El Corán y el Arcoiris

Por Oscar E. Gastélum:

«El Islam es la unión inseparable de lo espiritual y lo temporal, es el reino del dogma, es la cadena más pesada que haya soportado la humanidad.»

Ernest Renan

“This is no less than a clash of civilizations—the perhaps irrational but surely historic reaction of an ancient rival against our Judeo-Christian heritage, our secular present, and the worldwide expansion of both.”

Bernard Lewis

Amanece en París mientras escribo estas líneas con un nudo en la garganta. Anoche un policía francés y su mujer fueron acuchillados hasta la muerte (él recibió nueve puñaladas en el abdomen) en su propia casa y frente a su pequeño hijo de tres años, por un miserable que declaró haberse “inspirado” en las doctrinas del islam y en las atrocidades, rigurosamente islámicas, de ISIS para cometer su aberrante e injustificable crimen. Minutos después de ejecutar a sus padres, el terrorista transmitió un video en vivo en el que se podía ver al pequeño niño sentado detrás suyo, y declaró ominosamente ante la cámara: “Aún no he decidido qué voy a hacer con él”. Afortunadamente, la policía francesa irrumpió en la casa de la pareja asesinada a tiempo y salvó la vida de su pequeño hijo. En el futuro, ese niño recordará esta fecha como el día en que un fanático miserable le arrebató a sus padres, y lo dejó marcado para siempre.

Un par de días antes, en Orlando, Florida, otro fanático mojigato abrió fuego en el interior de un bar gay asesinando a sangre fría a cincuenta personas inocentes e hiriendo a decenas más. El único pecado de las víctimas fue haberse atrevido a vivir libremente y a celebrar su diferencia sin culpas o miedo, contraviniendo los preceptos de un culto medieval, sanguinario, opresivo e intolerante. El celo religioso del verdugo que ejecutó la sentencia divina en contra de los comensales del bar “Pulse” está fuera de toda duda, pues en medio de la carnicería se dio tiempo para marcar al 911 y declarar su lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi, autoproclamado “Califa” del “Estado Islámico”, ese ente infernal mejor conocido como ISIS.

Confieso avergonzado que, cuando los cadáveres de las víctimas aún estaban tibios y sus celulares ululaban incesantemente (transmitiendo la angustia de decenas de padres, madres, hermanos, novios y amigos, que jamás volverían a hablar con sus seres queridos), cometí la bajeza de olvidar a las víctimas por unos momentos y pensé con asco en Donald Trump y en cómo esta nueva atrocidad del terrorismo islámico terminaría beneficiándolo electoralmente. De manera previsible, unas cuantas horas después, el ridículo y peligroso demagogo anaranjado agradeció desde su cuenta de Twitter, y con la humildad fingida que caracteriza a los peores psicópatas, las felicitaciones con las que lo colmaron sus millones de seguidores por “haber tenido la razón respecto al terrorismo islámico”. El oportunismo nunca había despedido un tufo más insoportable y vomitivo.

Pero Trump no fue el único oportunista que se aprovechó de este odioso crimen para impulsar inescrupulosamente su agenda política, pues las justificaciones y tortuosas “explicaciones” de la izquierda reaccionaria tampoco se hicieron esperar. El estúpido y siniestro mantra: “esto no tuvo nada que ver con la religión”, volvió a sonar con la misma ciega convicción de siempre y en el mismo tono histérico, masoquista y santurrón que caracteriza a esa secta de cretinos. “¡La culpa es de las armas!”, se apresuraron a proclamar otros, tratando de equiparar Columbine y Sandy Hook con un acto claramente terrorista y confesamente inspirado por una ideología religiosa. Y es que pareciera que  el principal objetivo de esta gente no es alumbrar los hechos sino ofuscarlos hasta volverlos ininteligibles. Proteger al Islam aun a costa de la lógica y de toda la evidencia disponible.

Comencemos por el sofisma que responsabiliza de lo ocurrido en Orlando a la segunda enmienda y a la facilidad con la que cualquiera puede hacerse de un rifle de asalto en EEUU. Estoy 100% a favor del control de armas y detesto la cínica e inmoral codicia de la NRA, y a los políticos pusilánimes que se postran ante ella. Pero al mismo tiempo sé que si el día de mañana ocurriera el milagro más grande en la historia de la política mundial y ambos partidos acordaran modificar la segunda enmienda, más de trescientos millones de armas seguirían en manos de civiles y el gobierno no podría hacer absolutamente nada para evitarlo. Así que podemos seguir haciendo berrinches y demostrando nuestra superioridad moral exigiendo lo imposible, pero la realidad es que el problema de las armas en EEUU no va a desaparecer con una prohibición parcial en el futuro cercano, ni mediano, ni lejano.

