y el haber creído que con mentiras y ficciones, México y los mexicanos estaríamos en paz.

Ni madres.