Pero lo más importante es aprender a distinguir entre las masacres cometidas por sociópatas y los actos terroristas que persiguen fines políticos y están claramente motivados por una ideología, en este caso religiosa. Sí, es una desgracia que en EEUU los terroristas no tengan que esforzarse demasiado para conseguir armas de alto poder, pero en París es ilegal comprar una kalashnikov y sin embargo los miserables que masacraron al staff de Charlie Hebdo se las arreglaron para conseguir al menos dos. Y eso no es todo, pues tan sólo en 2015 el extremismo islámico logró asesinar con armas de fuego a 150 civiles europeos y herir a más de 500. Sí, todo eso ocurrió en suelo europeo, ese paraíso de la prohibición de armas.

Y es que prohibir la venta de armas de fuego, y en el caso de EEUU lograr desaparecer mágicamente más de trescientos millones que ya están en manos de particulares, afectaría sensiblemente a los sociópatas solitarios y delirantes que sueñan con cometer una masacre en una escuela o en un cine para volverse famosos o desahogar su resentimiento, pero no a los terroristas que tienen los contactos necesarios para conseguir armas ilegalmente. Además, no hay que olvidar que un fanático motivado y con una conexión a internet puede improvisar y asesinar inocentes fácilmente y sin necesidad de rifles de asalto. Los hermanos Tsarnaev, por ejemplo, atacaron el maratón de Boston con ollas a presión y clavos, y, hasta donde sé, a ningún tarado se le ocurrió culpar a las ollas por ese crimen.

El segundo sofisma, repetido hasta la náusea por la izquierda reaccionaria occidental cada vez que el islamismo perpetra otra salvajada en contra de civiles inocentes, es aun más ofensivo, pues seguir insistiendo en que estos ataques “no tienen nada que ver con la religión” es una necedad que roza peligrosamente la psicosis. Y no sólo porque en este caso, como en casi todos, el atacante se tomó la molestia de dejar clarísimo que fue la doctrina islámica la que lo motivó a asesinar a esos pecadores infieles y pervertidos, sino porque el islam, como los otros dos grandes monoteísmos abrahámicos, se caracteriza por ser una fosa séptica de homofobia y odio a la diferencia.

Quien se atreva a dudar de lo que digo debería de echarle un vistazo a las estadísticas y a los textos sagrados del islam. Pues aunque el más joven de los tres grandes monoteísmos no tiene el monopolio de la homofobia, prácticamente tiene el de la violencia homicida en contra de la comunidad LGTB. Y es que la homosexualidad está considerada un crimen que merece la muerte en sólo 10 países y, casualmente, nueve de ellos son mayoritariamente islámicos. Además, ISIS, esa fiel materialización de las enseñanzas del profeta, ha transformado la ejecución pública de hombres homosexuales en uno de sus grandes orgullos propagandísticos. Y así, mientras Arabia Saudita decapita a los “sodomitas” e Irán cuelga desde grúas a adolescentes acusados del mismo crimen “contranatura”, ISIS los lanza desde las azoteas y, si llegan a sobrevivir la caída, los lapida sin piedad en el suelo.

Pero la homofobia islámica no es patrimonio exclusivo de los sátrapas que sojuzgan a esas sociedades estancadas en el medioevo, ni de un puñado de manzanas podridas, extremistas y homicidas. Una encuesta levantada por Pew Research en 2013 exhibió que la intolerancia y el odio en contra de las minorías sexuales a lo largo y ancho del mundo islámico son generalizados y ubicuos. Y es que la inmensa mayoría de la población, cientos de millones de musulmanes alrededor del mundo, considera que la homosexualidad es un comportamiento profundamente inmoral. En este tóxico contexto, un musulmán radical es aquel que ejecuta homosexuales, y un musulmán moderado es quien justifica o celebra dicho castigo.

Es indispensable que sigamos exhibiendo y enfrentando a los sofistas que se empeñan en fungir como apologistas y propagandistas de la superstición y la barbarie. Esos cretinos morales e intelectuales que insisten en presentar al islam como una religión de paz y tratan de tapar la vía láctea con un dedo al alegar que los crímenes cometidos en nombre de Alá y su profeta, por los más obedientes y rigurosos de sus seguidores, no tienen relación alguna con una religión que, desde las páginas de sus textos sagrados y los púlpitos de sus líderes religiosos, inculca constantemente el odio en contra de los homosexuales, las mujeres, los ateos, los infieles, los judíos, los apóstatas y hasta los perros.

Pues insistir en la verdad, por más amarga o peligrosa que esta sea, es lo menos que podemos hacer en honor a las víctimas de este culto enamorado de la muerte, y es el punto de partida indispensable para enfrentarlo con eficacia en el campo de batalla y en el terreno de las ideas.